Enfermos de sensacionalismo
Los medios deberían plantearse hacer menos caja y velar un poco más por nuestro bienestar y nuestra salud mental.
7:30 h. Cifras de muertes se intercalan con imágenes de hospitales, ambulancias y policía. Titulares que parecen nombres de atracciones: “La residencia del horror”. Discusiones políticas. 9:18 h. Música de piano dramática ambienta los primeros planos de personas que corren de un lado a otro con mascarilla. Comparecencia del presidente del Gobierno. Artículos sobre tuits polémicos. 11:43 h. Voces que narran la actualidad como las rupturas amorosas de los famosos. Énfasis en determinadas palabras: “desesperación”, “ejército”, “gravísimo”, “guerra”, “crisis”, “miedo”. 13:50 h. Última hora. Entrevistas a población asustada. Rótulos intermitentes en rojo a cada lado de la pantalla. Conexiones con corresponsales en zonas críticas. Decorados gigantes que parecen el mapa del Risk. Música apocalíptica. 18:22 h. Gente que se insulta desde el balcón. Testimonios de enfermos vía Skype se intercalan con peleas entre comentaristas y sintonías de programas del corazón. 21:40h. Vídeos virales. Calles desiertas. Frases trágicas. Más música dramática.
Llevamos apenas una semana de confinamiento y siento dolor por todo el cuerpo. No tengo tos ni tampoco fiebre, pero sí me cuesta respirar y tengo ataques de pánico frecuentes. No creo que se deba al virus sino al miedo permanente que infunden los medios. Los médicos no lo advierten, pero parece que nuestra única ventana al mundo también está contaminada y es aconsejable mantener cierta distancia. Desde su perspectiva casi todo lleva un filtro de espectáculo y un matiz sensacionalista. Se da prioridad a lo que asusta y angustia frente a lo que calma o tranquiliza. Hay tanto caos, emoción y ruido que no es posible diferenciar y mucho menos comprender la información de una manera ordenada. Parece que se han propuesto que suframos un shock cada vez que encendemos el televisor. Demasiada excitación para mi corazón.
Desde hace unos años en los medios prevalece el entretenimiento a la información. Cuanto más tiempo pasamos enganchados se consiguen más anunciantes y para lograr eso cualquier contenido tiene que ser excitante. La realidad en la calle no es sólo como la cuentan. En los supermercados, por ejemplo, también se colabora. En algunos hay paz y orden, clientes y dependientes sonriendo y ayudándose entre ellos. ¿Por qué no se ven más escenas así en los medios? Por supuesto que estamos ante una situación muy grave y es fundamental que se nos informe con objetividad, pero generar un estado de ansiedad constante añadiendo bandas sonoras catastróficas o narrando los acontecimientos como si fuésemos Will Smith luchando contra la invasión extraterrestre… en estos momentos sobra.
Los medios son nuestra única ventana al mundo en estos días. Que haya personas que están optando por apagarlos completamente dice mucho de cómo se está gestionando la información de esta pandemia y de sus nefastas consecuencias. Los espectadores no podemos soportar tanto dolor durante tantas horas. La ciudadanía está denunciando públicamente a aquellas empresas que no contribuyen a ayudar a las personas en esta situación. Los medios, como empresa que ofrece un servicio público, deberían plantearse hacer menos caja y velar un poco más por nuestro bienestar y nuestra salud mental. Podrían equilibrar su programación igual que nos aconsejan equilibrar la dieta. Menos azúcar y alimentos procesados, más ingredientes naturales sin alterar. En lugar de llenar su parrilla con contenidos alarmistas dejar algún espacio para la serenidad. Incluir mensajes de esperanza y algo de estabilidad que nos ayude a no perder la cabeza. Ayer decidí apagar por completo la televisión y dejar de consultar las redes… Conseguí dormir más de tres horas seguidas y hoy el cuerpo no me duele.