Las claves de las legislativas en Francia: la alianza de izquierdas pone en apuros a Macron
El bloque del actual presidente y el de Mélenchon llegan prácticamente empatados a unos comicios con un nuevo tablero de juego en la política gala.
Francia afronta este domingo la primera vuelta de sus elecciones legislativas. No son una cita más: hay costumbre de que el partido del presidente, elegido poco antes, gane sin problemas y se lleve el mejor trozo de la Asamblea Nacional, una mayoría notable, pero este año las cosas cambian. Emmanuel Macron venció en abril pero no arrasó y se vio comprometido por una emergente fuerza de izquierdas liderada por Jean-Luc Mélenchon, que ha ido ganando apoyos, que en semanas ha aglutinado sorprendentemente a todo el progresismo del país, y que hoy le planta cara a su misma altura. Empate técnico, dan las encuestas.
Lo que se juega Francia es el reparto de su Cámara baja, la hacedora de leyes, de cambios, de apuestas, y el puesto de primer ministro. Si es del mismo partido que el presidente, todos van a una y no hay choques. Si uno y otro son de partidos diferentes... el espectáculo político está servido.
Estas son las claves de un proceso que culminará el próximo 19 de junio, con la segunda vuelta electoral.
Presidente y primer ministro
En Francia existen dos cargos: el presidente y jefe de Estado y el primer ministro y jefe de Gobierno. Así está establecida la Quinta República. El primer cargo lo ocupa ahora Macron, liberal de En Marche!, reelegido para su segundo y último mandato el pasado 24 de abril. Su palacio es el de El Elíseo. Desde hace menos de un mes, y como respuesta al anhelo progresista detectado en la campaña presidencial, la primera ministra es Élisabeth Borne, exministra de Trabajo. En este caso, su oficina está en Matignon.
Al primer ministro lo nombra el presidente, pero es propuesto por la mayoría que salga de la Asamblea Nacional. Es por eso que unas veces hay coincidencia de partidos en los dos cargos -lo normal- y, otras, toca “cohabitar” y entenderse entre formaciones diferentes -lo excepcional-. Esto último ocurrió en 1986, con el socialista François Mitterrand como presidente y el conservador Jacques Chirac como primer ministro. Hubo momentos de lealtad institucional, muy pocos, y momentos de chispas y peleas en debates troncales como los impuestos o las privatizaciones. El socialista llegó a negarse a firmar algunas decisiones del Consejo de Ministros. El modelo se repitió en 1993 y 1997, con Mitterrand también de presidente junto a Édouard Balladur y Alain Juppé de primeros ministros y luego con Chirac como presidente y Lionel Jospin enfrente.
Es un equilibrio complejo, ya que el reparto de competencias puede llevar a choques importantes: el presidente decide las grandes líneas de la política patria pero el premier las baja a la arena, las ajusta a medidas concretas, a un programa, con todas las prerrogativas, salvo en Defensa y Política Exterior, reservadas a la Presidencia.
Es verdad que en la Constitución francesa, nada obliga a Macron a elegir a su primer ministro entre el partido ganador de las elecciones legislativas, por más que sea la costumbre, por eso Mélenchon reconoce que “hará lo que crea conveniente”. No obstante, juega con una baza a su favor: la Asamblea tiene que ratificar al primer ministro y si el izquierdista tiene esa sartén por el mango, al liberal no le quedará otra. Medios como Le Monde especulan estos días con la posibilidad de que, si gana la Nupes, Macron dé el cargo del primer ministro a otra persona de la izquierda que no sea Mélenchon. Se abre ahí una posibilidad de negociar, pero es pronto para saberlo.
Tras la victoria de Macron en las presidenciales de 2017, su bloque logró la mayoría absoluta en las legislativas, la que ostenta hasta ahora, con 314 diputados -los 267 de En Marche! y los 57 de su socio del Movimiento Demócrata- que le han permitido gobernar sin servidumbres. Ahora se juega su quinquenio.
