12-O, una Fiesta Nacional con la atención más puesta en las togas que en los uniformes
La ausencia del presidente del CGPJ y el Supremo, hastiado por el eterno proceso de renovación, rondará el desfile de la Castellana, un momento de tregua en la tormenta.
España celebra este miércoles su Día de la Fiesta Nacional y, otro año más, lo hace con demasiado ruido de fondo. El acto institucional en el Paseo de la Castellana de Madrid será una tregua forzosa en la agenda política frenética -siempre a la gresca y más en un año previo a elecciones de todo tipo- pero, también, un doloroso recuerdo de lo que está por hacer: la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Constitucional (TC). La renuncia de Carlos Lesmes al frente del gobierno de los jueces y del Supremo dejará vacía su silla en la tribuna. Una ausencia que es un clamor.
Uno de los tres poderes del Estado, el Judicial, estará sub representado, no por su cabeza visible, que dice que estar viendo el desfile cuando ha abandonado sus obligaciones carecería de sentido. Su adiós aún no se ha publicado en el BOE, por lo que sigue siendo el máximo representante de un poder del Estado, pero ha dicho que no. Habrá vocales del CGPJ, miembros de la sala de gobierno del Supremo o presidentes de los distintos Tribunales Superiores.
De hecho, los dos aspirantes a suceder a Lesmes, Francisco Marín y Rafael Mozo, pueden acudir por esta vía, pero son sólo parches a una situación sin arreglar que va mucho más allá del protocolo y los fastos. Nadie se ha planteado que haya un sustituto para Lesmes, dado el enfrentamiento abierto entre los vocales del CGPJ para ver quién debe ocupar la presidencia.
Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, acude ya como veterano, se estrenó en un 12 de Octubre en 2014, como el propio rey Felipe VI. Llega a una nueva bancada Alberto Núnez Feijóo, que cambia la de los presidentes autonómicos por la del líder de la oposición. Sánchez y Feijóo llegan a esta cita tras haber acordado el lunes, in extremis, un impulso a esa renovación judicial, forzado por la marcha de Lesmes. “Un último intento”, dijeron las dos partes, reunidas en La Moncloa.
Desde entonces, no ha habido anuncios de cómo avanzan, si avanzan, los negociadores nombrados por el Gobierno -el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños- y el PP -el vicesecretario de Institucional Esteban González Pons-. La noticia es que se retomaban los contactos cuando llevan meses sin contacto, cuando el desastre institucional es mayúsculo y hasta ha obligado a la Unión Europea a tirar de las orejas.
Los ojos estarán puestos sobre Sánchez y Feijóo en los corrillos previos al desfile, que se espera que comience a las 10:30 de la mañana en la Plaza de Lima, y en la recepción posterior en el Palacio Real. Bajo la mirada de los reyes, será el momento de los gestos, las fotos, los comentarios. A falta de Lesmes, habrá en el acto más presidentes regionales que de costumbre, todos menos el catalán Pere Aragonès y el vasco Íñigo Urkullu.
Atentos también a los juegos de la coalición PSOE-Unidas Podemos en este último 12-O antes de ir a comicios generales. Todo acto con presencia real es mirado con lupa, sabido el republicanismo militante del socio más a la izquierda en el Ejecutivo, pero además el de este miércoles lleva el añadido de lo militar. Y los dos socios llegan con amargor en la boca por los choques de la última semana a propósito del aumento en el presupuesto de Defensa para 2023, un 25% más, hasta los 12.825 millones de euros, de los que el 72% se destinará a programas de modernización. Todo, en busca de la meta de destinar el 2% del PIB nacional a la materia, tal y como está comprometido con la OTAN. Los morados han avalado las cuentas del año que viene, pero insisten en que se le han “ocultado” detalles y que eso es una “deslealtad”.
De base hay una cuestión ideológica, por más que se añadan coyunturas y maniqueísmo. Chocan dos maneras de ver la crisis que todo lo empapa en estos momentos, la invasión de Ucrania por parte de Rusia, que está forzando las costuras de la coalición tanto por la participación más activa de España en la OTAN como por los compromisos alcanzados entre los Veintisiete para dar medios, dinero y armas a Kiev para defenderse y resistir. Sobre la necesidad de intervenir o no y en qué grado se basa el debate de los euros. Por ahora, superado, pero vienen semanas de negociación de las cuentas.
No habrá dudas en el aplauso a los servicios de emergencias que han actuado en las catástrofes naturales de los últimos tiempos en España, como la UME, a quienes este año homenajea especialmente el desfile de Madrid.
