‘Filomena’, ‘El secreto’ y ‘El abanico de Lady Windermere’, un director para tres comedias
Obras que funcionan porque este director sabe tirar de la cuerda y aflojar.
Sí, definitivamente el verano es para la comedia. Y hoy esta sección trae un trío con un denominador común: Ramón Paso y sus ángeles: Ana Azorín, Ángela Peirat e Inés Kerzán. El director de escena que ha encontrado su lugar y su público en el Teatro Lara. Donde ahora mismo el espectador puede ver y reír con Filomena, El secreto y El abanico de lady Windemere.
Obras que funcionan porque este director sabe tirar de la cuerda y aflojar. Es decir, tensar la función para que la gente se libere de dicha tensión mediante la risa. Y aflojar para que el público una ver relajado, descanse, se prepare con lo que oye y ve, antes de volver a tensar la situación de la escena y al espectador.
Un juego al que le ha ido cogiendo el tranquillo, lo que se nota en Filomena, la obra que muestra la gestión política de una situación de crisis como fue el temporal de nieve de 2021. Una obra que no solo dirige, sino que además, ha escrito y produce a través de la compañía Paso Azorín Teatro.
Quizás sea, de las tres obras citadas, la más personal. En la que no deja títere con cabeza. Donde los políticos son unos oportunistas que resultan tener corazón. Y miedos. Unos pobres diablos que se conducen en la vida con las mismas inseguridades que sus votantes. Y, como ellos, solo quieren ser felices y conservar su oficio, que no deja de ser su forma de obtener beneficio.
Porque una de las características del teatro de Ramón Paso es que, independientemente de lo extraña que sea la situación y los personajes, incluso de la interpretación que hagan los actores, el registro que usen, siempre se les ve humanos. Normales.
Igual de normales que la familia que protagoniza la comedia de salón, de El secreto de Eric Assous. Nunca mejor dicho lo de salón ya que sucede en el de una casa, bastante burguesa, de esos con vistas, como los protagonistas de esta obra tienen del Teatro Real y la Plaza de Oriente.
Obra en el que el hijo anuncia su separación. Revelación que da lugar a que se destapen otros secretos que amenazan con echar por tierra la familia ideal de la muerte que formaban. Una inestabilidad que permite el equívoco, la ironía sobre la pareja y la familia, tal y como se han entendido siempre.
Una obra que tal vez se precipite al final para atar cabos. Para que vuelva el orden que se ha desordenado durante función. Un orden y un desorden que se disfrutan gracias a todos sus actores, pero, sobre todo, gracias a Susana Hernaiz.
Una cómica en la mejor tradición española de cómicos, que interpreta a una divertida madre y esposa, con mucha fuerza, que se agarra a la menestra como tabla de salvación. Alguien en la tradición de Florinda Chico o Rafaela Aparicio, puesta al día.
Igual que Ana Azorín. Otra cómica como las de antes. Nacida para ser querida por el público. En la que no resulta difícil ver el espíritu con el que Lina Morgan hacia comedia. Un espíritu actualizado al siglo XXI, pero que no reniega de hacer un buen chiste ni de provocar con una expresión o un fíjate la risa del público poniéndose ella por delante. Aunque siempre buscando el momento, la oportunidad que le dan el interpretar mejores textos que la Morgan.
Tanto es así que la Duquesa de Berwick que interpreta en El abanico de Lady Windermere, a la que han puesto de nombre Anette, casi roba el protagonismo a la lady del título. Y eso que Inés Kerzán, la actriz que hace de Windemere, se muestra muy competente en este personaje, igual el que interpreta en Filomena.
En este sentido hay que decir que, en general, las actrices de estas tres obras superan a los actores. Quizás porque llevan más tiempo trabajando con Ramón Paso y le entiendan mejor. También porque llevan más peso en las funciones.
Lo cierto es que, desde el patio de butacas se las ve confiadas en lo que hacen. Tanto que las lanzan las frases como si hubieran sido escrito para ellas, para el tipo de actrices que son. Tanto que les permite el amorcillamiento controlado. Uno que facilita la contextualización de los ágiles diálogos de Oscar Wilde.
De hecho, el montaje se presenta como una versión libre de la obra hecha por Ramón Paso. Quien de nuevo presenta en esta obra un orden natural de la vida entre las clases acomodadas y burguesas del Londres de finales de siglo XIX, sueño para muchos occidentales de hoy en día, que se pone patas arriba.
Un orden de matrimonios que defienden su fidelidad por encima de todo. Un orden al que amenazan parientes y amistades, prestos a prender la desconfianza y el equívoco con cualquier chisme o rumor del que tengan noticia. Que viendo cómo se comportan, se piensa que teniendo amigos y parientes como estos para que se quieren enemigos,
Por tanto, se está ante tres obras de apariencia sencilla. Obras hechas para entretener y divertir a un público amplio. Que iría desde los instagramers hasta sus abuelos y abuelas, pasando por sus padres prejubilados o a punto de jubilarse y que todavía disfrutan del estado del bienestar y de una concepción del mundo que es ya otro mundo.
Incluso en la obra de Wilde, a pesar de estar programada de noche, se oye reír a los hermanos pequeños de dichos instagramers. Ya que algo del espíritu de función de colegio han recogido. De estar jugando en el patio, con el entusiasmo y la felicidad que lo hacen los niños.
Con este espíritu, Ramón Paso consigue espectáculos que enmiendan la plana a la cruda y catastrófica realidad del día a día. Al menos, catastrófica según lo que se cuenta en las noticias y a todos aquellos cuñaos que uno se encuentra en las reuniones familiares y en los bares. Prestos a darte una explicación no solicitada, a aportar argumentos sólidos y de peso.
En Filomena, tras una crítica en la que se ven trazas de David Mamet pero en comedia, recupera ética y estéticamente a los políticos y a sus asesores. Y en El secreto y El abanico de Lady Windemere, recupera la sacrosanta institución del matrimonio, la familia y el amor romántico. Da igual que en dichas obras se hayan ridiculizado.
Happy endings para unas tragedias que en el teatro funcionan y se comprenden mucho mejor cuando se convierten en comedias y se hace al público reírse de ellas. Oxigenarse y relajarse. Que falta hace.