España, échale un ojo a Alemania
El desarrollo de las vacunas contra la Covid-19 nos da algunas lecciones básicas.
Al fin tenemos buenas noticias en esta demoledora pandemia que estamos sufriendo. El anuncio casi simultáneo de las farmacéuticas Pfizer y Moderna sobre sus vacunas y los avances de otros laboratorios abren una puerta a la esperanza. Es cierto que aún quedan muchas incógnitas por resolver: cuánto dura la inmunidad, por ejemplo, o qué eficacia tendrían en los casos más graves. Pero, precauciones aparte, es la primera vez que tenemos un horizonte que nos da esperanzas de que las cosas irán mucho mejor el próximo año, tanto en términos sanitarios como económicos.
Lo que sí nos ofrece el desarrollo de estas vacunas es una serie de lecciones que debemos aprender, y la primera y principal es muy clara: la apuesta por la I+D+i es clave para nuestro futuro. No es de extrañar que los países que están liderando los proyectos más avanzados sean Reino Unido, EEUU, Alemania y China, que llevan décadas invirtiendo mucho más en investigación que España.
El caso de la vacuna de Pfizer es especialmente ilustrativo de cómo hacer bien las cosas. La farmacéutica estadounidense no hubiera sido capaz de avanzar tan rápido sin la colaboración de la empresa alemana BioNTech. Y la empresa alemana difícilmente hubiera podido desarrollar una solución innovadora tan importante sin las decisiones firmes de Alemania en favor de la ciencia y la innovación.
¿Qué ha hecho Alemania en los últimos años en materia de ciencia e innovación? Algo relativamente sencillo (aunque lo de menos es saberlo: hay que hacerlo). Tres cosas: asumir que para obtener resultados de forma sistemática en las investigaciones científicas es necesario que se produzca una inversión sostenida en I+D, contar con los equipos humanos cualificados y garantizar que haya una normativa adecuada.
Vamos a los datos, y a compararlos. Alemania es uno de los países que más invierte en I+D+i. Según la OCDE, en 2009, en pleno estallido de la crisis económica, el presupuesto federal alemán en investigación se incrementó un 9%, esfuerzo que continuó entre 2010 y 2013 sumando un total de inversión adicional de 12.000 millones de euros. En el mismo período, España redujo su inversión pública en I+D en ratios cercanos al 25%. Por eso, la inversión total sobre PIB en I+D de Alemania supera ahora el 3%, cuando en España no llega al 1,25%. En definitiva, en Alemania decidieron que la mejor salida a la crisis era la innovación; en España podemos decirlo, pero todo parece indicar que no llegamos a creérnoslo.
Esto, en cuanto a recursos económicos. Hablemos ahora de capital humano. Hay que tener una masa crítica adecuada de investigadores. Sin las mentes, sin las personas cualificadas, no es posible desarrollar las innovaciones con éxito. La comparación también aclara mucho en este capítulo: Alemania incrementó en 200.000 las personas dedicadas a la investigación entre 2007 y 2017. En el mismo decenio, lo máximo que ha logrado España ha sido evitar una fuga masiva de cerebros y mantenerse en el mismo número de personas dedicadas a I+D (220.000) que en 2007. Alemania atrae investigadores; España, a duras penas los convence para que se queden.
Y acabamos con la legislación. La alemana está adaptada a la flexibilidad que requieren los proyectos científicos, lo que es esencial para que las investigaciones lleguen al mercado. No sólo la carga administrativa que soportan los investigadores es menor, sino que la propia administración puede tomar decisiones con rapidez. Gracias a esta flexibilidad, cuando el Gobierno de Berlín vio el potencial de las investigaciones de BioNTecH y otras empresas alemanas se benefició de las facilidades legales que permitieron invertir cientos de millones de euros (unos 600, casi lo mismo que el presupuesto anual del CSIC) para acelerar los desarrollos y poder cerrar acuerdos con las grandes farmacéuticas.
Resumiendo: la inversión, la atracción de talento y la flexibilidad normativa dan resultados cuando hablamos de ciencia e investigación. Alemania es un ejemplo. Y España podría tener los mismos resultados, porque nuestros investigadores y científicos no tienen nada que envidiar a los de Alemania. El ejemplo está en las vacunas que se desarrollan en el CSIC, para las que existe el consenso científico internacional de que tienen un potencial elevado. Si van más atrasadas, la razón la debemos buscar en las condiciones de partida, no en la calidad de los estudios que se están haciendo.
Es un momento inmejorable para aprender la lección. Cualquier inversión en I+D es insignificante comparada con la posibilidad de tener una vacuna eficaz en 2021. Es el momento de que nos lo creamos de verdad. No sabemos todavía qué innovación necesitaremos con urgencia en el futuro o qué vacuna será necesaria para la próxima pandemia, pero sí hemos visto que de estas cosas depende nuestra salud y nuestra economía. Tenemos que estar preparados. Hay que sembrar para recoger. Es el momento de reforzar nuestro sistema de ciencia, aplicar políticas de innovación a largo plazo y aprovechar con inteligencia las ayudas europeas. Para dejar de ser, de una vez, el país del que inventen ellos.