Fin del cambio de hora, ¿y después qué?
Con su propuesta de suprimir el cambio de hora, la Comisión Europea ha abierto un debate de consecuencias aún inciertas. En caso de seguir adelante, cada uno de los estados miembros de la Unión tendrá que decidir con qué horario se queda durante todo el año, lo cual como veremos más adelante podría poner en un aprieto a España, abriendo un conflicto territorial. Además, en España este debate se mezcla, frecuentemente de forma un tanto confusa, con otras cuestiones, como el huso horario al que debería pertenecer España y la racionalización de los horarios.
Repasemos brevemente la situación actual: en la Unión Europea conviven tres husos horarios, el occidental (o de Greenwich; GMT), el central (adelantado en una hora frente a Greenwich; GMT+1) y el oriental (adelantado otra hora más; GMT+2). Desde que entre los últimos domingos de marzo y de octubre el reloj se adelanta una hora (1974 en el caso de España), durante siete meses del año los horarios en los tres husos pasan a ser, respectivamente, GMT+1, GMT+2 y GMT+3. Referente a España, con la excepción de las Islas Canarias, que –como Portugal, el Reino Unido e Irlanda– pertenecen al huso occidental (GMT en invierno y GMT+1 en verano), el resto del país pertenece a pesar de su ubicación geográfica al huso central (GMT+1 en invierno y GMT+2 en verano), desde que Franco alineó en 1940 la hora con la de sus aliados alemanes. En los últimos años ha cobrado fuerza la reivindicación de una vuelta a al huso occidental.
Pues bien, si sigue adelante la abolición del cambio de hora, algunos países –seguramente la mayoría– se quedarán con su actual hora de verano durante todo el año, y otros con la de invierno. En consecuencia, se redibujarían las franjas horarias del mapa de arriba. Si por ejemplo España se queda con su actual hora de invierno (GMT+1), mientras todos los demás países de su entorno extienden su actual hora de verano a todo el año, España dejaría de compartir hora con Europa Central y volvería a tener la misma hora que Portugal, el Reino Unido e Irlanda. Pero es importante aclarar que no sería España quien habría cambiado de huso, sino todos los demás, porque la hora original de cada huso, que hasta la introducción del cambio de hora se aplicaba durante todo el año, es la de invierno, no la de verano. España volvería a la situación vigente hasta 1974 (GMT+1 durante todo el año), mientras los demás países tendrían una hora más que entonces.
En el ejemplo anterior, el cambio de hora en la frontera hispano-lusa simplemente se sustituiría por un cambio en la frontera franco-hispana. Y si también Francia decidiera quedarse con su actual hora de invierno, este límite se situaría algo más en el Este aún. ¿Pero qué pasa si España, por su ritmo de vida y la importancia de su sector turístico y gastronómico, no quiere prescindir de sus anocheceres estivales tan tardíos y decide quedarse con su actual hora de verano (GMT+2), mientras Francia se queda con la de invierno (GMT+1), para evitar amaneceres excesivamente tardíos durante los cortos y frecuentemente oscuros días de invierno sobre todo en el norte del país, preocupada de que podrían aumentar los accidentes de tráfico y restar productividad a su industria? Sería una situación antinatural, de dos países vecinos donde el más occidental, con una hora solar más tardía, tendría una hora oficial más adelantada que el país más oriental. Los husos horarios dejarían de ser franjas y se entremezclarían, con Francia compartiendo hora con Portugal, y España con Alemania. Para evitar semejante despropósito uno de los dos países (o ambos) tendría que rectificar.
Se trata de un mero ejemplo hipotético, para evidenciar la necesidad de una coordinación entre los países europeos (no solo los de la Unión) en la elección de sus horarios. Hasta que no tengamos un acuerdo razonable sobre el nuevo mapa horario, sería temerario seguir adelante con la supresión del cambio de hora. Pero este acuerdo podría ser más complicado de lo que parece, dado que hasta dentro de algunos países puede haber importantes discrepancias, presumiblemente sobre todo en España. Posiblemente nos daremos cuenta de que no estamos tan mal con el actual cambio de hora y que es más fácil decir que no nos gusta por los inconvenientes que nos pueda causar dos veces al año, que encontrar una alternativa que no levante ampollas. Veamos qué soluciones se perfilan para España.
Una opción, muy en línea con su posición geográfica y que parece contar con bastante apoyo político, es la de adoptar en todo el país, inclusive las Islas Canarias, la hora GMT+1 (nuestra actual hora de invierno, salvo en Canarias donde es la de verano). Así no solo tendríamos una única hora nacional, sino también ibérica, si como es previsible Portugal opta por su actual hora de verano.
