El coronavirus en la economía española: un efecto en cadena
Frenar la curva de contagio es la prioridad que debería tener el Gobierno en estos momentos.
Las cifras de contagio de coronavirus a nivel global no dejan de dispararse. Estamos hablando de una Europa que, de acuerdo con las estadísticas, se ha convertido en el epicentro mundial de la pandemia. Una situación que, por ahora y mientras Estados Unidos siga sin superar a Italia, pone en una situación preocupante a todos los países europeos. Unos países que siguen anunciando medidas para relajar la alterada situación económica que viven.
Y es que basta con mirar los índices de volatilidad en los mercados financieros para darnos cuenta de la percepción de los inversores. Esta misma mañana, la elevada tasa de contagio del virus se reflejaba en la preocupación de los inversores, confinados todos en sus casas y a la espera de todo esto pase. Y es que, en cuestión de días, las pérdidas de liquidez que se han producido en los mercados financieros, donde la capitalización de mercado mostraba pérdidas para los inversores que ya superaban la totalidad del producto interior bruto (PIB) de los Estados Unidos, ha provocado una espantada de capital de los mercados.
Una espantada que llamó a la acción inmediata a los reguladores, paralizando, de inmediato, los cortos, como hizo la CNMV en España, así como suspendiendo, en determinadas situaciones, la cotización de forma temporal. Y es que, pese a que no estemos hablando de mercados en este artículo, el miedo es una realidad en estos momentos. Y la incertidumbre, tanto económica como, aún peor, sanitaria, está provocando el desasosiego permanente de la sociedad civil. Y es que, las bolsas, para eso precisamente, reflejan muy bien ese miedo en los índices de volatilidad; lo que, para más inri, se le denomina índice del miedo.
Estamos en un escenario complicado. Esta es la realidad que arroja nuestro planeta en estos momentos. La incapacidad de hacer nada ante este brote vírico sigue resquebrajando la mente de nuestros gobernantes, incapaces de contener un escenario que, ya de por sí, no sabemos cómo reaccionará con el paso de los días. Aun más importante que la economía es frenar la curva de contagio. Si tenemos que destacar una prioridad en estos momentos, esta prioridad es contener y frenar la curva de contagio. Pues, como veremos, este es el inicio de toda recuperación posible.
En primer lugar, debemos saber que las pérdidas en materia económica, salvo excepciones, van a depender del tiempo que se prolongue el contagio. Debemos saber, antes de nada, que mientras el contagio siga presente en las calles, la paralización de la actividad económica y el confinamiento general seguirá siendo la principal medida adoptada por los gobiernos para controlar la situación. Es decir, grosso modo, mientras siga habiendo contagios, los negocios seguirán con la persiana echada. Por esto, frenar el contagio es de imperativa necesidad para reanudar la actividad económica.
En segundo lugar, y no menos importante. Cada día que pasa es un día perdido para la producción en nuestro país. Es decir, en otras palabras, cada día que no producimos es un día perdido de crecimiento para nuestro PIB, así como de ingresos para nuestras empresas. Por esta razón, si no frenamos el contagio y las empresas siguen cerradas durante un proceso prolongado en el tiempo, las pérdidas, acumulativas si cabe, seguirán ensanchando esa bola de nieve. Una bola de nieve que, dependiendo del tamaño de esta, tendrá un mayor o menor efecto en la reanudación de la actividad económica.
Es aquí donde meto las medidas del Gobierno y por lo que, en tercer lugar, hablaremos de las decisiones que ha adoptado la ejecutiva. Debemos recordar que lo más importante para estas empresas, además de frenar el contagio y que puedan abrir, es que puedan amortiguar todas las pérdidas de tal forma que, de prolongarse la situación en el medio plazo, estas puedan seguir sosteniendo sus costes mínimos, evitando el cierre de estas a toda costa y, por ende, la pérdida de capacidad productiva que esto supone.
Es decir, con esa flexibilidad evitaríamos, precisamente, la consolidación de pérdidas a la que tanta alusión hace el Fondo Monetario Internacional (FMI). Una consolidación de pérdidas que solo se harán efectivas cuando los negocios echen el cierre definitivamente y las suspensiones de contratación, así como la actividad del negocio, se extingan definitivamente. Solo así, las pérdidas para la economía se harán efectivas y podremos aproximarnos a la situación que presentaba el escenario en 2008, cuando la crisis financiera.
Las medidas, por ello, deben ir completamente enfocadas en salvaguardar la liquidez, pues de ella depende la vida de los negocios y su capacidad para amortiguar las pérdidas. Pero nos estamos dejando una incógnita muy relevante y por la que, también, es de imperativa necesidad volver al punto uno, al prioritario, de reducir la curva de contagio. Una incógnita que nace con los 183.000 millones de euros que destina el Gobierno a avales para que los bancos puedan refinanciar la deuda y conceder esos aplazamientos.
Esto es la deuda pública en el país. Y es que, pese a reducirse las exigencias en los objetivos de déficit, de consolidar las pérdidas y no poder hacer frente a esas deudas, recordemos que el avalista responsable de afrontarlas será el Gobierno. Aquí es cuando debemos mirar el ratio de apalancamiento de nuestra economía, donde con un 100% del PIB podríamos situarnos en un escenario muy difícil para el futuro. Pues, de extenderse la curva de contagio, que las empresas no puedan abrir, que vayan dándose todos los puntos anteriormente citados, la deuda podría dispararse de tal forma, que, junto al desempleo que se produciría y el desagradable escenario, nos meteríamos en un bucle del que nos costaría horrores salir.