El paro se conjuga en femenino
La grave y prolongada crisis ha castigado con especial virulencia a las mujeres, pero, cuando el Gobierno Central presume de recuperación, las mismas mujeres siguen olvidadas y sin ver la luz al final del túnel. El paro, pese al artículo determinado que le precede, se conjuga en femenino. En noviembre el 96% de las personas registradas en las oficinas de empleo correspondía a mujeres (6.969 frente a 286 hombres).
La crisis ha precarizado el poco trabajo al que se accedía, la reforma laboral del PP ha agravado su situación y los recortes del estado del bienestar se han cebado con las mujeres para incrementar la feminización de la pobreza y una desigualdad que ya era insoportable en un país que presume de avanzado.
Mujeres que, además de tener mucho más complicada la salida al mercado laboral que los hombres, cobran menos cuando tienen un empleo, precario casi siempre, y tienen que ejercer de cuidadoras y sacar adelante unas labores en la casa que recaen sobre sus espaldas como si fuera consustancial a su género su desempeño. Los datos de paro, la brecha salarial y las actividades domésticas añadidas conforman un escenario impropio de un sistema en el que las mujeres no podemos ser el pariente pobre de la democracia.
En estos días de aniversario de la Constitución no está de más recordar que su artículo 14 recoge la igualdad y, por tanto, la no discriminación por razón de sexo. Hay tantos indicadores y datos que contradicen este principio que, transcurridos 39 años desde su respaldo ciudadano, negar que ha habido progresos sería incierto, pero, en contraposición a ello, la certeza mayor es que la igualdad de género ha de ser total o no lo es. Cada mujer se enfrenta a dificultades duplicadas frente al hombre. A eso se le llama injusticia. Por cada varón en paro, según los datos de noviembre, hay 25 nuevas paradas.
¿No son estadísticas lo suficientemente vergonzosas como para aparcar las palabras y pasar a los hechos? ¿No lo es que las mujeres trabajen gratis 54 días al año por la diferencia de salarios con los hombres? (datos de 2015 de Eurostat). Desde 2013, año en el que las cifras de empleo empezaron a remontar (otra cosa es la calidad del mismo lastrada por la reforma del PP), el desempleo entre los hombres ha caído en torno al 40% mientras que el de las mujeres aproximadamente la mitad de ese porcentaje. Pero no se trata tanto de estadísticas, por muy ilustrativas que sean, como de que detrás de cada agravio hay una víctima de una discriminación intolerable. Basta ya.
Exigir igualdad es exigir democracia real. Querer cobrar lo mismo y cuidar lo mismo no debería ser ni necesario, pero algo grave falla en el sistema cuando hay que reclamar lo obvio. Una economía de la igualdad que dé valor económico al trabajo no remunerado que realizan las mujeres, una labor tan imprescindible como invisible que si se valora ni se paga ni se contabiliza. Una ley de igualdad salarial que acabe con la brecha por razones de género tanto en los salarios como en las pensiones.
La aplicación de cuotas por sexos (un mínimo de 40% para mujeres) en los consejos de administración de las empresas públicas y cotizadas. Medidas todas ellas que requieren una voluntad política firme que, a juzgar por el empeoramiento de los datos del mercado laboral, el actual Gobierno no tiene. Debería saber, y es preocupante que ni siquiera lo parezca, que no hay futuro posible si las mujeres no viven seguras, si no cuentan con los mismos derechos, trabajan en las mismas condiciones, cobran los mismos salarios y tienen las mismas oportunidades que los hombres.