Jorge Prieto, ‘enfermero del Wanda’: “Es un despropósito cómo se trata a los sanitarios en Madrid”

Jorge Prieto, ‘enfermero del Wanda’: “Es un despropósito cómo se trata a los sanitarios en Madrid”

Entrevista con el popular enfermero de emergencias, que saca libro y hace un alegato en defensa de la sanidad pública y de sus trabajadores.

Jorge PrietoCEDIDA

A Jorge Prieto (Madrid, 1995) todavía le sorprende cuando alguien desconocido lo reconoce en algún lugar, aunque desde junio de 2021 le ha pasado unas cuantas veces. Fue entonces cuando se hizo viral un vídeo en el que Prieto, enfermero, daba instrucciones a las personas que acababan de vacunarse contra el covid en el estadio Wanda Metropolitano de Madrid. Para hacer más llevadero el ‘momento pinchazo’ y asegurarse de que la gente le escuchaba, Prieto tiró de labia y humor, y tanto el público de aquellos días como el de las redes sociales, donde se viralizó el contenido, aplaudieron su gesto. 

Casi un año después, una señora mayor se le acerca en una gran librería del centro de Madrid y le pide hacerse una foto juntos para mandársela a su nieta, que estudia Enfermería y es fan. En realidad, ni uno ni la otra están allí por casualidad: Jorge Prieto presenta su flamante libro, Llegar a tiempo (Península), y accede encantado a la petición de la mujer.

Con una sonrisa y un buen talante que parecen inquebrantables, no se nota que Prieto esté recién aterrizado en Madrid después de una guardia de 24 horas en Palma de Mallorca, donde se fue a trabajar cuando se le acabó el ‘contrato covid’ como enfermero de emergencias en la Comunidad de Madrid. Dice que Mallorca le está viniendo bien por salud mental, para “coger un poco de calma” y “cargar pilas” cerca del mar después de dos años cuanto menos intensos.

¿Han sido muy duros los dos últimos años? 

Hemos recibido un volumen de pacientes que no tendríamos que haber recibido en toda la carrera profesional. En dos años hemos tenido la carga que deberíamos haber tenido a lo largo de 20 o 25 años de ejercicio profesional, y eran todos los días muerte, drama, pacientes bastante complicados… 

En el libro, dices que Madrid se convirtió en “un cementerio” y no podías “soportarlo más”. ¿Crees que lo que se vivió aquí no ocurrió en el resto de comunidades?

Cuando lo hablo con compañeros de otras comunidades, ellos también han vivido un volumen muy alto de pacientes, lo han pasado francamente mal, pero no han tenido los ratios que nosotros hemos tenido ni el volumen de pacientes que nosotros hemos tenido en tan poco tiempo. A veces pienso: Madrid tiene una cantidad de recursos bárbara y, aun así, hemos estado supercolapsados, y con pacientes muy, muy jóvenes, que a lo mejor en otras comunidades no ha sido así. 

Madrid tiene una cantidad de recursos bárbara y, aun así, hemos estado supercolapsados

Precisamente ahora, los médicos de hospitales de Madrid están en huelga por las elevadas tasas de temporalidad. ¿Entiendes la protesta? 

Es un despropósito cómo se trata no sólo a los médicos, a los sanitarios en general. Son muchos años de dedicación y de esfuerzo para que después encadenes unos contratos, unas condiciones laborales pésimas y unos sueldos mínimos.  

En Sanidad tenemos el problema de que los médicos luchan por un lado, los enfermeros por otro, y luego por especialidades, con lo cual nos vamos disgregando. Si nos uniéramos toda la sanidad, creo que algo conseguiríamos. Pero eso es taaaan difícil. Ojalá ahora los médicos consigan algo y eso sea la chispa que nos ayude a todos los sanitarios.

¿Cómo te quedaste cuando te dijeron que se acababa tu contrato covid?

Es complicado. Somos muchos compañeros que nos hemos dejado la piel día a día, con un montón de pacientes, hoy aquí mañana allí, pero como la situación lo requería no pusimos pegas. Luego estaban los traslados forzosos al hospital Zendal, y no apetecía nada, porque estaba muy lejos de todo, las condiciones del propio hospital no eran las más adecuadas, pero bueno, es lo que tocaba. Luego termina todo eso y empezamos a dejar de ser tan necesarios. Tengo compañeros que, según pisaban su hospital, les decían que se fueran para casa, que se les acababa el contrato. 

En mi caso, llegó un momento en el que no me renovaron. No había un solo día en el que hubiera estado de brazos cruzados, todos los días cubríamos plazas que faltaban. En el SUMMA, donde yo estaba, nos fuimos como 60 compañeros de golpe. Al día siguiente empezaron a decir que faltaba enfermero en tal sitio y en tal sitio. Y les toca cubrirlo a quienes están de libranza, cada día a una persona distinta. Hay un montón de bajas por cubrir que no están cubriendo. 

Según pisaban su hospital, les decían que se fueran para casa, que se les acababa el contrato. En el SUMMA nos fuimos 60 compañeros de golpe

Tal y como lo cuentas, ahora y en el libro, te pueden llamar cualquier día a las 8 de la mañana para ofrecerte un contrato, sin saber muy bien dónde ni por cuánto tiempo, y no lo puedes rechazar porque te penalizan.

