Por qué Europa no puede prescindir de la energía rusa todavía
"Debemos ser inteligentes. El objetivo es hacerle daño a Rusia, no hacernos daño a nosotros mismos".
Aunque Occidente se muestra unido para castigar al presidente ruso Vladimir Putin por invadir Ucrania, la dependencia de Europa de la energía rusa lo está dificultando.
El presidente estadounidense, Joe Biden, se reunió el viernes con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para anunciar un nuevo plan según el cual Estados Unidos y otros países aumentarán los envíos de gas natural licuado a Europa en al menos 15.000 millones de metros cúbicos en 2022, una cifra que aumentará en los años siguientes.
“Como europeos, queremos diversificarnos y alejarnos de Rusia mediante proveedores en los que confiamos y que son amigos”, expuso von der Leyen durante una rueda de prensa conjunta en Bruselas.
Sin embargo, Europa sigue dependiendo de la energía rusa y no puede prescindir de ella de la noche a la mañana.
El año pasado, Rusia proporcionó el 8% de todas las importaciones de petróleo de Estados Unidos, incluido el 3% de las importaciones de crudo, según la Administración de Información de Energía de Estados Unidos. Estados Unidos no ha importado gas natural de Rusia desde 2019, según Forbes.
Estados Unidos prohibió las importaciones de petróleo y gas ruso a principios de este mes.
“Estados Unidos produce mucho más petróleo a nivel nacional que toda Europa”, dijo Biden al anunciar la prohibición. “Podemos dar este paso cuando otros no pueden”.
En contraste, la Unión Europea depende de Rusia para el 40% de su gas, el 27% de sus importaciones de petróleo y el 46% de las de carbón, según Reuters.
“Somos mucho más dependientes en Europa en comparación con Estados Unidos”, aseguró Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, en la CNN el miércoles 23. “Por eso debemos ser inteligentes. El objetivo es hacerle daño a Rusia, no hacernos daño a nosotros mismos”.
La relación energética de Rusia con Europa se remonta a la Guerra Fría, explica Pierre Noël, investigador del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia. El gas natural de la Unión Soviética ayudó a Europa Occidental a no depender de los productos derivados del petróleo tras las crisis del petróleo de los años setenta.
En 1981, el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, impuso sanciones que prohibían a las empresas estadounidenses participar en el desarrollo de un gasoducto desde Siberia hasta Alemania. Sin embargo, Reagan levantó las sanciones un año después tras la dura oposición de la industria del gas y el petróleo, según The New York Times.
Años más tarde, a principios de la década de los 2000, algunos países europeos se mostraban cada vez más recelosos de la dependencia energética rusa con la llegada de Putin al poder y el cambio de la relación política de Europa con el país.
“Sin embargo, Rusia siempre fue un proveedor muy fiable y adaptó sus condiciones comerciales al cambiante mercado europeo, asegurando la competitividad de su gas”, explica Noël.
Además, algunas potencias europeas, como Alemania y Francia, querían mantener una buena relación con Rusia, y consideraban que la energía era un ámbito en el que la cooperación había dado buenos resultados, añade.
A los países de la UE les preocupa que una mayor presión sobre Rusia pueda causar un gran daño a la economía mundial.
Alemania —la mayor economía de Europa y la cuarta del mundo— depende de Rusia en más de la mitad de su gas y un tercio de su petróleo, según la London School of Economics. La interrupción del suministro energético ruso resultaría demasiado arriesgada.
“El daño económico sería considerable”, asegura Christian Egenhofer, investigador del Centro de Estudios Políticos Europeos. “Una cuestión es si debemos debilitar nuestras economías y otra es si debemos tener preparadas más sanciones por si Rusia usa armas químicas o más brutalidad contra los civiles”.
Mientras tanto, no se sabe cuánta presión financiera está dispuesta a tolerar la UE para castigar a Rusia.
“Creo que es importante para nosotros, a nivel de la Unión Europea, proteger nuestro poder económico”, afirma Charles Michel a la CNN. “Esa es la condición fundamental para apoyar a Ucrania y tomar medidas contra Rusia”.
Los precios del gas y el petróleo alcanzaron máximos históricos en todo el mundo desde que Rusia invadió Ucrania. Pero el aumento de los costes del petróleo también afecta a otras industrias, advierte Anne-Sophie Corbeau, investigadora del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia.
“El aumento del precio del gas también implica un alto precio de la electricidad”, señala Corbeau. “Eso puede tener un impacto grave en nuestras industrias. También puede tener un impacto desastroso en la producción de fertilizantes y, por tanto, en la producción de alimentos, lo que puede dar pie a una crisis alimentaria”.
Biden ha acusado a Putin de utilizar el suministro energético de su país para “coaccionar y manipular a sus vecinos” e “impulsar su maquinaria de guerra”.
Putin ya ha demostrado que está dispuesto a explotar esta dependencia al anunciar el miércoles que los “países no amigos” tendrán que pagar el gas ruso en rublos.
Esto podría resultar aún más complicado para Europa, que debe mantener un complicado equilibrio entre su dependencia de Rusia y su condena a una guerra que ha obligado a casi 4 millones de ucranianos a huir del país.
“Supongo que la gente primero exigirá que se respeten los contratos”, especula Noël sobre los clientes europeos de Rusia. “Sin embargo, en Europa no hay ganas de que se agrave la crisis energética, por lo que es probable que los gobiernos pidan a las empresas europeas que cumplan, obligándolas a utilizar la divisa rusa”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.