Marta García Aller: "Se nos dice que vamos a salir más fuertes, pero no es momento de hacer más coaching"
La periodista publica 'Lo imprevisible', un libro sobre el espejismo tecnológico que nos lleva a creer que podemos controlarlo todo, pandemias incluidas.
Lo imprevisible iba a ser un libro sobre una de las grandes contradicciones de este tiempo: que la tecnología nos da cada vez más poder para ir eliminando incertidumbres pero que es imposible la sorpresa. Iba a ser eso hasta que el más imprevisible de los imprevisibles, una pandemia global, hizo acto de presencia.
Fue entonces, desde la cuarentena, cuando Marta García Aller (Madrid, 1980) escribió un capítulo adicional sobre el coronavirus. El libro, bloqueado en una imprenta de Igualada, ganaba razón en su ánimo de poner en duda el “espejismo tecnológico” que nos había hecho pensar que lo teníamos todo bajo control. Ni de lejos.
En la entrevista, la autora habla de la importancia de la imaginación para prever lo malo y de la necesidad de una política que no trate a los ciudadanos de forma paternalista. “Con más de 30.000 muertos se nos dice que vamos a salir más fuertes... Creo que no es momento de hacer más coaching”, sostiene.
Si una pandemia como la que estábamos viviendo ya había sido prevista por expertos de todo el mundo, ¿por qué no estábamos preparados?
Porque para que una amenaza sea tenida en cuenta no basta con que alguien la prediga, hay que escucharla y sentirla. Ha pasado muchas veces a lo largo de la Historia y en esta ocasión volvimos a verlo: cuando estaba ocurriendo en China, no supimos ver la dimensión de lo que pasaba; ni siquiera cuando el virus estaba ya en Italia fuimos capaces de darle la importancia que tenía. De hecho, cuando el virus ya estaba en Madrid y la situación se estaba complicando en lugares como Igualada, había muchos que pensaron que eso era algo que a ellos nunca les iba a afectar.
Una pandemia como esta, aunque estaba prevista, es algo tan impactante que a veces no somos capaces ni siquiera de concebirlo. Por eso es tan importante la imaginación, la capacidad de pensar en el futuro. Tanto para pensar en lo bueno como para pensar en lo malo y en las mejores estrategias para estar preparados frente a los problemas que vengan.
¿El resumen es que sólo podemos aprender a base de golpes?
Vuelvo a la Historia. Está llena de aprendizajes cruentos y de guerras. Pero lo peor no es que esas enseñanzas sean muy duras y muy costosas, sino que después las olvidamos y las repetimos. ¿Por qué se repiten las guerras, si todos sabemos la cantidad de destrucción que causan?
¿Entonces crees que podemos olvidar pronto las lecciones aprendidas durante esta pandemia?
Como te digo, la Historia indica que sí, que el riesgo de olvidar lo que nos pasa es bastante elevado. En cualquier caso, aunque olvidemos las durísimas lecciones que hemos vivido durante esta pandemia, el mundo será otro cuando la hayamos superado y habrá además otros problemas, de índole económica y social, a los que nos tendremos que enfrentar.
Por eso es tan importante que los responsables políticos huyan del cortoplacismo en el que están instalados y piensen en los problemas que están más allá de su legislatura. Estamos aplaudiendo a políticos por las medidas que toman para pasado mañana. También es importante que la ciencia gane espacio en las instituciones públicas y en la sociedad. Hay que escuchar a los científicos, y no solo a aquellos que nos dan la razón o que dan la razón al político o la política de turno.
Uno de los capítulos de Lo imprevisible versa sobre la seguridad. ¿Crees que la lucha contra la COVID-19 puede hacer ganar terreno a los actores que aspiran a controlar y limitar nuestra libertad?
No creo que esto sea una cuestión de que un “ellos” quiera limitar nuestra libertad por medio de la tecnología. Es evidente que la tecnología tiene cada vez más herramientas y más eficaces para ayudarnos a luchar contra pandemias como la que estamos viviendo y su buen uso es el desafío al que se enfrentan los países democráticos. Los Gobiernos tienen que asegurarse de que el uso de estas tecnologías es responsable y transparente, aunque después nosotros demos todos nuestros datos a una app que instalamos con el simple propósito de poner en una foto un filtro que nos parece gracioso. Ahí ni nos lo planteamos.
No podemos sacar la tecnología de la ecuación de nuestra vida, igual que no podemos sacar la electricidad o hacer un bizcocho y pretender extraer la harina sin que el bizcocho deje de ser lo que es. El principal problema que yo veo no es la tecnología, sino que las amenazas son más globales que nunca y las gobernanzas, sin embargo, no lo son.
No hemos sido capaces de ponernos de acuerdo a escala europea, pero es que tampoco a nivel territorial en España hemos logrado un entendimiento sobre muchas de las cuestiones relacionadas con la pandemia.
