Guerras, hambre, clima: la llamada récord de la ONU para asistir a 339 millones de personas
Las previsiones para 2023 son descorazonadoras: harán falta 51.500 millones para atender emergencias en Ucrania, Etiopía, Afganistán o Congo. Se juegan la vida.
Naciones Unidas acaba de publicar un informe que debería hacer saltar al mundo como un resorte: según sus previsiones, 339 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria en 2023, para lo que se necesitan 51.500 millones de dólares (unos 49.350 millones de euros). Las cifras son de récord, tanto en el número de asistidos como en el dinero que hace falta: los primeros suben un 19,1%; los segundos, casi un 25%. No hay tregua para los más desfavorecidos, víctimas de las guerras, el hambre o el cambio climático. ¿Y esperanza? La hay, pero depende de la voluntad política.
El programa de asistencia global presentado por la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (que puedes leer completo al final de este artículo) asesta puñetazos con cada dato. En un año, se han sumado 65 millones de personas más a la lista de necesitados; la población que necesitará ayuda humanitaria en los próximos 12 meses equivale a la del tercer país más poblado del mundo, una de cada 23 personas del planeta; hay 45 millones de personas en riesgo de morir por falta de alimentos y 388 millones de mujeres y niñas -las más afectada- viviendo en la pobreza extrema, mientras que los desplazados forzosos superan los cien millones.
La ONU, de todo ese pozo de necesidad, prevé poder ayudar a 230 millones de personas en 69 países, si llega el dinero que demanda. “Para las personas que están al límite, este llamamiento es un salvavidas. Para la comunidad internacional, es una estrategia para cumplir con la promesa de no dejar a nadie atrás”, resume Martin Griffiths, secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios de la ONU.
No se trata sólo de que este 2022 se haya sumado un conflicto inesperado, en Europa, como la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Es que hay una base de conflictos y dolor que no se resuelve, sino que se perpetúa, “eventos extremos” que tendrán continuidad un año más. Eso hace que las necesidades humanitarias sean “sorprendentemente altas”, sostiene el informe. El desastre tiene muchas causas: la ONU cita expresamente, guerra aparte, las sequías e inundaciones con “estragos letales” desde Pakistán al Cuerno de África, la “devastación” que la pandemia de coronavirus ha dejado en los más pobres o nuevos movimientos en busca de asilo, como el de los afganos que escapan de los talibanes.
Guerra, hambre, clima, pobreza
La previsión para el año que entra es que todo eso se repita, empezando por los conflictos armados, sin visos de solución en la mayoría de los casos: Yemen, Siria, Etiopía, la propia Ucrania... Alerta del “alto precio” que pagan los civiles, que siguen estando en la diana digan lo que digan las leyes de la guerra, con un aumento en los ataques a escuelas y hospitales. A ello se suma el “marco de crisis” en los precios de bienes básicos, la recesión a las puertas y las alteraciones por el clima que harán que la inseguridad alimentaria afecte por ejemplo a 222 millones de personas en 53 naciones.
Afirma Naciones Unidas que crecerá también la presión sanitaria por el aumento de enfermedades infecciosas como el covid-19, la mpox o viruela del mono, la rápida propagación de enfermedades transmitidas por vectores -como los insectos, del tipo de la malaria, chagas o fiebre amarilla-, el ébola o el cólera. Solo el 2,3% de los 13.000 millones de vacunas contra el coronavirus administradas en todo el mundo se realizaron en los 29 países en los que la ONU tiene desplegado un plan de respuesta humanitaria y si vamos a la vacunación general infantil, de todas las enfermedades contempladas, ha experimentado la mayor reducción registrada en 30 años. También han bajado las pruebas básicas para un cáncer o el VIH. La pandemia ha impedido parte de esa cobertura.
El cambio climático, que nadie frena, está aumentando “los riesgos y la vulnerabilidad” del planeta. Los especialistas de la OCHA sostienen que a finales de siglo el calor extremo “puede cobrarse tantas vidas como el cáncer o las enfermedades infecciosas”. Los últimos ocho años están en camino de ser los ocho más cálidos registrados y se estima que 2022 estará entre los más calurosos. De los 15 países más vulnerables a la crisis climática, 12 tuvieron una respuesta humanitaria liderada internacionalmente.
