Esto es lo que sucede cuando sufres una relación narcisista
Escrito por Lenora Thompson
Retorcida. Inmadura. Consentida. Y esa mueca sonriente de "Venga, que no ha sido para tanto. Tu mujer/marido/padre/madre/abuelo/hermano lo hizo con buena intención. Esa crueldad fue un incidente aislado. Un parpadeo. Igual era una broma. Igual tenía un mal día o igual le había ido mal algo en el trabajo. ¿No tienes un poco de empatía? Deberías perdonar, no evitar todo contacto".
Si has sobrevivido a un abuso narcisista, habrás oído esos comentarios y visto esa mueca sonriente de "Debería darte vergüenza" demasiadas veces. Por lo general, suelen ir seguidos de un discurso sobre lo mucho que la otra persona te quiere, lo complicado que es vivir sin ti y bla bla bla. Vergüenza, vergüenza y más vergüenza, como si nos hiciera falta sentir vergüenza y una culpa falsa. Por dios, qué pesados.
Al final, quizá te rindas y dejes de hablar sobre tu (ex)familia solamente porque te parece imposible tratar de convencer a alguien de lo grave que es ese abuso narcisista. Imposible e irritante. El motivo por el que es tan difícil es porque la mayoría de los ejemplos de abuso narcisista verbal, asumidos como incidentes aislados, son perdonables. El conjunto de todos ellos, no.
Puede costar años, décadas o toda una vida que el efecto conjunto de todos los "incidentes aislados" de abuso narcisista verbal nos golpeen. Pero, llegado ese momento, el golpe nos derriba. Ese es el día en el que debemos eliminar todo contacto.
A aquellos que no hayan pasado por un abuso narcisista, la actitud "antipática" que tenemos hacia los narcisistas que han pasado por nuestra vida puede parecerles retorcida, inmadura y... ¿cuál era la otra palabra? Ah, consentida. Sí, consentida.
Sin embargo, contamos con el apoyo de un enorme número de víctimas del narcisismo de otras personas. Saben por lo que estamos pasando. Y eres su inspiración. Un valiente superviviente. Una buena persona que puso la otra mejilla una y otra vez hasta que no pudo más.
El motivo por el que el abuso narcisista es tan escurridizo es porque, dejando aparte el abuso físico y sexual, cada incidente de abuso verbal, por sí solo, era perdonable. Igual no tendríamos que haber perdonado esos pequeños abusos, pero lo hicimos. Todas las víctimas de abusos narcisistas hemos perdonado setenta veces siete. ¡Cuánta misericordia!
Perdoné a mi padre cuando se plantó ante mí, observó el estado de mi piel, estropeada por mi trastorno obsesivo compulsivo de pellizcado cutáneo patológico, hizo un mohín de repulsión y se dio media vuelta sin mirarme a los ojos ni dirigirme la palabra.
Perdoné a mi madre cuando cogió uno de los vestidos que me estaba probando y me dijo: "Estás demasiado atractiva con eso, no te lo vas a comprar, déjalo donde lo has encontrado". La perdoné cuando me dijo, a mis veintipico años: "Me alegro de que no estés casada, así no te quedarás embarazada". También la perdoné cuando alucinó al enterarse de que iba a conducir mi propio coche nuevo hasta mi propia casa nueva. Sí, por las autopistas que me tenía prohibidas y a la velocidad típica de una autopista, que también me tenía prohibida.
Esos son solo cuatro dolorosos incidentes de los cientos que me han sucedido. Siempre los perdonaba, quizás por lo inverosímiles que eran. Perdonaba, perdonaba y volvía a perdonar. Y tú también lo has hecho. Porque entre cada uno de estos incidentes, puede que haya habido días y semanas enteras de relativa paz, aunque siempre tuvieras un nudo en la garganta cuando esa persona narcisista estaba cerca. Preferías estar a solas para no estar siempre preparándote para la siguiente "crítica constructiva" o el siguiente insulto. Pero cada incidente era perdonable. Si no, no te habrías quedado ni habrías perdonado.
Fue al dar un paso atrás y ver todo con perspectiva cuando lo pudiste ver claro. Tanto tiempo mirando los árboles no te había permitido ver el bosque. Pero ahora sí que puedes. Ahora puedes ver todo el panorama y te das cuenta de que es imperdonable. Y al pensar en cada uno de esos "incidentes aislados", te das cuenta de que también eran imperdonables. No eran simples parpadeos, bromas, productos del estrés o incidentes aislados. Eran la esencia misma del abuso narcisista.
Pero, anda, intenta convencer a alguien que no ha pasado por ello. Casi prefiero encerrarme en el armario y arrancarme las uñas. Sería menos doloroso. A no ser que los interlocutores hayan pasado por lo mismo que tú, no lo van a pillar. Justificarán cada incidente diciendo que lo hicieron "por tu propio bien". O no consigues explicarte bien o se sienten identificados con la persona narcisista.
Pero tú y yo nos entendemos.
Aunque la vergüenza y la sensación de ser una mala persona por haber abandonado a tu dulce, cariñosa y amable familia amenacen con sepultarte, debes hacerte valer. Ser fiel a tu verdad. No vacilar. Porque sabes lo que sabes. Sabes lo que has vivido. Lo tienes grabado a fuego.
En esos días en los que sientas, de nuevo, que el problema eres tú y tengas la tentación de volver al amoroso abrazo de tu secta... digo... familia, toma nota de este sencillo truco. Parece una tontería, pero hace maravillas:
1. Siéntate
2. No te muevas
3. Espera hasta que se te pase esa sensación
Si no haces nada, no puedes cometer ningún error. Pruébalo. A mí me ha funcionado un montón de veces.
No eres una persona retorcida. Ni inmadura. Ni malcriada. El problema no eres tú. El abuso narcisista se compone de cientos y miles de incidentes aislados que se merecen que elimines todo contacto con esa persona. Sinceramente, es increíble que no hayamos visto el "bosque" y que no hayamos salido por patas mucho antes. Es una prueba de lo cariñosos, flexibles, buenos y pacientes que somos.
Eres una persona cuerda. Eres fuerte y tolerante. Acuérdate de eso cuando alguien insinúe lo contrario. ¡Sé fuerte y no retomes el contacto!
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.