El valor de lo público
La pandemia ha demostrado la importancia de los servicios públicos que son de todos y que se financian con los impuestos que pagamos.
Nunca debemos dar nada por hecho en la vida y, menos aún, menospreciarlo porque aparentemente resulte gratuito. Si algo hemos aprendido en este último año es a valorar lo que nos protege, un sistema de bienestar, un sistema público que nos da cobertura. Todas las personas independientemente de nuestra ideología, de nuestra procedencia social, cultural o económica, hemos compartido una pandemia y seguimos compartiéndola. Cuando hay problemas, queremos un fuerte sistema público que nos cuide.
Cada persona lo ha vivido de manera diferente, según el entorno, la fortaleza individual y el azar con que está temible enfermedad nos ha golpeado. Pero además, lo que todos hemos compartido como sociedad ha sido la necesidad de la protección, una protección que hemos requerido en mayor o menor grado según nuestras propias necesidades laborales, sociales y vitales. Y para todos ha quedado claro que necesitamos una red cuidadora y asistencial para nuestra salud. Incuestionablemente esta protección la ha ofrecido y garantizado el sistema público, en la atención primaria, pero también en los centros hospitalarios, la mayoría públicos.
Hemos podido comprobar con absoluta nitidez que aquellas administraciones que han cuidado su sistema público han podido ofrecer una mejor atención y llegar a todos quienes la han necesitado. También se ha visto que aquellas administraciones que han practicado una política de recortes en lo público desde hace décadas han sufrido y han hecho sufrir a sus ciudadanos, dejándolos en una situación de incertidumbre y maltrato sanitario inexplicable en el siglo XXI.
Algunas administraciones han tenido incluso que recurrir al voluntarismo y a la delegación de competencias en el Estado para poder hacer frente a una situación provocada por el abandono de lo público y la irresponsabilidad de la imprevisión ante situaciones de emergencia como la que estamos viviendo, pongamos que hablo de Madrid. Afortunadamente para aquellos que no pueden permitirse una atención privada, contamos con un Estado del Bienestar que ha actuado donde se ha necesitado.
Ahora, que estamos en pleno proceso de vacunación masiva, es necesario recordar que es lo público lo que garantiza esta protección a nuestra sociedad, porque es el sistema público de salud el encargado de poner en marcha todo este protocolo de vacunación, de lograr la negociación con la UE para conseguir millones de vacunas y que estas alcancen a toda la sociedad. No debemos olvidar que España cuenta con un sistema de salud público universal, porque se alimenta de los impuestos a los que los y las españolas contribuimos.
Pero lo público es mucho más que la salud. Es la educación, es la atención social, es cuidar a nuestros mayores, es infraestructura material, es atender a aquellos y aquellas que lo necesitan en momentos complejos como los que estamos viviendo.
Todos los colectivos de una u otra manera han pedido y exigido algún tipo de ayuda en estos tiempos difíciles que atravesamos: ayudas para los trabajadores a través de los ERTE, líneas de avales para las empresas, nuevos subsidios de desempleo, ayudas directas para los autónomos o ayudas al alquiler para los más necesitados. Son algunos de los ejemplos de medidas adoptadas en el ámbito económico y laboral y, financiadas con fondos públicos.
Lo público también provee el ingreso mínimo vital para ayudar a combatir la pobreza estructural existente y la que se ha generado en este último año. Lo público es imprescindible para ayudar a nuestros mayores a vivir con dignidad, cuando necesitan asistencia, cuando llegan a alcanzar un nivel de dependencia, en su casa o en centros asistenciales de mayores. Con ambas opciones reciben ayuda y solidaridad organizada desde lo público.
Nuestros niños, niñas y jóvenes también participan de lo público. El 67,2% del alumnado español está escolarizado en la escuela pública donde reciben la educación y formación necesarias para convertirse en ciudadanos y profesionales el día de mañana. Pero incluso el porcentaje restante también se beneficia de lo público, porque los centros concertados también reciben financiación pública y por eso están obligados a cumplir con las normas comunes al ámbito educativo.
La conclusión es que para mantener las garantías de asistencia, de calidad y de servicios básicos que todos necesitamos en nuestro día a día, se requiere un fuerte sistema público que algunos han debilitado a lo largo de los años y que han denostado y menospreciado. Ahora carecen de estos servicios y deben apelar a la ayuda ajena y externa para garantizar la atención a todas las personas, porque todos nos merecemos una vida digna.
El valor de lo público está demostrado. Pero lo público, que es de todos y todas, hay que mantenerlo. Lo público se financia con los impuestos que pagamos. Los recursos económicos no caen del cielo, por eso es necesaria una política fiscal justa, para que haya justicia social y mantener nuestros servicios públicos con los parámetros de calidad que como sociedad avanzada debemos consolidar. No caben ni la demagogia ni los populismos, que sólo engañan a las personas.