El debate revienta la campaña socialista
Varios responsables de informativos de RTVE han puesto su cargo a disposición de la presidencia.
Guerra entre partidos, guerra entre medios, guerra entre periodistas… Lo que le faltaba a esta anodina campaña es una lucha en el barro entre profesionales de la información a cuenta del debate electoral entre candidatos. Ha pasado. Y ellos, los líderes políticos, frotándose las manos. Al fin y a la postre, es el mejor ejemplo de que no somos tan distintos. Nunca estuvimos más igualados en tantas cosas, pero en falta de credibilidad, desde luego.
Y lo mismo que hay quien se erige en único garante de la Constitución y la unidad de España, hay quien hace lo propio con el periodismo. El espectáculo entre Atresmedia y RTVE por la realización del único debate que se celebrará en campaña entre los principales líderes es la viva imagen de una España desquiciada en la que todo vale.
Ahora resulta que lo que importa no es que los candidatos confronten discursos y programas, sino dónde lo hagan. Y de nada vale que la televisión pública haya ofrecido señal gratuita a todas las cadenas públicas y privadas. Va a ser que los debates ya no son un derecho de los ciudadanos, sino de quienes han decidido que sólo ellos son capaces de ofrecer un espectáculo más periodístico, más dinámico y menos encorsetado. Sobre aquello de que los periodistas nunca somos noticia mejor no hablamos porque estos días parece que la competición es entre nosotros, y no entre los políticos.
Miserias propias aparte —que tiempo habrá para airearlas— el debate electoral ha reventado la campaña en plena Semana Santa hasta convertirse en un vía crucis laico para Pedro Sánchez. El presidente ha quedado retratado y su estrategia electoral, desbaratada. El foco ha virado. Ya nadie habla de los excesos del candidato popular Juan José Cortés en los mítines, ni de la derecha ultramontana que representa Álvarez de Toledo, ni de los escraches a Ciudadanos, ni siquiera de la rueda de prensa desde la cárcel de Jordi Sánchez.
En el ecuador de la campaña, lo que prima hoy es que a Sánchez le ha salido el tiro por la culata porque no podrá juntar, como pretendía, a Casado, Rivera y Abascal en un mismo plató en el sprint final para arengar al electorado contra la triple alianza, el “trifachito”, la involución y el retroceso. Ha quedado acreditado que tampoco estaba dispuesto, como decía, a participar en cuantos debates se le plantearan. Y encima su compromiso con una televisión pública independiente ha quedado en entredicho.
Al final ha hecho lo mismo que criticó cuando era oposición a sus adversarios: utilizar RTVE en beneficio propio. Al menos esta vez, los profesionales se han rebelado contra la impúdica actitud de la dirección por plegarse a los intereses de Moncloa. Se llama valentía y se llama decencia en defensa de un periodismo honesto, imparcial, crítico y no sometido al Gobierno de turno.
La responsable en este caso tiene nombre y apellido. Se llama Rosa María Mateo, y sobre su mesa varios responsables de informativos de la cadena han puesto su cargo a disposición de la presidencia, en las últimas horas, ante lo que consideran una falta de imparcialidad por ajustar su programación a la propuesta de un único partido. El PSOE, claro.
RTVE iba a celebrar el debate a cuatro el lunes 22, pero decidió pasarlo al martes 23 para que Sánchez no se encontrara con una silla vacía en Atresmedia ese mismo día, después de que los otros tres candidatos manifestaran su disposición a acudir a ambos formatos. La imagen habla por sí sola. El presidente primero despreció a la televisión pública en beneficio de la cadena del grupo que editó sus memorias. Después, cuando la JEC dictó una resolución en contra de la participación de la ultraderecha en Antena 3, cambió a la pública. Y, para evitar la imagen de su silla vacía, forzó el cambio de fecha en la española.
Y aun así insiste, como ha hecho en Onda Cero, en que es un gran defensor de los debates, que hay que regularlos por ley y que ha cumplido con la palabra dada a Atresmedia. Ah, y que la culpa es de la Junta Electoral por cambiar las condiciones del debate con una resolución que no comparte.
Razón tenían quienes en el Comité Electoral sostenían que esta campaña, sin apenas tensión electoral y en plena Semana Santa, podía tener imprevistos, incluso para un PSOE al que le interesaba como favorito el perfil bajo. Lo que no sabían es que el tiro en el pie se lo iban a dar ellos mismos.