Feminismo guay de salón
Hasta hace diez minutos, contados bajo el patrón de la velocidad del sonido, decir públicamente que eras feminista te convertía en una apestada, radical de mierda, anticuada, fea, lesbiana, frígida, bigotuda y alienígena. Tanto cuando lo declarabas en un plató televisivo, en una reunión de gente conocida, en el corro de la patata, en el gimnasio, o en la Cumbre del café colombiano. Mujeres y hombres te miraban mal, eras sometida a una radiografía externa y, si no declaraban la guerra dialéctica, te ignoraban. Esto último era lo que todas preferíamos. Entablar diálogo sosegado era imposible y entrar en pugilatos con personas ignorantes del tema nunca me moló.
A lo largo de todos estos años de travesía del desierto he oído un verdadero compendio de malignidades. Y también he sufrido lo indecible. No sólo me hacían daño los desdenes colectivos, comentarios atrabiliarios, rechazos profesionales, miradas de asco... cuando no de odio. Los que más herían llegaban de personas aparentemente cualificadas y cultas. Mayoría varones pero también mujeres. Ellos que hacían gala de múltiples conocimientos y méritos desconocían todo lo concerniente al feminismo. Era el gen patriarcal que les impelía hacia la más completa agrafía. Hubo un tiempo que sí confraternizaba con estos seres, pero llegó un momento en que decidí guardar mis energías para otras causas y cruzadas.
Los dardos seudoinocentes de las mujeres sin conciencia de género daban más que pensar, porque las feministas consideramos hermanas a todas en su globalidad total. Frases de manual como "las mujeres somos nuestras peores enemigas", "yo también soy feminista pero femenina", "soy feminista pero no de estas radicales y quiero y amo a los hombres"... Una lapidación constante contra nosotras en base al gran desconocimiento que persiste, por mucho que lo neguemos, en todas las capas sociales, con sus colores, sus religiones, sus sexualidades variantes y sus camisitas y canesús.
Muchas de nosotras transitamos por territorios académicos, periodísticos e intelectuales en alternancia con sectores menos privilegiados de la ciudadanía. Y en ambas fallas sociales he constatado el oscurantismo, asnada, ineptitud, incultura y desdén hacia nuestras luchas, actividades y logros. Por no hablar de la Res pública. La quiniela se iguala tanto en derecha, izquierda y ya no pensemos en la ultra montaraz.
El mejor y más clarificante ejemplo sucedió cuando el pasado 8-N las mujeres feministas pactamos con los agentes sociales una huelga de 24 horas en trabajos y cuidados. Los dos partidos más significativos de la extrema derecha, PP y Ciudadanos, mandaron a sus militantas-obusas mujeres contra nosotras. Otra vez tuvimos que escuchar, días antes y cuando faltaban horas para nuestro sueño colectivo, lo de "son unas vagas, se creen las élites y esto va a ser un fracaso". De hecho estas mujeres, algunas de ellas con cargos políticos relevantes, declararon que "ese día vamos a trabajar más que nunca", aseveración esta última que daba mucho para pensar y reír a la vez.
Antes de las 18:00 cuando, con las hormonas royendo sus hígados como las ratas en las alcantarillas, constataron el éxito de nuestras demandas y el pétreo magma de las riadas callejeras, cogieron a sus líderes del brazo y en estado de réquiemarrasaron los lazos violeta de las tiendas chinas del Estado. Para el telediario de las 20:00 lucieron como pinceles con los nudos en las pecheras.
Y justamente a partir de esa fecha, por la dimensión mediática tanto estatal como internacional, hubo una reconversión multitudinaria de mujeres y hombres notables que se bañaron en las aguas del Jordán en total desnudez mental para ser rebautizad@s como creyentes y practicantes feministas.
Ahí están formando fila, las Anas Patricias Botines, Cospedales, Arrimadas, y hasta esas fieras anfibias de Hernando, Maíllo , Casado, Rivera, Mariano y demás floridas mesnadas.
La última en incorporarse a la ola guay, molona, cuki, cool y chula, ha sido Gloria Lomana. No se puede escribir un pretendido libro feminista sin haber estado dentro. Yo jamás de los jamases la he visto. Y mucho menos cuando has tenido comportamientos escandalosamente machistas con tus compañeras laborales en el tiempo que exhibías mando y autoridad. No se puede salir a buscar "bolets" cuando las setas te salen en procesión contestataria bajo tus pies.