Vox, la ultraderecha plenamente asentada en el Congreso y en varios parlamentos autonómicos, ya hizo el pasado fin de semana alarde de patrioterismo en el evento Viva22, aunque con menos éxito del esperado. En este Día de la Raza o de la Hispanidad, como lo siguen llamando aunque no sea su nombre se esperan su ya clásico intento de adueñarse de los símbolos nacionales, con actos en las proximidades de La Castellana. Quieren lucir fuertes, a dos semanas de la victoria de Giorgia Meloni en Italia, pero las encuestas dan un trasvase de votos formidable al PP y dentro tienen una guerra interna con la que se están desangrando solos.
Vuelta a la normalidad
El de este miércoles no es un desfile más. Supone recuperar el brillo de los años anteriores a la pandemia de coronavirus, con más de 4.000 hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas que marcharán junto a 150 vehículos, cerca de 220 caballos y 84 aeronaves que sobrevolarán los cielos de la capital. Los datos aportados por el Ministerio de Defensa que comanda Margarita Robles dan cuenta de que la trifulca política no es la única normalidad que vuelve a primer plano.
Por segundo año consecutivo, el rey Felipe presidirá la parada militar acompañado por la reina Letizia y por la infanta Sofía, la pequeña de sus hijas, ya que la princesa Leonor se encuentra en Gales, estudiando en un internado donde el calendario de festivos no casa con el español. Los reyes llegarán alrededor de las 11:00 horas a la Plaza de Lima. La zona está animada desde poco antes, con los tradicionales puestos de ventas de banderas, las vallas copadas desde primera hora y las idas y venidas de los militares.
Los reyes serán recibidos con honores militares, tras lo cual don Felipe pasará revista al Batallón de Honores de la Guardia Real, luego saludará a las autoridades con su familia y comenzará el evento, con un salto paracaidista de efectivos de la Brigada Paracaidista portando la bandera nacional. Izado y homenaje a los que dieron su vida por España serán los pasos siguientes, los más sentidos del día, para dar paso luego al discurrir multicolor de uniformes, en el que no sólo participan militares de Tierra, Aire y la Armada, sino miembros de la Guardia Civil, la Policía Nacional, Salvamento Marítimo o Protección Civil.
Habrá acrobacias de la Patrulla Águila y habrá cabra de la Legión, que la nueva Ley de Protección Animal aún lo permite. Además, en conmemoración del centenario de la creación de las Unidades Acorazadas, se expondrán seis vehículos históricos en el Paseo de la Castellana.
La normalidad recobrada se nota también en la recepción a las altas autoridades del Estado y a representantes del mundo político, económico, social y cultural en el Palacio Real, muy limitada hasta ahora: en 2020 se canceló y el año pasado se celebró, con una lista de invitados reducida, en el Patio de Armas del Palacio y sin cóctel posterior. Con mascarilla incluso al aire libre, como recuerdan las fotografías de aquella jornada. La Agencia EFE indica que está previsto que acudan unos 1.300 invitados, que tras saludar a los reyes en el Salón del Trono, pasarán al Comedor Real donde se servirá un cóctel. El momento, fuera de cámara, donde se puede cocer mejor lo importante.
Un poco de historia
El 12 de octubre es el Día de la Fiesta Nacional española desde que así lo estableció la ley 18/1987. Afirma que la fecha elegida simboliza la efeméride histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos.
Los orígenes de la fiesta nacional, que recibió en tiempos menos democráticos el nombre de Día de la Hispanidad, se remontan a 1918, cuando bajo el reinado de Alfonso XIII se instituyó este día de celebración nacional, siguiendo el modelo de países latinoamericanos que instauraron sus Días de la Raza, como aún se les denomina en México o Estados Unidos. La fiesta se consolidó bajo el régimen de Francisco Franco, estableciéndose como festivo en todo el país.
La fiesta se siguió celebrando en la Transición, aunque su sentido se fue transformando, y ya en 1982, el primer BOE publicó un real decreto ratificando el 12 de octubre como Fiesta de España. Lo de “Hispanidad” se perdió en el camino, viejo como era. Hubo quien defendió que se eligiera para esta fiesta el 6 de diciembre, día en que en 1978 se aprobó la Constitución en vigor, pero aún pesó el día asociado al descubrimiento de América, con el escozor que eso genera al lado del Atlántico.
Días o nombres aparte, el objetivo de quienes lo fijaron era que el 12-O sirviera de día de comunidad, de unidad, mucho más profundo que el patriotismo que se limita a la bandera, al “patriotismo de trapo”, que lo llama el filósofo sevillano Emilio Lledó. Un día para festejar el trabajo común de poner en marcha una sociedad, entre todos, desde el saber, la cultura y la solidaridad.
Sólo volviendo a ese origen el Día de la Fiesta Nacional vale de algo.