Me pasó ayer mismo. Me llamaron de Aragón; en este caso sí me dijeron para dónde: una UVI móvil en el Pirineo aragonés. Pero les pregunté la duración, y me contestaron que eso no me lo podían decir. Obviamente, para hacer una guardia no me puedo ir al Pirineo aragonés. “¿Entonces rechazas contrato?”, me dijeron. Les respondí que no me quedaba más remedio. Así que me penalizan un año, y ya sé que en ese tiempo no me van a llamar del Sistema de Salud de Aragón. 

El caso es que yo tengo la posibilidad de moverme, pero compañeros que ya tienen su familia, sus hijos, su vida montada, no se pueden permitir todo un año sin que les llamen en un sitio. 

¿Cómo es posible conseguir así una estabilidad mínima? 

Es imposible. La estabilidad mínima se empieza a conseguir a partir de los 35 años, con unas condiciones que tampoco son ideales, porque no sacan oposiciones, no favorecen la entrada del personal joven… tenemos un sistema complicado. 

  Jorge Prieto posa con su libro en una ambulancia.CEDIDA

Con este panorama, ¿cómo y cuándo empezaste a escribir?

No era enfermero todavía, era voluntario de Protección Civil. Fue a raíz de un intento de suicidio desde el viaducto de Segovia, aquí en Madrid. El chico tenía unos 23 años, yo tenía 20. Como éramos casi de la misma edad, fueron dos horas de conversación, intentando saber por qué quería precipitarse al vacío. Yo sólo me acuerdo de mirar para abajo y decir: como se suelte, se muere él y me muero yo de la pena. Y también con mucho miedo, porque si al soltarse me enganchaba, caíamos los dos. Tienes ahí una disyuntiva: si te acercas más para intentar agarrarle, te arriesgas a irte abajo con él; si te mantienes a distancia, aumenta el riesgo de que él se tire. 

Fueron dos horas bastante tensas. Quedé muy tocado emocionalmente. Pedí acudir al psicólogo de guardia para ver cómo gestionar todo lo vivido en ese momento. Fue la primera vez que sentí que iba a explosionar. Me recomendó que escribiera, que cogiera papel y boli para descargar las emociones. Y como soy millennial, lo hago en el bloc de notas del móvil. 

Como en salud mental te dan cita para dentro de tres meses, o la ansiedad se te va sola o haces algo que no querrías

Después de esto has tenido que atender más intentos de suicidio.

Sí, lamentablemente hay muchísimos intentos de suicidio. Después de la pandemia ha habido un incremento, supongo que por la no atención de la salud mental en los dos últimos años, y porque es muy difícil acudir a un profesional de salud mental por la pública. Si hoy tienes ansiedad, si tienes ganas de quitarte la vida, la única forma de acceder a un profesional es a través de emergencias, cuando lo más normal sería poder acudir a la consulta de un psicólogo o un psiquiatra para abordar el tema. Pero como te dan cita para dentro de tres meses, o la ansiedad se te va sola o haces algo que no querrías. 

He atendido bastantes intentos de suicidio. Los más llamativos son los traumáticos, en los que se precipitan o se disparan. Cuando se han reventado la cabeza, sabes que ya no puedes hacer nada por salvarlo. Lo único que puedes hacer como profesional es intentar darle una muerte digna. Los suicidios traumáticos tocan mucho. 

¿A lo largo de la carrera os preparan para poder hacer frente a esto?

Lamentablemente, como en todas las carreras, no te preparan para la vida real. Te enseñan mucho de técnicas, de las heridas, pero no al paciente. Es verdad que se va dando más sobre salud mental, de cara a que nosotros, los profesionales, podamos identificar y abordar nuestras emociones. Pero generalmente es a través de cursos o charlas privadas en las que un psicólogo te puede dar ciertas herramientas, y luego eso lo hablas con tus compañeros y les compartes esas herramientas. Es así. 

Hay un infradiagnóstico en mujeres que tienen dolor torácico, que tienen un infarto, pero se piensa: bueno, pues estará ansiosa

Por otro lado, cuentas que a veces se toman por crisis de ansiedad otros problemas que son más graves. ¿Cómo de habitual es esto?

Afortunadamente, en emergencias tenemos un protocolo muy fuerte, y todo dolor torácico lo exploramos como si fuera cardíaco, hasta que se descarta. El 80% de los avisos que hacemos por dolor torácico son ansiedad, pero lamentablemente, sobre todo a mujeres, se infradiagnostica otro tipo de problemas. Seguimos con esa mentalidad machista de que ‘mujer igual a ansiedad’. Así que hay un diagnóstico bastante menor en mujeres que sí tienen dolor torácico, que sí tienen un infarto, pero se piensa ‘bueno, pues estará ansiosa’.

Trabajando en emergencias, dais por hecho que las noches de fiesta van a ser movidas para vosotros. 

Haya fiesta o no, viernes y sábado noche es un momento de cierta tensión, de no parar. A mí me gusta la noche, porque ves otro tipo de ciudad totalmente diferente y ves otro tipo de pacientes. Ves accidentes de tráfico, ves peleas, y no sé qué está pasando últimamente, que la gente ya no se pelea con los puños, sino que saca un cuchillo, y las consecuencias son bastante más graves. Pero da igual que sea Madrid o sea otro sitio. La gente está empezando a pelear de una manera diferente. No sé si es una moda u otra cosa, pero a nosotros nos está generando más trabajo.  

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es