Emigrantes de ahora, tecnología, desinformación y el cagarro del año
Muchos españoles en el exterior invierten tiempo en ayudar y colaborar, informando con datos contrastados, y su labor se desconoce por gran parte de la emigración por falta de difusión.
La tecnología hace que los que emigramos hace dos décadas veamos como una broma las dificultades que encuentran los nuevos migrantes en 2019. Igual deberían pensar los que emigraron en los 60 (o incluso antes), de los que ya emigramos con la existencia del Internet, del Messenger, y los móviles en aquellos lejanos 90.
Como buen veterano, contando sus historias cual abuelo cebolleta, el esfuerzo del emigrante actual para cambiar de aires se hace más fácil y asumible, y es facilitado por unas condiciones más accesibles para informarte sobre el nuevo destino.
El viaje en aquellos 90 era relativamente mucho más caro y jamás salía por 10 euros (o 1.600 pesetas), como ahora se puede de vez en cuando en algunas de esas compañías de bajo coste. A la llegada a tu nueva ciudad, tenías que comprar tu guía de la ciudad, que venía en la forma de esos extraños artefactos llamados libros, y no tenías la facilidad de tener tres rutas recomendadas en 20 segundos en la pantalla de tu móvil (los Nokias aquellos, solo servían para jugar al snake).
El cómodo viaje en avión, aun con escala en Bruselas, nada tenía que ver con el que antes muchos hicieron hacia las Américas, en barco, y llegando a lugares que habrían visto solo en el NO-DO.
A la facilidad de encontrar información en tu móvil, a través de buscadores, ahora se suman las preguntas en redes sociales.
La pregunta: “¿Dónde puedo comprar tomate frito?”, según aterrizan muchos de nuestros compatriotas, estará en el top tres de las preguntas de los grupos de Facebook de “Españoles en Londres / Edimburgo / Oslo / Conchinchina”.
Por suerte algunos de ellos llegan a la realidad de que fuera de España, pues no existen necesariamente los productos que encuentras en tu barrio, y mientras comes tu galleta rich tea, te tendrás que imaginar que te comes una galleta María, y que, para una fabada asturiana bien hecha, tendrás que esperarte a llegar a tu casa en Navidad.
Aun así en las redes sociales, hay raras avis que cual Santo Job y ante preguntas frecuentes, no dudan en explicar por 237 vez, que la fotocopias las puedes hacer en la biblioteca central, mientras otros 42 miembros del grupo, estamos dudando entre decir “no puedes ponerlo en Google en vez de hacerme a mi buscarlo por ti?” o callarnos.
En Facebook también tenemos un grupo en pleno crecimiento de “expertos” que desinforman sin piedad.
En pleno Brexit sufrimos la existencia de grupos que aconsejaban trámites caros y que suponían un gran esfuerzo rellenando decenas de páginas, cuando la Embajada o nosotros, en el Consejo de Residentes Españoles en Edimburgo, preferíamos informar con tranquilidad y sin histerismo sobre la falta de urgencia o necesidad de sacar una Permanent Residency, que pasó a la historia tras un bandazo de la Home Office.
Ante los “abogados y expertos legales de Facebook” en Reino Unido, con el Brexit que estamos sufriendo, se ha enfatizado sin parar que los consejos legales han de venir de profesionales y expertos cualificados, y no de aquel que tan pronto te explica y asiste legalmente, como te explica que en la gastronomía británica no hay nada que se pueda comer… y todo tras solo tres semanas en el país.
En Reino Unido, hay centros de asistencia gratuitos, los Citizens Advice Bureau, que se encuentran en gran número de ciudades, y con el Brexit, hay numerosos ayuntamientos y universidades que están arrimando el hombro.
Si estás en Edimburgo, allí cuentas con la presencia de la Oficina Precaria de Escocia, que lleva años ofreciendo asistencia laboral y legal en la ciudad, y que está creciendo y ayudando a los españoles, y no españoles.
Una Oficina Precaria que está igualmente en Londres, Munich, Berlín, París, Praga o Viena, y que aparte de su impagable ayuda en nuestro idioma a los recién llegados, o a aquellos en problemas, hacen gran labor de luchar contra la explotación laboral. En la Oficina Precaria de Escocia periódicamente otorgan premios como el Cagarro del Año que ellas definen como ”el reconocimiento inconfundible a todo un año de malas prácticas y abusos laborales, la medalla de honor por ser, durante 365 imbatibles días, la compañía que más se ha distinguido en el maravilloso ámbito de la precariedad”.
Deliveroo ya ganó su cagarro del año, en 2016, y ya se adelantaron en la denuncia a los empresas con contratos de 0 horas. Igualmente denunciaron a PrimeCare Health LTD, que tras atraer a fisioterapeutas y terapeutas ocupacionales para un nuevo proyecto en colaboración con el NHS a través de la red Eures, para plazas dedicadas al cuidado de mayores y personas dependientes a domicilio, seleccionaron a ocho candidatos desde España.
Tras quince días de training, se les comunicó que el proyecto en el que iban a trabajar había sido paralizado. A cambio, se les ofreció trabajar como carers (un puesto de menor rango y con peores condiciones) durante tres semanas, hasta que el asunto se solucionase… y pasaron meses con jornadas de más de 12 horas, y el NHS no sabía nada de este programa.
En ciudades como Manchester, Leeds, Liverpool, o Newcastle, ante la falta de una Oficina Precaria con sus asesores legales y abogadas, un grupo de voluntarios creó la Comisión de Acogida Norte. Esta organización tiene como objetivo centralizar en una página la información y la ayuda que se da en grupos de Facebook o paginas web como Spaniards, y centrarse en cuatro grandes núcleos urbanos en los que la llegada de compatriotas en los últimos años ha sido constante.
Muchos españoles en el exterior invierten tiempo en ayudar y colaborar, informando con datos contrastados, y su labor se desconoce por gran parte de la emigración por falta de difusión. Muchos españoles prefieren consumir directamente de los Sálvame DeLuxe y Chiringuitos del Internet, y claro, luego nos quejamos de que la información no es fiable… y entramos a preguntar de nuevo lo del tomate frito.