El motivo por el que deberías aflojarte un poco los tornillos
Es curioso que, cuando se quiere insinuar que alguien no está bien de la cabeza, se diga que le falta un tornillo. Si esto fuera así, ir por la vida con los tornillos flojos equivaldría a bordear la frontera de la cordura. Sin embargo, lo cierto es que las máquinas y las personas son muy diferentes, en algunos casos ciertamente opuestas. Y mientras que las máquinas, es verdad, necesitan tener todos sus engranajes bien apretados, es muy probable que con las personas sea más bien necesario lo contrario. Sobre todo, si se pretende que tengan ideas nuevas.
Nos encanta tener razón, nos encanta acertar en nuestras predicciones y nos encanta tener las cosas claras. De ahí que, en general, tendamos a ser de ideas fijas. Pero eso, las ideas fijas, es precisamente lo que ahoga la inspiración, la creatividad, la innovación, y toda esa constelación de estados y capacidades maravillosas que son responsables de algunos de nuestros momentos más dichosos y que, a la vez, hacen que el mundo avance.
Para que surja una idea fresca y original, es necesario que los pensamientos no estén fijamente atornillados en nuestro mapa conceptual. Una noción que no se puede mover, una relación que siempre apunta en la misma dirección o una definición que es inalterable, son frenos a nuestra inspiración y a nuestra capacidad de crear, porque las musas se alimentan de lo inesperado, de lo chocante y de lo interseccional.
Reivindicar la importancia de los tornillos flojos es reclamar el derecho a no ser como las máquinas, que siempre producen los mismos resultados ante las mismas circunstancias. Es tener la voluntad y la valentía de dejar escapar las ideas hacia destinos inciertos, en ese proceso tan cautivador que conocemos como el fenómeno de la mente errante. Es querer que algunos tornillos se desprendan de sus ubicaciones y viajen hacia otros extremos de nuestra cartografía mental, estableciendo relaciones inesperadas y aparentemente caprichosas, pero siempre emocionantes.
De la misma manera que hay ventajas de ser una oveja negra, hay motivos para ir por la vida con los tornillos flojos. Y el fundamental es que es la única manera de trascender lo predecible, lo cotidiano y lo gris para provocar a las musas, para sacarles los colores y facilitar que nos visiten.
Sin embargo, una de las leyes de la memoria dice que nos acordamos mejor de aquello que más veces hemos recordado. Y por eso, con el paso del tiempo, las ideas que con más frecuencia hemos visitado a lo largo de nuestra vida se han ido atornillando más y más a fondo en nuestra constelación de ideas, y algunas de ellas están ya tan fijas que parece que forman parte del orden del Universo. Pero no es así. Cualquier idea se puede desafiar, cualquier concepto se puede poner a prueba y cualquier principio se puede revisitar con una mirada nueva.
Es verdad que el mundo gira sobre la base de nuestras certidumbres, tanto como que solamente avanza alimentado por las ideas que surgen de nuestras vacilaciones y titubeos. Y esas vacilaciones y titubeos habitan, precisamente, en el espacio que dejan los tornillos cuando se aflojan.