Enfocando el paisaje político
En 1958 Mao Zedong ordenó el exterminio de gorriones en China. El motivo fue que este ave se alimentaba del grano de los cultivos, provocando la ruina en las mieses. El Gran Timonel perseguía una mejora en la productividad rural del país, así, a los pocos meses las bandadas avícolas habían sido casi erradicadas de todos los rincones. El resultado: la siguiente cosecha fue asolada por plagas de lombrices y langostas; alimento de los gorriones años atrás. El desastre desembocó en la gran hambruna china donde murieron más de diez millones de personas.
Esta historia de Mao evidencia que las vicisitudes políticas exigen soluciones que vayan más allá de la provisionalidad. En los últimos años la política ha cobrado importancia para muchos ciudadanos. Algo habitual en situaciones de crisis institucional y económica. Al son de este descontento general han proliferado también noticias falsas, hechos alternativos y demás virus informativos cuya única intención es reafirmar un pensamiento ideológico y derribar el otro.
En paralelo a este arquetipo contextual, la figura del politólogo se ha colado en el debate de los asuntos públicos para dar buena cuenta del análisis de los fenómenos políticos, empleando herramientas de las ciencias sociales. Dicho de otro modo, descubrirnos de una manera aséptica el funcionamiento del mundo. Tal conocimiento además es muy útil, puesto que sirve como instrumento esclarecedor en el momento de apoyar a un partido u otro para que esté al frente del ejecutivo.
En la senda de El príncipe, tratado de doctrina política escrito por Maquiavelo en el siglo XVI, el politólogo Pablo Simón firma El príncipe moderno (Debate 2018). Un viaje de descubrimiento que nos enfoca el dibujo del paisaje para entender mejor los acelerados cambios que estamos viviendo.
El autor ha volcado un conjunto de datos macerado con saberes de la sociología, de la historia y de la economía.
Desde el índice advertimos un gran campo de materias, tratadas en ocasiones con encabezados realmente originales -Hobbes is in da house; No es solo la economía, estúpido; o House of cards (en la práctica)-. Algunas de las cuestiones que entrañan las páginas del libro las he podido comentar con el propio escritor.
Está demostrado que las posiciones ideológicas de los votantes tienden a proteger en las urnas a los partidos relacionados con la corrupción. En cambio, estos casos de corrupción política sí afectan a la abstención de los ciudadanos menos politizados. Así que las elecciones son un mecanismo inútil para castigar la corrupción política, no solo en España, sino en cualquier país. 'Lo importante es construir pesos y contrapesos dentro de las administraciones para que los políticos no tengan incentivos para incurrir en esas prácticas ni, por supuesto, el corruptor pueda sacar algo de comprar la voluntad de los políticos. Al fin y al cabo, tanto la justicia como los votantes llegamos tarde al latrocinio, lo primordial es abortarlo ex ante para no tener que pedirle a los ciudadanos que se hagan cargo en los comicios'.
Otro tema interesante es la descentralización como alternativa, ya sea por la idea de construir sociedades con economías más complejas, donde lo regional y local cobren fuerza, o bien como último recurso cohesionador ante el riesgo secesionista. 'La clave está en la cartera de servicios comunes, la capacidad fiscal de las regiones y los modelos de transferencias' -Apunta Pablo, y añade también que 'incluso la jacobina Francia ha tendido a descentralizarse en los últimos años'.
Un asunto singular es que estaríamos ante un proceso de cambio mundial, donde las dinámicas de la globalización y la integración supranacional -especialmente la Unión Europea- han provocado que la capacidad de decisión de los gobiernos de cada país sea más limitada. Todo lo que pueden hacer los estados son pequeños cambios al margen de los grandes poderes transnacionales, instituciones tecnocráticas o poderes económicos que marcan el ritmo a seguir. En estas circunstancias complejas, el ciudadano pierde peso en la vida pública, y aunque no hay recetas mágicas, el politólogo propone dos líneas en las que avanzar- 'De un lado, fortalecer la gobernanza transnacional mediante instituciones que permitan articular un nuevo Leviatán. Del otro lado, asegurarse de una gobernanza que tenga conductos de expresión ciudadana, que permita expresar diferencias programáticas entre los partidos, que faciliten más transparencia en sus procesos y que incluso permita a los niveles subnacionales tener un papel más destacado'.
Simón ha elaborado un artefacto que vuela alto, tanto para neófitos en temas políticos como para versados en la materia. El príncipe moderno redefine la naturaleza de nuestro tiempo y sus reglas, aportando nuevas perspectivas que iluminan a la política tal cual es. Un paso previo indispensable para el cambio y avance de nuestras sociedades.