El peligro de ‘normalizar’ las amenazas a políticos
“Fomentar el odio, el miedo y las emociones más primarias hacia el diferente o el ‘otro’ es peligrosísimo, porque una vez que las has alentado, no las controlas”.
Si hace un año alguien nos contara que cientos de republicanos conspiranoicos iban a asaltar el Capitolio de Estados Unidos alentados por su presidente, nos habríamos reído. Y, sin embargo, ahí están las imágenes para recordar lo que pasó el 6 de enero.
Tampoco la laborista británica Jo Cox se habría imaginado que su campaña en el referéndum del Brexit a favor de permanecer en la UE iba a costarle la vida aquel 16 de junio de 2016, justo una semana antes de la votación, cuando un ciudadano vinculado a grupos neonazis decidió que no podía soportar más su existencia, y le asestó varias puñaladas y disparos al grito de “Britain First”.
Nadie quiere verbalizar los posibles paralelismos con la política española, pero al mismo tiempo es inevitable pensar en ellos, y temerlos. Más cuando en plena campaña electoral, la de Madrid, el clima se ha tensado hasta tal punto que media decena de políticos ha recibido explícitas amenazas de muerte.
El discurso del odio “está entre nosotros”
“El discurso del odio es peligrosísimo, y ahora mismo está entre nosotros”, afirma Guillermo Fouce, profesor de Psicología Política en la Universidad Complutense. Este doctor en Psicología reconoce sentirse “seriamente preocupado” ante la escalada de crispación vista en esta campaña y ante el hecho de que ciertos actores políticos aviven el odio. “Fomentar el odio, el miedo y las emociones más primarias hacia el diferente o el ‘otro’ es muy peligroso, porque una vez que las has alentado, no las controlas, y eso genera una violencia y un nivel de riesgo muy complicados”, señala.
Miquel Pellicer, profesor de Estudios de Ciencias de la Información en la UOC y director de Innovación de Interprofit, coincide con Fouce. “Es preocupante lo bestia que está siendo el tono general de esta campaña”, advierte. Pellicer menciona la campaña “ultrapopulista” de Vox y el “populismo” de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, con “una estrategia muy identitaria entre el victimismo y el orgullo madrileño”, describe.
El profesor explica que “las campañas emocionales hacen que la gente saque sus emociones, y esto tiene que ver muchísimo con la agresividad”. Para Pellicer, “las amenazas a políticos han sido el colofón final de esta escalada bélica”. “Y es peligroso”, recalca. “No le quitaría gravedad al asunto de las balas, porque es grave”, dice.
La reacción a estas amenazas ha sido dispar entre los partidos políticos. Por un lado, PSOE y Unidas Podemos —principales afectados de estos envíos— han alertado de la gravedad del asunto, enmarcándolo dentro de prácticas fascistas. Por otro lado, está Vox, que a ratos banaliza y pone en duda las amenazas y a ratos juega a “condenar todas las violencias, vengan de donde vengan”. En una especie de equidistancia, está el Partido Popular, cuyo líder, Pablo Casado, sí ha condenado sin ambages las amenazas, pero cuya candidata a las elecciones madrileñas, Ayuso —receptora de uno de los sobres con balas—, ha preferido quitar hierro al tema e insistir en que muchos políticos han recibido violencias parecidas y no se ha formado tanto revuelo.
Amenazas ha habido siempre, pero no como ahora
Es cierto que otros políticos han sido objeto de amenazas —sin ir más lejos, en 2018 se detuvo a un francotirador que intentó atentar contra Pedro Sánchez—, pero no se recuerda una ‘oleada’ como la actual, en la que en solo una semana ha habido al menos ocho envíos con amenazas de muerte a seis representantes públicos.
La Policía Nacional y Correos han preferido no dar más información sobre estos hechos mientras se investigan, pero la empresa postal ya ha reforzado su sistema de alerta al conocerse que las primeras balas enviadas a Pablo Iglesias, Fernando Grande-Marlaska y María Gámez superaron sus controles sin problema.
En un comunicado remitido a El HuffPost, Correos asegura que “el 100% de los envíos considerados de riesgo pasan por [sus] escáneres”, pero que, “ante la gravedad de los hechos acaecidos recientemente, se ha procedido al refuerzo de la seguridad, y a elevar el nivel de alerta en todas las operaciones”.
El ‘efecto llamada’ de estas amenazas
Sobre la posibilidad de un ‘efecto llamada’ en el envío de estas amenazas, el psicólogo Guillermo Fouce reconoce que existe “un cierto riesgo”, pero enseguida aclara que el peligro no se encuentra en las personas con psicopatía o esquizofrenia, como se ha tratado de señalar desde algunos sectores. “En general, las situaciones de agresión o de violencia no tienen que ver con un trastorno mental; tienen que ver con el fomento de estas emociones de rechazo y odio”, explica el experto. “Lo peligroso es generar un clima en el que se transgreden ciertas líneas, y en el que empieza a parecer que lo normal es la amenaza, la violencia y el odio”, apunta.
Del mismo modo, el fenómeno de las amenazas puede tener consecuencias entre el electorado que el 4 de mayo está llamado a votar. Por una parte, habrá “un efecto en la movilización, que tiene que ver con la gravedad del asunto y con que se pueden poner en riesgo valores fundamentales”, señala Fouce. Por otra, el psicólogo augura un efecto contrario, de “paralización”, porque “el miedo funciona mucho a corto plazo, pero también genera hastío, desánimo y desconexión a medio tiempo”, razona. Es decir, habrá gente que el próximo martes acuda masivamente a las urnas por miedo a lo que puede conllevar este discurso de odio, y luego habrá otras personas que, cansadas de escuchar cada día el tema de las amenazas y desanimadas con la política, decidan quedarse en casa.
“Venga, una línea roja más que se cruza”
Para Pellicer, autor de La comunicación en la era Trump, la sensación que tenemos los ciudadanos estas semanas es similar a la que teníamos cuando asistíamos como espectadores a las barbaridades que soltaba cada día Donald Trump, primero como candidato y luego como presidente de Estados Unidos. De algún modo, decimos “venga, una línea roja más que se cruza”, ilustra Pellicer. Y el peligro de esta ‘normalización’ es que “nos estamos acostumbrando a escenarios muy graves”, alerta.
Tanto él como Guillermo Fouce hacen hincapié en la “responsabilidad” de los políticos para rebajar este clima, aunque ambos son conscientes de la dificultad de ello cuando algunos de estos agentes “buscan el odio y la agresión constantemente” como parte de su estrategia, con una “intencionalidad para provocar y buscar el enfrentamiento”, describe el psicólogo.
Fouce insiste en “llamar a la moderación, porque estamos moviendo un avispero sumamente peligroso, y además identitario, que es muy difícil de combatir”. Pellicer sostiene que “todo esto pasará”, pero pide también “ir con cuidado, porque en otras campañas ya hemos visto que los discursos de odio tienen consecuencias materiales”.