A dos vueltas y con proporciones determinadas
Los ciudadanos galos tienen dos vueltas para elegir a sus parlamentarios, lo mismo que pasa en las presidenciales. Un diputado para cada distrito, de un total de 577 que hay en la Asamblea. Tras la primera vuelta de este domingo, pasan la criba los dos candidatos más votados por cada distrito y también aquellos que hayan superado el 12,5% del número de ciudadanos con derecho a voto. Luego, el 19 de junio, en segunda vuelta, se impone finalmente en cada distrito el candidato que consiga más votos.
Las legislativas se celebran cada cinco años por sufragio universal directo, en una votación uninominal, es decir, se vota un nombre concreto y no un partido. El sistema no es proporcional como el español, no se reparten los escaños en función de porcentajes, sino que el ganador se acaba llevando todo el distrito. El país se divide en distritos electorales proporcionales de más o menos 100.000 habitantes en los que cada uno de ellos elige a su diputado en el sistema de dos rondas.
Los aspirantes y las encuestas
La mayoría absoluta de la Cámara gala se fija en 289 escaños y hoy la posibilidad de que Macron la logre es complicada. Un sondeo publicado el jueves por el instituto demoscópico Ipsos daba un empate técnico a izquierdistas y centristas, que acuden a estos comicios en bloques.
Por un lado está la alianza “histórica” cuajada por Mélenchon, llamada NUPES, Nueva Unión Popular Ecologista y Social. Tras una campaña presidencial marcada por las divisiones, LFI (Francia Insumisa), el Partido Socialista, EELV (Los Verdes) y el PCF (Partido Comunista Francés) llegaron a un acuerdo para las elecciones legislativas. Por el otro, tenemos al bloque que encabeza Macron. El partido del Gobierno concurre dentro de la coalición Ensemble (Juntos), que reúne a La República en Marcha (LREM, o Renacimiento, según la nueva denominación que aún no cuaja), el Movimiento Demócrata (MoDem), Actuar (Agir), Territorios de progreso (TDP) y Horizontes (Horizons).
Ipsos -que es la empresa de referencia en Francia. sostiene que la Nupes sería la fuerza más votada, con un 28% de los sufragios, seguida por la coalición Ensemble, con un 27%. En tercera posición estaría la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, con un 19,5%. La ultraderechista, que hace un mes y medio le disputaba la presidencia a Macron, se tiene que conformar ahora con el bronce, por más que crezca respecto a cinco años atrás.
El reparto de escaños, que es lo que verdaderamente los trae de cabeza, prevé que entre 260 y 300 vayan para Ensemble y entre 175 y 215, para la Nupes, mientras la AN quedaría relegada a menos de 55. De este modo, la mayoría absoluta de 289 estaría en peligro para la alianza macronista, a poco que se mueva la horquilla. Otro sondeo de IFOP publicado el martes da entre 275 y 310 a Macron, mientras que uno más, de Elabe y difundido el miércoles, proyecta entre 275 y 315.
Sólo el Instituto Harris Interactive le da la mayoría absoluta a los de Macron, con hasta 310 diputados, ganándole por lejos a la Nupes, que conquistaría 152. La actual primera ministra, Borne, podría quedarse entonces en el cargo recién estrenado, por más que Mélenchon la llame su “predecesora”.
En lo que coinciden todos los sondeos en que habrá una gran abstención: podría tener un papel fundamental si supera el récord del 51,3 % registrado hace cinco años. Ahora se espera entre un 52 y un 54%.
La revolución Mélenchon
El veterano político izquierdista Mélenchon ha sido el muñidor de una alianza nunca vista en Francia. Ha tomado a todas las ramas del progresismo, algunas en horas bajas y otras no tanto, para hacer una apuesta común que es antiMacron pero, sobre todo, es prosocial. Promete reformar y dar respuestas a la pérdida de poder adquisitivo, la erosión de los servicios públicos o la revolución ecológica, los principales retos que los franceses marcan en las encuestas.
En las presidenciales no superó la primera vuelta, quedó tercero con el 21,95% de los votos, por detrás de Macron y Le Pen, pero había esprintado de tal forma que su opción, que unos tildan de populista y otros de extremismo de izquierdas pero que el llama de “justicia social”, subió como la espuma. Ya en aquellos días, viendo que no pasaría el corte, ponía sus ojos en las legislativas que ahora nos ocupan: “voy a ser el primer ministro”, decía en cada mitin y rezaban sus carteles. El líder de La Francia Insumisa, euroescéptico y anticapitalista, se puso las pilas y logró el apoyo de socialistas, comunistas y verdes para enrolarse en una aventura común de cara a estos 12-J y 19-J.
