En lugar de "Yo también", deberíamos preguntar: "¿Tú lo has hecho?"
Es hora de pedir a los autores del delito que hagan el trabajo con el que siempre han tenido que cargar los supervivientes.
Un tuit de la actriz Alyssa Milano, inspirado por el movimiento "Me Too" (Yo también) que comenzó la activista Tarana Burke hace más de una década, ha servido de base para que millones de supervivientes de violencia sexual escriban en sus redes sociales "yo también", con la esperanza de que "si todas las personas que han sido acosadas o agredidas sexualmente escribieran 'yo también' en su estado, podríamos concienciar a las personas de la magnitud del problema".
Desde que hace unos días surgiera el escándalo por las acusaciones de acoso sexual contra Harvey Weinstein, las redes sociales han estado repletas de publicaciones de "yo también", donde las víctimas manifiestan sus propias experiencias de acoso o agresión.
Si has sido acosada o agredida sexualmente escribe "yo también" como respuesta a este tuit.
Estas publicaciones las escriben incontables usuarios que han decidido compartir sus historias de acoso, con las que nunca se hizo justicia, porque actuar contra la violencia sexual a menudo puede causar más problemas que beneficios. Las respuestas al tuit de Milano fueron muy numerosas, pero no resultaron chocantes. Casi todo el mundo ha experimentado de alguna manera el acoso o la violencia sexual.
Sin embargo, no es la primera vez que este debate sale a colación y sin duda no será el último. En su día se crearon hashtags como #SurvivorPrivilege (Privilegio de Superviviente), #WhatWereYouWearing (¿Qué llevabas puesto?), #WhyIStayed (Por qué me quedé). Todos estos hashtags pretendían aumentar la concienciación acerca del problema y dotar de otra dimensión a los debates relativos a la violencia sexual. Pero, al igual que ha ocurrido con las acusaciones contra Harvey Weinstein, el acoso y las agresiones sexuales no son ningún secreto, sencillamente casi nunca se actúa al respecto.
#Metoo es la continuación de una larga tradición de campañas de concienciación del acoso sexual que espera que las víctimas asuman la responsabilidad de informar a otras personas sobre el problema y abogar por el cambio en sistemas donde han sido victimizadas. Al igual que muchas otras campañas anteriores contra la violencia sexual, este hashtag se centra en los supervivientes para que se manifiesten, con la esperanza de que sus historias sean suficientes para inspirar un cambio.
Con esto no pretendo restarle mérito a la valentía de todas aquellas personas que han alzado la voz, pero también debemos tener en cuenta a aquellas otras que no tienen la capacidad de participar en esta suerte de activismo online basado en hashtags. La capacidad de decir "yo también" no la tienen las trabajadoras sexuales que han sido agredidas durante su trabajo, no la tienen las personas atrapadas en relaciones abusivas y que no tienen medios para escapar. No es posible que muchos hombres y homosexuales escriban #metoo debido a la estigmatización a la que se enfrentan.
#Metoo ha generado un debate sobre la violencia sexual enfocado en el género, centrándose únicamente en mujeres que han sido víctimas de violencia por parte de hombres.
Espero que estas declaraciones de #metoo, increíblemente valientes e inspiradoras, sirvan como un espejo gigante para todos los hombres y les inspire para ser mejores personas.
Existen cientos de historias que no se ven representadas por estos posts, sobre todo las de personas que no tienen la suerte o la capacidad de hacerse oír. Por desgracia, este debate no ha tomado en consideración a los muchos hombres, gays, lesbianas, transexuales y personas de género no binario que continuamente son víctimas de violencia sexual, a menudo incluso más que las mujeres cisgénero.
En lugar de pedirle a los supervivientes que describan una imagen de violencia sexual compleja y detallada para que otras personas manifiesten su reconocimiento, el movimiento #metoo debería ir más allá y no solo buscar el reconocimiento de los aliados, sino más bien animarles a que actúen. Los aliados pueden hacer bastante más que tan solo limitarse a responder a estas publicaciones y manifestar que son conscientes del dolor de los supervivientes, también deberían tener en cuenta el papel que desempeñan muchas personas perpetuando la violencia sexual, ya sea a modo de delincuentes o de espectadores.
Lo que debería extraerse de la campaña #metoo no es que las mujeres necesitan más protección, sino que los hombres necesitan reeducarse.
En lugar de seguir presionando a las víctimas de acoso sexual a que creen el cambio, ¿por qué no preguntamos a los autores del delito: "¿Tú lo has hecho?"? A cada delincuente que no ha sido expuesto por The New York Times pero puede hacer uso de su superioridad habría que preguntarle: ¿has acosado sexualmente a alguien?, ¿has sido demasiado agresivo cuando te dirigías a alguien?, ¿has causado problemas?, ¿has cosificado a alguien haciendo algún comentario sobre su apariencia?, ¿alguna vez has reconocido haber impuesto la misoginia y el patriarcado?, ¿has hecho algo para mostrar a otras personas cómo te percataste de tu error o cómo dejaste de lado ese comportamiento tóxico?
Es hora de pedir a los autores del delito que hagan el trabajo con el que siempre han tenido que cargar los supervivientes. Debemos exigir a los que han cometido actos de violencia sexual, sea al nivel que sea, desde el acoso verbal hasta otros actos, que compartan sus historias al igual que han hecho hasta ahora muchas víctimas que se han visto presionadas a ello.
¿Cuántas mujeres van a tener que escribir #metoo hasta que los hombres hablen de #HimThough [referido a los hombres que las acosan]
Imaginad un mundo en el que fueran los hombres quienes compartieran su vergüenza en lugar de las mujeres. #HimThough
Aunque Harvey Weinstein se haya convertido en un símbolo nacional (y mundial), no era una excepción en la industria, sino más bien la norma. Y en todas las industrias y a todos los niveles existe un Harvey Weinstein, alguien que ha permanecido inmune al castigo porque casi resulta más sencillo silenciar a la víctima que castigar a los autores. Resulta sencillo condenar a Harvey Weinstein, un hombre que ha visto cómo su gran carrera profesional ha acabado en una humillación pública, porque muchas personas valientes han alzado la voz. No obstante, pocas veces se han tomado acciones cuando era una sola mujer la que le acusaba. Es un hombre al que nadie le pidió que cambiara, nunca se le exigió ese cambio y nunca le importó aprender a hacerlo.
De modo que vamos a invertir la pregunta: vamos a dejar de pedirles a los supervivientes que se manifiesten. Tenemos que pedir a los autores que den un paso adelante y cuenten cómo han hecho para mejorar. Porque la vergüenza que causa la violencia sexual no deberían sufrirla los supervivientes, sino los autores, quienes tan a menudo permanecen anónimos.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao
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