Esas enfermeras transgresoras
Muchos de los y las profesionales que ella formó en su etapa como docente universitaria están ejerciendo hoy en los hospitales que están salvando vidas en esta pandemia.
Año 2020 y estamos, en casi todo el mundo, en confinamiento por una pandemia global y parece mentira, pero solo viviendo una situación así, la humanidad ha aprendido a valorar el trabajo de ese personal sanitario que, con su compromiso y entrega, está demostrando el valor incalculable de su labor.
Una de las mujeres referentes de mi vida, fue siempre una entregada a su profesión. Con la voz llena de alegría y esperanza me contaba historias sobre personas por quienes los pronósticos más difíciles no daban mucho y cómo, a pesar de ello, habían conseguido salvarles la vida para luego celebrarlo junto a ellas.
Especialmente recuerdo la de un minero y algunas de bebés en la unidad de neonatos.
Y es que justo este abril, este del confinamiento global, el mismo de los aplausos en las ventanas, balcones y terrazas, se cumplían 70 años de la graduación de mi abuela en la primera promoción de Enfermeras Profesionales de la Universidad de Cartagena (la de Indias).
Ustedes dirán “pero si mujeres enfermeras ha habido toda la vida” o “pero si esa profesión está muy feminizada”, y no mienten, claro que no, pero si hablamos de las mujeres en la formación universitaria, en los años 50 y en Latinoamérica, pues la verdad es que estas mujeres tenían su mérito, por no decir que aún eran casos anecdóticos.
Recuerdo que me contaba que ella había decidido entrar a estudiar porque sabía que eso le iba a abrir puertas al mundo, y vaya si lo hizo.
Hablamos de una señora que en cuanto se jubiló, -eso sí, con algunas aventuras previas- se dedicó a viajar por todo el mundo, sola o con sus amigas, porque estaba claro que sus inquietudes siempre la querían llevar más lejos. “¿De qué me sirve tener un jarrón bonito o una camisa costosa, si no he vivido lo que quiero?” me decía.
Poco tiempo después de recibir su título, decidieron trasladarse a Bogotá, donde ella continuo sus estudios de especialización y consiguió hacer una carrera profesional en la Seguridad Social que, para ese entonces era un sistema fuerte y sano, hasta que las decisiones políticas le llevaron al desgaste y la ruina, dando paso a que la privada empezará a hacer su agosto con la salud de la ciudadanía. ¿Os suena de algo?
Cuando llegó a la edad de jubilarse, estaba trabajando como profesora en la Universidad Militar Nueva Granada y en el SENA, después de haber pasado por un divorcio y sacado adelante a dos hijos, mientras entre otros, había sido enfermera jefa de varias unidades especializadas en los principales hospitales de Bogotá.
A esto sumemos que ella era una mujer negra en una ciudad donde los prejuicios raciales, y más en ciertos sectores profesionales, eran muy marcados, con lo cual, en una época donde las mujeres no se divorciaban, todavía no podían votar y su lugar era la casa y con los hijos. Esta mujer se lanzó a transgredir lo que se suponía que era un futuro ya preestablecido y se creó el propio, y así, sin darse cuenta, también cambió el nuestro.
¿Y por qué traigo todo esto aquí hoy? Porque estoy segura de que muchos de los y las profesionales que ella formó en su etapa como docente universitaria están ejerciendo hoy en los hospitales que están salvando vidas en esta pandemia, y entonces algo de ella está allí, salvando vidas.
Desde donde esté ahora, si escucha estos aplausos transnacionales, seguro que se emociona y mucho, aunque conociéndola estaría preocupada porque hasta eso se hiciera con la precaución necesaria para no seguir ampliando el número de contagios. Pero sí abuela, ¡estos aplausos también van por ti!