Enviar a Trump en la próxima misión a la Luna
¿A qué estamos esperando para impulsar los campamentos lunares?
Ahora que estamos en época estival y los padres buscan entretenimientos para sus hijos como campamentos y ludotecas, y aprovechando que de nuevo se empieza a hablar de volver a viajar a la Luna, con motivo del cincuenta aniversario de la llegada del hombre al satélite del planeta Tierra, deberíamos empezar a plantearnos para vacaciones futuras enviar a nuestros hijos de campamento a la Luna, con el objetivo de que las generaciones futuras vean las cosas con una perspectiva distinta. Muchos de los males que aquejan a nuestra especie son consecuencia de una cortedad de miras de los líderes de nuestra sociedad.
Qué bien les hubiera venido a los líderes independentistas y nacionalistas si de jóvenes hubieran asistido a un campamento lunar y hubieran observado desde allí que los territorios no se diferencian, ni las fronteras y que una región o un país no es más que un trozo de tierra insignificante en relación con el planeta Tierra, y mucho más si lo comparamos con el universo.
Experiencia de campamento lunar que también deberían haber vivido los que tenían el riesgo de tener tendencias racistas: desde allí hubieran sido conscientes de lo insignificantes que somos, que desde esa distancia por mucho que movamos los brazos no se nos ve, y mucho menos se aprecian las diferencias entre unos y otros. Si los campamentos lunares fueran lo habitual entre nuestros jóvenes, seguramente fuéramos más conscientes del daño que hacemos a nuestro planeta y de que si acabamos con él no lo podemos sustituir.
Sería una experiencia maravillosa para los que posteriormente fueran representantes públicos, para evitar que creyeran que el micromundo de las instituciones en el que se mueven cada día es el centro del mundo y mucho menos del universo. Dedicarían menos tiempo a la política del espectáculo y más a los problemas de su representados, después de la cura de humildad que supone ver nuestro planeta desde la distancia y comprobar que somos insignificantes.
Si las ramas juveniles de los partidos políticos tuvieran la posibilidad de asistir a actividades en la Luna en vez de a sus tradicionales escuelas de verano, en las que el líder del partido les arenga con discursos cargados de épica para hacerles ver que solo hay una verdad, que es la que ellos predican... Seguramente los partidos políticos consensuarían más, pondrían menos vetos y líneas rojas, después de que sus líderes hubieran participado de jóvenes en una experiencia que les abriría la mente.
Qué bien le hubiera venido a la humanidad si de jóvenes hubieran asistido a esos campamentos lunares personajes como Trump. Desde allí comprobaría que su famoso muro no se divisa, y cambiaría muchas de las actitudes que son consecuencia de una mente cerrada, y además si los monitores comprueban que aun así el joven Trump no consigue abrir la mente, siempre les quedaría la opción de dejarlo olvidado en la Luna, como al que se le pierde un calcetín, para evitar que un posible liderazgo futuro hiciera daño a todo el planeta.
¿Quién no conoce a un vecino, un compañero o un amigo para el que el único entorno bonito, válido y superior a los demás es el que le rodea y que más allá de él todo tiene menos valor y lo desprecian? Con las actividades lunares estos perfiles serían minoritarios. Una demostración clara de esto es la España de la dictadura, donde el cierre al mundo provocaba mentes cerradas y una evolución de la sociedad en su conjunto mucho más lenta. Por lo que para conseguir una actitud positiva de las generaciones futuras, no hace falta que viajen a la Luna, es suficiente con viajar, ver mundo y conocer otras culturas.
Siendo conscientes de todas estas bondades... ¿A qué estamos esperando para impulsar los campamentos lunares?