No ha sido sencillo, pero para las demás fuerzas, conscientes al fin de que la atomización de la izquierda les restaba peso, había llegado también el momento. Sobre todo ha sido revelador el cambio efectuado en la dirección de los socialistas franceses. Su candidata a las presidenciales, Anne Hidalgo, apenas logró un 2,1% de los votos, por lo que las alianzas y las coaliciones se han impuesto como la única forma de sobrevivir, no sin in debate tremendo en el seno del partido que, durante décadas, se había turnado el poder con los Republicanos de la derecha. El bipartidismo se ha acabado, porque la líder republicana, Valérie Pécresse, no llegó tampoco ni al 5% de los votos.
Mélenchon tiene empuje, pero también unos cuantos obstáculos para ser primer ministro. El de la unidad de formaciones parece superado en la lista, pero hay que convencer a los ciudadanos de que su supuesto radicalismo -bolivariano, le dice la derecha- no es de temer, de que hay distintas sensibilidades pero no se impondrá la más extrema. Ahí entra también el reto de convencer a los abstencionistas, legión, y de hacer ver que su voto es útil para lograr mejoras concretas que Macron no ha sabido abordar. Y luego están los puros números, tiene que mejorar sus resultados en todas las circunscripciones, porque salió ganador en muy pocas en abril. Tan pocas que, contando con aquel reparto, no pasaría de 104 escaños.
¿Y Macron?
El último barómetro del Instituto Francés de Opinión Pública, indica que la popularidad de Macron es de un 41%, la misma que antes de las elecciones de abril. Esto es: ha sido reelegido, pero no está en estado de gracia, en la cresta de la ola, tras su victoria por el 58,5% de los votos. No puede estarlo cuando el 41,2% de los electores se fue con Le Pen. No ha subido su estima ni con el cambio de primera ministra, un guiño a las necesidades más sociales.
Ya se llevó el chasco de no ganar arrasando y ahora, cada día que pasa, asume más a las claras que puede perder la absoluta en la Asamblea y, con ella, la calma en la gestión. Sus apuestas pueden verse entorpecidas o limitadas sin un premier en sintonía. Aún sus asesores hablan de una “mayoría estrecha”, pero es que en campaña hay que vender espíritu ganador.
Hace cinco años, su llegada a la Asamblea fue sencilla. Cabalgaba a lomos de una primera victoria presidencial inesperada y era el líder emergente, desconocido, que todos admiraban. Ahora Macron llega a esta cita tocado por los problemas de gestión, sin respuestas nuevas en estos casi dos meses de mandato revalidado y con un rival en la izquierda más sólido.
La campaña ha sido sosa y ha ido por derroteros que le gustan a Macron, que ha fijado el tema de la seguridad como uno de los esenciales. Más de la derecha que del centro, todo sea dicho, en busca de ese flanco. Los tumultos en la final de la Liga de Campeones del pasado 28 de mayo y la muerte de una joven a disparos de unos agentes por haberse saltado un control policial en París han ayudado.
Como recuerda la Agencia EFE, Mélenchon encendió la mecha cuando afirmó, en relación a ese último hecho, que “la policía mata”, creando la indignación del centro, la derecha y la ultraderecha. Luego Macron, distanciado de la pugna electoral por imperativos legales, ha acabado por implicarse de manera indirecta en la arena electoral ante los malos presagios para el domingo y ha escogido la seguridad también. Ha hablado sobre agentes de proximidad o refuerzo de gendarmes y ha atacado los “extremismos”, en relación al partido de Le Pen y la Nupes. En el semestre de presidencia francesa de la Unión Europea, también ha cargado contra ellos por su falta de europeísmo. Ayuda en su posicionamiento Ucrania, donde Macron ha jugado y juega uno de los principales papeles negociadores en los Veintisiete. “Lo que proponen desde los extremos son unas alianzas un poco barrocas en este momento con Rusia, que masacra a civiles en Ucrania”, alerta.
Ahora está por ver cómo le sale la jugada el domingo.