Ellas cojines para el sofá, ellos pandilleros rebeldes: así nos ve Zara para el invierno que viene
Os propongo un juego: buscad las siete diferencias entre la editorial de Zara para hombres y la de mujeres (la resolución de este reto no te llevará más de 30 segundos, lo prometo). Sólo hace falta echar un vistazo rápido para darse cuenta de la forma tan diferente de representarnos y de la cantidad de estereotipos y topicazos que refuerzan las campañas de esta marca año tras año. Vayamos al grano:
Ellos están de pie. Ellas están ¿sentadas? ¿tiradas? ¿despanzurradas?
Ellos son retratados en contrapicado. Ellas se han caído... en picado.
Ellos andan, corren, saltan, escalan. Ellas están estáticas.
Ellos tienen amigos. Ellas siempre solitarias.
Ellos están en la calle. Ellas encerradas en casa.
Ellos están sanos. Ellas sufren jaquecas, mareos y bastantes dolores de espalda.
Ellos son tipos duros y malotes. Ellas están atontadas.
En plena ola de calor veraniega, mientras aún estamos pegados al aire acondicionado y a la botella de agua, Zara nos pone la pierna encima con el adelanto de su colección otoño-invierno 2018. Una vez a través de la mirada de Steven Meisel, un fotógrafo muy reconocido en el mundo de la moda por sus editoriales misóginas en las que maltrata literalmente a las mujeres, pero como las muertas van vestidas con trajes de marca no pasa nada. El resultado no ha podido ser más predecible: las modelos no son personas sino un objeto decorativo más y por supuesto no se pueden sostener por ellas mismas ni tampoco levantar. Visionar los dos vídeos seguidos, el de hombres y el de mujeres, puede resultar sobrecogedor. Mientras ellos corretean por unos astilleros entre humo, coches y rock and roll a las chicas parece que les han dado burundanga antes de la sesión.
Os resumo ambosfashion films en unas líneas. Resulta que las chicas acaban de recibir el pedido online que hicieron y lo llevan todo puesto: los vestidos, los tacones, las joyas, el bolso, pañuelos en la cabeza y también en el cuello. Pero sólo se lo ponen para dar una vuelta por su salón. Me imagino la típica pregunta de madre: "Hija ¿a dónde vas tan arreglada?". "Al sofá, mamá". Y es que en el sofá es donde está la salsuqui de la vida, donde pasa lo importante. Lo mismo puedes sujetarte la cabeza con el brazo en el respaldo que contemplar un paisaje imaginario por una ventana imaginaria. El vídeo nos sugiere que para pasar la tarde también podemos rezar, consultar bolas de cristal, acariciar objetos inertes con la yema de los dedos o encender un proyector para que dé luz por detrás. Podían haber colocado un móvil de techo de esos que se les pone a los bebés para tenerlos entretenidos, pero no quedaba tan bien en el vídeo.
Los chicos, por el contrario, han quedado para verse en el astillero, porque es un sitio donde se trapichea y se hace contrabando. Ellos van en grupo (o en manada, como se quiera interpretar). Se miran de reojo, aparece un coche, hay una trama. El lugar lo tiene todo: humillo de ese que da misterio, los típicos bidones oxidados y hasta una banda sonora que pone un poco de ritmo de vez en cuando. Van de un lado para otro, saltan, corren, prenden fuego a unas bengalas. Aunque si algo tienen en común los hombres y las mujeres de Zara es que tienen terminantemente prohibido sonreír. Ellas están tristes y ellos cabreados. Yo que soy muy friki de estas cosas he pillado al modelo de rastas esbozando una sonrisa. Gracias Zara por recordarme una vez más por qué no compro en tus tiendas y gracias al chaval que se atrevió a sonreír en la editorial, ¡tú eres la resistencia!
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