Sin embargo, al suponer anocheceres estivales una hora más tempranos en la España peninsular y en las Islas Baleares, debido a la supresión del adelanto del reloj de marzo a octubre, sería seguramente un cambio impopular, dado el aprecio que solemos tener a las largas tardes de luz, que coinciden con nuestro habitual tiempo de ocio. Sobre todo en el turístico Levante, con los anocheceres más tempranos del país, cabría esperar una resistencia feroz contra la hora GMT+1, que hasta podría reavivar el conflicto catalán. También el Parlament Balear aprobó en 2016 por unanimidad una declaración institucional en la que pidió al Gobierno central mantener la hora de verano (GMT+2) durante todo el año en el archipiélago, una propuesta a la que se unió posteriormente la Comunidad Valenciana. Entonces era una reivindicación meramente simbólica e irrealizable dado que el cambio de hora era obligatorio en la Unión Europea, pero que si efectivamente llega a suprimirse puede aspirar a ser una solución alternativa –y ya no solo para Baleares y Valencia.
Accediendo a la adopción de la actual hora de verano (GMT+2), el Gobierno podría evitar un probable conflicto con estas regiones orientales y todos conservaríamos nuestras tan apreciadas largas tardes de luz, que en invierno hasta se prolongarían en una hora al suprimirse el retraso del reloj de octubre a marzo. Pero de la misma forma también se retrasarían los amaneceres invernales, hasta pasadas las 9 horas a principios de enero en todo el territorio nacional, algo que actualmente en Europa solo sucede en latitudes mucho más septentrionales, como Escandinavia. Pero mientras que ahí es inevitable por la corta duración de los días invernales, en España sería consecuencia de la hora elegida, la más adelantada frente a su posición geográfica de toda Europa. Cuanto más nos desplazamos al oeste, más se acentuaría este fenómeno, hasta llegar a amaneceres pasadas las 10 horas en Galicia a principios del año –algo que puede ser ventajoso para recuperarse la mañana de Año Nuevo de los excesos de Nochevieja, pero que en circunstancias normales parece un disparate.
Por tanto, aunque la hora GMT+2 puede ser muy popular y ventajosa para una parte de España y favorecer el turismo, no parece viable para las zonas más occidentales durante todo el año. En caso de optar por ella como hora permanente, convendría asumir que al menos las Islas Canarias y Galicia se quedasen con la hora GMT+1, coincidiendo (seguramente) con Portugal. Si bien este doble huso se perfila a priori como un inconveniente frente a la opción descrita anteriormente (GMT+1 para todo el territorio nacional), no debería descartarse de antemano, sobre todo si la opción GMT+1 acaba derivando en un conflicto territorial. No tendría por qué suponer una complicación insalvable para España, donde ahora mismo también conviven dos husos horarios. Cuando se indica la hora en la radio, a la famosa coletilla "una hora menos en Canarias" solo habría que añadir "y Galicia".
Geográficamente tendría mucho sentido, ya que Galicia pasaría a formar conjuntamente con Portugal una zona horaria común para la franja más occidental de la península ibérica. El inconveniente de un cambio de hora en la frontera oriental de Galicia que lo separa del resto de España se vería compensado por la desaparición del cambio en la frontera meridional con Portugal. Tampoco debería interpretarse como una muestra de incapacidad de ponerse de acuerdo, sino más bien como la consecuencia de la considerable extensión Este–Oeste del país: el anochecer a finales de junio y el amanecer a principios de enero se producen más de una hora antes en Mahón (Menorca, Baleares) que en La Coruña (Galicia).
En cualquier caso, dada la complejidad de la cuestión, abordada con mayor profundidad aquí, no deberíamos complicarla más aun entremezclándolo con otros asuntos, como la conciliación laboral o la productividad, asuntos que no mejorarán con un mero cambio de nuestra hora oficial. Mezclar estos asuntos, como ocurre con frecuencia bajo el término genérico de 'racionalización de los horarios', solo añade confusión, muy palpable en el debate público.
De la misma forma tampoco parece razonable plantear el asunto en clave ideológica: una cosa es el origen franquista del actual horario español y otra cosa es la cuestión meramente práctica de qué horario es el que más nos conviene hoy en día. Regresar a la hora abolida por Franco -es decir, la de Greenwich (GMT) en la España peninsular y Baleares–, implicaría retrasar el reloj en dos horas frente a nuestra actual hora de verano, o, que es lo mismo, una hora frente a nuestra actual hora de invierno, dejando por ejemplo a Barcelona con unos anocheceres entre las 16:20 (a principio de diciembre) y las 19:30 (a finales de junio) aproximadamente. ¿De verdad queremos eso? Cuesta creerlo y da la impresión que algunos que lo piden no son conscientes de ello, y en realidad se refieren a la hora GMT+1 (que como ya aclaramos anteriormente es precisamente la hora 'alemana' adoptada por Franco, por mucho que ahora Alemania pretende sustituirla por la hora GMT+2).
Este artículo se publicó originalmente en El País, en la columna de la Fundación Alternativas.