Los desplazamientos forzados tampoco muestran signos de desaceleración. No hay más que ver Europa, con cifras desconocidas desde la Segunda Guerra Mundial. Más del 1% de la población mundial -103 millones de personas- están fuera de sus casas, alrededor de dos tercios de los refugiados y solicitantes de asilo provienen de países con crisis alimentaria y casi una cuarta parte están alojados en países menos adelantados que soportan una tremenda presión en sus débiles servicios.
Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, la famosa agenda 2030, siempre estuvo el de poner fin a la pobreza extrema en ese año, dentro de ocho. El informe conocido esta semana dice literalmente que ya no es una meta “alcanzable”, con 90 millones más de personas experimentando esta “desafiante realidad”. No hay variable que mejore: los puestos de trabajo disponibles se mantienen por debajo de los niveles previos a la pandemia y se espera que el aumento de la inflación alcance el 10% en los mercados emergentes y las economías en desarrollo.
Su proyección en materia de igualdad es igualmente desoladora: ya hacen falta cuatro generaciones, esto es, 132 años, para poder lograr la paridad de género en el mundo, con las mujeres y niñas revictimizadas por serlo, en mitad de todas las crisis. Y cierra su previsión anual con una alarma sobre educación: ha sido enorme el impacto de la pandemia en los escolares de los países menos ricos, donde la brecha digital es profunda, con 1.300 millones de estudiantes sin conexión en casa ni dispositivo al que conectarse, frente a los otros 300 millones que sí lo tenían.
Las emergencias más acuciantes
La estadística de la ONU dibuja un mapa en el que Etiopía es el país con mayores necesidades, seguido de Afganistán, República Democrática del Congo, Yemen o Siria. Así, hasta 69.
En Etiopía, la crisis proviene de la suma del empeoramiento de la sequía y el impacto del conflicto y la violencia en partes del país- sobre todo en Tigray, donde pelean el Gobierno central de Etiopía y el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray-, lo que además de hambre y muerte provoca oleadas de desplazamiento. Eso lleva a que que 28,6 millones de personas necesitarán asistencia humanitaria en 2023 en este país. Este noviembre se ha firmado un acuerdo de paz integral en la zona y la OCHA lo califica de “prometedor para aumentar la asistencia humanitaria” pero, pese a ello, no se espera que la situación humanitaria se estabilice “debido a más pronósticos de escasez de lluvia y los efectos continuos” de los choques recientes.
El Afganistán que vuelven a comandar los talibanes ha visto un aumento general de personas necesitadas, hasta los 28,3 millones de personas, un 13,7% más que un año atrás. Las continuas sequías han causado un aumento dramático en las necesidades de agua, saneamiento e higiene y las políticas de las autoridades islamistas, particularmente sobre la participación de las mujeres en la sociedad, han impulsado un aumento del 25% en las necesidades de protección.
La República Democrática del Congo necesita más ayuda que nunca en los llamamientos de la ONU, 2.300 millones, lo que supone un aumento del 20% en comparación con el presente año. Hacen especial mella los precios, “una realidad desafiante” en el país. “El alto precio del combustible ha hecho que para las personas vulnerables sea más costoso llegar a áreas remotas y los precios de los alimentos y los productos básicos en los mercados locales se han disparado, especialmente para los importados”, destaca. De fondo, 20 años de guerra abierta, encadenando golpes y contragolpes, asesinatos de líderes y gobernantes déspotas. Hay constantes rebrotes de violencia y además el país acoge a cientos de miles de refugiados procedentes de Burundi, la República Centroafricana y Sudán del Sur.
En el caso de Ucrania, se calcula que necesitarán ayuda 17,5 millones de ciudadanos, para lo que se piden 3.900 millones. Ya en el presente año, con la invasión ordenada por Vladimir Putin, la ONU planteó el programa de asistencia humanitaria más grande de su historia, de 1.700 millones destinados a 6,3 millones de personas cuando un año antes no pasaban de 11.000. Casi 600 veces más. La idea es aplicar, además, un plan regional de asistencia, para tratar a los desplazados a los países vecinos.