Hablando de España… ¿cómo valoras la gestión del Gobierno?
Cuando han muerto más de 30.000 personas en los últimos tres meses, es evidente que hay algo que no se ha hecho bien. Pensar que tantas muertes eran inevitables es algo… no sé, irreal, ¿no? Es cierto que había muchos elementos de imprevisibilidad en estas circunstancias, pero pienso que en el Gobierno ha habido cosas que no se han hecho bien y que habría que haber escuchado a muchos más expertos de los que se han escuchado. Porque hemos descubierto que no todos los científicos piensan igual, y quizás conviene escuchar a todos en lugar de quedarse solo con aquellos que dicen lo que mejor encaja con una ideología concreta.
Quizás, como uno de los países más afectados del mundo por el coronavirus, podríamos haber aprendido algo de lo que hicieron países cercanos como Grecia o Portugal, que actuaron muy rápidamente o de Noruega, un país donde empezaron temprano a rastrear los contactos del coronavirus para ponerle coto.
Durante las últimas semanas, ha habido un debate muy fuerte entre seguridad sanitaria y economía, especialmente en Madrid, con confrontación institucional incluida. ¿Qué piensas de esta dicotomía?
Que es absolutamente falsa. Es un debate artificial. En esta situación, y en todas, la integridad física es lo primero. Porque no es solo que no se puede reactivar la economía sin asegurar la salud, sino que hace falta recuperar la confianza. Mientras exista miedo, la actividad económica no va a ser nunca como antes y, por eso, hay expertos que sostienen que un rebrote sería todavía más nocivo para la economía que esta primera oleada del virus.
Artificial o no, este debate ha sacado a gente a la calle, como en la llamada Revuelta de los Cayetanos, a protestar contra el Gobierno por las medidas de seguridad adoptadas…
Hay un debate que sí puede ser pertinente, y es aquel sobre si las medidas para asegurar la integridad física son las adecuadas. Pero es que sin salud y sin seguridad en la salud, no hay nada más. Es artificial el debate.
Lo que ocurre es que estamos siendo víctimas de una manera muy… cortoplacista de hacer política. Se pelean por encontrar más minutos de telediario y no por encontrar las mejores soluciones. Gritan para decir que tienen razón, y no para comunicar que han encontrado una buena solución o que están buscándola.
En esta situación, la tentación de polarizar es muy fuerte y no creo que se pueda excluir a ninguna fuerza política de haber incurrido en ello en España. Los políticos han cometido errores gravísimos y también los medios de comunicación, que en muchos casos no hemos informado como deberíamos haberlo hecho, quizás por fiarnos demasiado de fuentes oficiales que nosotros mismos deberíamos haber puesto en duda. La que sufre con todo esto es la verdad.
Dedicas un capítulo a ella en el libro. ¿Por qué parece que es tan fácil “matarla” en períodos de estrés social?
No es fácil matarla en absoluto, no lo creo. Hace falta mucho esfuerzo y una estrategia organizada para hacer cundir la desinformación y provocar en la sociedad los sentimientos que no siempre son los mejores. Pero esto forma parte sobre todo de las redes sociales. Uno cierra Twitter y descubre que la gente no está así, no está tan crispada. Las redes sociales son una cámara de eco. Hay mucho más sentido común en la sociedad de lo que se ve en las redes. Pero los comportamientos moderados no se hacen virales.
Los medios deberíamos salir de esa pescadilla que se muerde la cola y también deberían hacerlo los políticos.
¿Hace falta aquello que decía Rajoy de los líderes previsibles?
Lo que hace falta es tener credibilidad para pedirle a la gente que haga algo que no ha hecho nunca, una cuarentena forzada durante varias semanas, y ser transparente con la toma de decisiones y alejarse de los mensajes cargados de paternalismo.
¿Crees que el Gobierno ha sido paternalista y poco transparente?
En el Gobierno ha habido muchos errores que van más allá de lo meramente comunicativo. Se ha tomado una decisión, se ha cambiado después esa decisión, se ha dicho que era un cambio de criterio de los expertos y después hemos sabido que no era exactamente así. La ministra de Educación decía en abril que “seguro” que los niños volvían a clase antes de fin de curso. ¿Qué necesidad había de afirmar cosas para las que no había ninguna base? El Gobierno ha querido dar buenas noticias por encima de sus posibilidades y lo que hacía falta era tratar a la sociedad como adulta y no poner en duda su capacidad para encajar las malas noticias.
Solo entendiendo de verdad la gravedad de lo que estaba pasando y de lo que pasa, todavía contamos los muertos por decenas, la gente puede entender la dureza de las medidas que se estaban tomando. Pero se nos dijo que todo iba a salir bien, se crearon metas volantes que luego se cambiaban… y con más de 30.000 muertos, se nos dice que salimos más fuertes. No es el momento de hacer más coaching”.