Europa, el espejo en el que mirarnos para el que tenemos pocas propuestas
Radiografía de la UE en campaña: es el listón de excelencia que ansiamos superar... y un puñado de referencias vagas, abiertas, que comprometen a poco
“Cuidad de Europa”. Fue lo último que Jean-Claude Juncker, aún presidente de la Comisión Europea, dijo en su discurso de despedida ante el Parlamento comunitario, el pasado 22 de octubre. No sólo es el ruego de quien tiene cariño a un club por el que ha batallado durante años. Es también una orden, porque los tiempos son crudos: tras un tiempo pensando que eran apenas marejadillas, nos azotan ahora las aguas gruesas y arboladas del Brexit, la ultraderecha, las guerras comerciales, los valores desgastados.
Para ser todo eso esencial, bien poco aparece en los programas políticos de los principales partidos de cara al 10-N. Escasas líneas y siempre con un denominador común: la Unión Europea (UE) es nuestro referente, queremos que nuestras medias (en ayudas sociales, en educación, en investigación, en PIB, en transparencia...) superen las de los Veintiocho o estén al menos en la zona templada, nunca por debajo, pero pocas propuestas concretas se plantean para lograrlo. Prima, sobre todo, la visión nacional, el barrer para casa, con escasas excepciones.
Juan Luis Manfredi, profesor de Periodismo de la Universidad de Castilla-La Mancha e investigador del Centro de Estudios Europeos Luis Ortega Álvarez, explica a El HuffPost que Europa siempre ha sido “un espacio de consenso” en la política nacional y por eso, “cuando no hay capacidad de mandar un mensaje diferente, diferenciado”, no interesa hablar del asunto. “Donde hay consenso y estabilidad no hay roce, y eso es lo que ha pasado históricamente con Europa. La UE es un apoyo en cuestiones de financiación o con crisis como la de Cataluña, claramente. Los partidos entienden que es parte de la solución y eso no se discute”, añade.
Los debates son muy puntuales y pegados a cuestiones que interesen a una tierra en concreto, como puede ser la PAC en Andalucía o Castilla-La Mancha. “Pero es un debate falso, para la pelea diaria de los partidos, porque todo está consensuado. Es demasiado importante”, apunta. Los ciudadanos acogerían bien una mirada más detenida sobre Europa en campaña, porque “esa es su sensibilidad”, los españoles tienen “valores que encajan bien con el sueño europeo”, pero si no hay pugna, no entra en la agenda.
El analista asume que en unas elecciones generales pesa lo doméstico, pero en el caso de Europa, pesa además ese temor a salirse de la línea general. “Nadie quiere dar un paso más atrevido”, constata. Recuerda que Ciudadanos tomó la iniciativa meses atrás, reclamando más aire fresco, un nuevo peso en las instituciones (un carro del que tiraba sobre todo Luis Garicano) pero quedó “en nada”.
Ahora, sin embargo que hay una “novedad” que puede hacer que las cosas cambien: “la irrupción de Vox, con su discurso antieuropeo, antiglobalización”, que dio la cara incluso en el debate de líderes del pasado lunes. “Es la primera vez que se alza una voz contra el consenso general proeuropeo. Eso puede generar debate. A lo mejor mueve el avispero. La parte triste es que ninguno de los otros cuatro partidos salieron a pararle los pies a quien propugna menos Europa”, se lamenta.
Al menos, dice, si “tu adversario se sale del consenso, es buen momento para reforzar mensajes” de defensa de los valores comunitarios. Los partidos españoles deberían recordar, por ejemplo, que Polonia o Hungría podrían ser sancionados por Bruselas justamente por alejarse de la raíz de la Unión. Que eso se paga, que no es sólo un discurso.
Tomar la iniciativa
España, en campaña y fuera de ella, debe “tomar la iniciativa, porque hay procesos como el del Brexit que, siendo terribles, nos benefician”. Porque es uno de los cinco mayores países de la UE y tiene cosas que decir, porque tiene abierto el contencioso de Gibraltar y aguas territoriales con las que negociar, porque es una puerta a América Latina... Por todo eso, puede pesar en Bruselas y también en Londres. “Lo que tiene es que dar el paso”.