Para Haití se piden 715 millones para 2023, lo básico para atender a los 5,2 millones de personas que lo necesitan y que supone que más de la mitad de la población nacional está en situación de necesidad. La pobreza endémica se ha visto agravada por una inflación “asombrosa” del 30% y por una epidemia de cólera. En los últimos tiempos se han sumado huracanes, tormentas tropicales, inundaciones, terremotos... y hasta un magnicidio. El porcentaje de la población que vive con menos de dos dólares al día está por encima del 60%. Es el país más pobre del continente.
En Mozambique, el número de personas necesitadas ha aumentado en un tercio. El conflicto en Cabo Delgado está provocando desplazamientos forzados de casi un millón de personas y generando enormes niveles de tensión en las comunidades de acogida del país. El conflicto comenzó en esta provincia en octubre de 2017 y en él se mezclan yihadistas y milicianos que se sienten excluidos de los descubrimientos de minerales e hidrocarburos en la región. Llegó en el peor momento, justo cuando Mozambique estaba cumpliendo un acuerdo de paz con el principal grupo de la oposición. Un conflicto prolongado que deja huella por pérdidas materiales, falta de infraestructuras y problemas de salud física y mental.
En Myanmar, la respuesta para 2023 se debe centrar en actividades para salvar vidas en áreas afectadas por conflictos, con 4,5 millones de personas como objetivo. La toma del poder por parte de militares, en un golpe de estado, y los efectos del covid-19 sumieron al país en la incertidumbre, a lo que se suma el drama no resuelto de los rohingyas.
Yemen y Siria mantienen datos de necesidades similares a los del año pasado, con 23,5 y 14,6 millones de personas por atender en 2023, víctimas de las guerras nacionales que tuvieron su origen en las esperanzadoras Primaveras Árabes, que no cuajaron. También en Oriente Medio, Líbano se ha experimentado un aumento del 59% en las necesidades financieras, llegando a 600 millones de dólares, a causa de la crisis económica y financiera sin precedentes y el consiguiente aumento de las necesidades humanitarias. Hay que recordar que los libaneses acogen a más de 1,5 millones de refugiados sirios y a otro medio millón de palestinos.
Y en América Central, mientras que los casos humanitarios de El Salvador y Guatemala están disminuyendo, la situación en Honduras ha empeorado, con un 31% de la población que necesita asistencia humanitaria. El aumento de migrantes irregulares que transitan por América del Sur y Central, provocado por la agitación política, social y económica en varios países de la región, está “abrumando la capacidad de recepción de muchos países y alimentando un aumento sin precedentes de las necesidades humanitarias y de protección”, indica el informe. La situación en el Darién es desesperada.
Lo hecho y lo por hacer
En su resumen, la ONU ha hecho repaso y sostiene que en el presente año ha logrado asistir a 157 millones de personas, lo que supone el 57,2% respecto a los 274 millones que había sido su horizonte ideal cuando presentó su plan, en diciembre de 2021. Entonces se pidieron 41.000 millones de dólares. No se ha informado de cuánto ha llegado al fin, pero las cuentas aproximadas salen: es un dato recurrente que los llamamientos ante emergencias de la OCHA no llegue a cosechar ni el 60% de lo que se solicita.
No obstante, en su comparecencia para explicar el dossier, Martin Griffiths insistió en que hay que pelear para dar con nuevos socios y nuevas formas de financiación. “El sistema de respuesta humanitaria está siendo probado hasta sus límites, pero conservo la esperanza, porque cuanto mayor es la presión, más decididos están los trabajadores humanitarios a aceptar el desafío”, escribió en Twitter. La ONU pone los “avances” en atención temprana a víctimas de explotación y abusos sexuales como ejemplo.
No sólo hace falta dinero. Reclama políticas de prevención y anticipación para no llegar a estos extremos de necesidad y también “diálogo” con los líderes de las comunidades locales afectadas. Todo un reto, señala, cuando se quiere introducir la ayuda en entornos hostiles e inseguros. Es representativo el debate sobre Afganistán y cómo se entrega la ayuda a un régimen sin reconocimiento internacional como el de los talibanes. También es complejo llevar la ayuda, añade, cuando desde la ONU hay que abordar también la subida de precios. Sólo en el Programa Mundial de Alimentos se paga por lo básico un 44% más al mes que antes de la pandemia.
Todo parece confabularse, pero si hay voluntad, es factible cambiar las cosas, anima.