Un paso “perdido”, dice, cuando por motivos domésticos se pierde un alfil esencial en Bruselas como el popular Esteban González Pons, “llamado a ser portavoz del Grupo Popular, respetado, buen orador”, relevado por la exministra Dolors Montserrat, una “novata europea”. Por eso, el también autor de Diplomacia corporativa. La inteligencia directiva, aboga por un “impulso” de nuestra política exterior, inteligente, que se ponga al frente de la alianza.
Es obligado preguntar entonces por Josep Borrell, ministro de Exteriores aún y a las puertas de ser el nuevo jefe de la diplomacia comunitaria. “Justo esa es una magnífica noticia. Tenemos que intentar superar la visión partidista y entender que tenerlo en un top job de la UE es estar más cerca de su agenda, de sus sensibilidades, de sus proyectos. Facilita la comunicación y la visibilidad. Un win win”, cuando España lleva más de 15 años sin tener puestos de verdadera responsabilidad.
Levantada sobre Europa
Michael H. Smith, investigador universitario y analista británico, sostiene por su parte que, en unas elecciones nacionales, es “entendible” que el foco se ponga en lo doméstico, pero recuerda que el 70% de las leyes que rigen en el continente actualmente se redactan y aprueban en Bruselas y Estrasburgo, por lo que “sería razonable” que se le dedicara más espacio. “Lo europeo también es doméstico”. España debe empezar, sostiene, a mirar a otros “referentes” como Alemania o Francia. “No puede estar desaparecido del debate nuestro escenario diario, donde nos jugamos el presente y el futuro”, señala.
“Europa no es perfecta, pero es la garantía de cómo materializar los derechos humanos, la libertad, la solidaridad, la cohesión social, la prosperidad económica y, en definitiva, todas las cualidades que hacen posible el Estado de Bienestar. Si queremos preservar esas altas cuotas de bienestar, proponer cosas para Europa es esencial”, añade.
España, recuerda, no es “un actor secundario” en la toma de decisiones. Se ha visto, cita, en la negociación del Brexit y su necesidad de preservar su postura sobre Gibraltar o con el ascenso de Borrell como sustituto de Federica Mogherini. “Deberían ser inteligentes y usar ese empuje como reclamo, unos para defender lo hecho y otros, para pedir más. Ser fuertes en la primera potencia comercial del mundo, el mayor donante mundial de ayuda al desarrollo o el principal actor del cambio para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el año 2030 no es despreciable”, insiste.
“España, desde su acceso en los años 80, se levanta sobre Europa. Olvidar eso es un error. Tenemos retos comunes. Sé que la campaña es corta y el cansancio por tantas citas electorales se acumula, pero hay materias que no deben faltar: ¿no es acaso España esencial para reformar la PAC? ¿No es frontera exterior en el sur y afronta la llegada de inmigrantes y refugiados? ¿No aspira a un liderazgo verde, por ejemplo con la Cumbre del Clima de la ONU?” se cuestiona.
Mercedes Gutiérrez es una joven española recién licenciada en Política y Relaciones Internacionales, que ha pasado dos años en Bruselas estudiando y colaborando con programas del EU Youth Dialogue o Diálogo Europeo con la Juventud. En este tiempo ha participado en coloquios, conferencias y talleres en los que ha aprendido “cómo influyen” en su mundo “las decisiones de la UE”. Desde simulaciones de debate hasta un parlamento joven, pasando por la preparación de las elecciones de mayo pasado y, sobre todo, “muchos, muchos cafés con gente de otros países” que, dice, le han “abierto los ojos”.
“Los españoles decimos que somos muy europeístas, pero luego estos temas desaparecen y no armamos un escándalo. Nuestros políticos lo saben y pasan”, se lamenta.
“Yo quiero que mis gobernantes o quienes quieran serlo me hablen de empleo, de igualdad, de vivienda, de educación, porque creo que el primer problema es que tenemos una vida precaria, sobre todo los jóvenes. Y entiendo que para eso tienen que hablarme de Europa. Sin duda. Hay mínimos de inversión que hay que exigir a todos (hablo de ciencia o universidad), políticas comunes como las ambientales y luego, en la parte solidaria, normas que mantengan los valores de todos, no como se ve en el este contra los refugiados”, sostiene Gutiérrez.
Repasa los programas y sólo ve “propuestas para dentro” pero poco que “construya Europa”. “En Bruselas Puigdemont pues preocupa poco - se ríe- pero el papel que España puede jugar con el norte de África en cooperación o inmigración, eso más”, concluye.