El ciudadano 'monitorizado'
En esta época nombramos más que nunca. Los nombres y los nombramientos son como el pan nuestro de cada día. También lo es falsear nombres, maquillar, disimular, renombrar, denominar y re-llamar a las cosas por su nombre en inglés, o por su falso nombre pos-verdadero. Se trata de un deporte digital que alivia las tensiones. Se desconoce qué es el individuo y cuáles son sus derechos y obligaciones, para así diluir sus responsabilidades, alojadas en la red de falsificadores o en las de las masas que buscan su identidad colectiva, sin saber que las identidades, los derechos y los deberes lo son de los individuos: una de las primeras obligaciones al nombrar las cosas implica hacerlo con justicia y veracidad.
Están los populismos y los análisis de los populismos, que se salen, - desatados de todas las hechuras gramaticales -, cuando llegan los hackers o piratas asaltando los campos de la verdad con la misma fiereza con la que acosan los reductos de la lógica. Pero los tiempos son así, anglo-digitales-parlantes-condescendientes-compasivos. Según se cambie de sitio, el sustantivo cambia el sentido; gente expresamente preparada se dedica a decir digo donde antes decía Diego; o preso político, cuando antes decía político preso. Larga lista de caras y luengas máscaras de carnaval.
Este de los nombres es un signo de los tiempos, pero no solo de estos tiempos. Fanáticos de la nómina, la nominación y de la utilización de los nombres en vano, - o de tergiversarlos -, los ha habido siempre. Sin embargo, está en boga la confusión acerca de qué somos los individuos y cómo nombrarnos. El otro problema es el de las multitudes. Con frecuencia se habla de multitudes para explicar el cambio de noción de la masa, del pueblo o muchedumbre, a la ciencia política y el derecho constitucional que representan la multiplicidad social de sujetos.
Desde Baruch Spinoza a Paolo Virno"multitud" es una noción para actuar en común como agente de producción biopolítica dentro del sistema, sin perder la condición de individuos. Hobbes, en cambio, asimilaba la voluntad del gentío a la de un colectivo que puede ser dirigido como "totalidad". Algo de lo que tenemos muchos ejemplos en estos días.
Entre la multitudde los individuos renombrados de nuevo, o "bautizados" al inglés está la noción del individuo digital, que ahora se denomina por los "smart cornys", (los cursis de la inteligencia digital), como "ciudadano 360º". Este es un individuo, "indivisible" como "persona" en su acepción de la Real Academia Española (RAE). Al parecer, tiene capacidad digital para ofrecer una estructura multidimensional, esférica, pluri-angular y multi-radial, "fake", "on line " o "en red", que lo ve todo, lo recibe todo y todo lo emite. Eso sucede gracias al "OpenData" y al "BigData", al P2P y las "smartgrids", los sistemas de sensores y "smartmobility". Glosarios que se ocupan de tenerlo la mayor parte de su tiempo conectados al "display" de sus "mobile" "gadgets". También a sus dispositivos, que son más seguros, anónimos, eficientes y táctiles que en toda la historia anterior, ...al menos hasta ayer mismo.
Este personaje que podría ser cualquier cosa menos "ciudadanía", - además, repetimos -, no es "multitud". Es objeto de atención de "mechanisms" como el "dron" o "device" que lo ve todo; puede convertirse en una "point cloud", "nube de puntos", que emerge del contorno físico o virtual, llevándolo a reconocer todo mediante "realidad aumentada", lo que no hace sino disminuir su necesidad de desplazarse al lugar. "The code" facilita mediante SIGs, la localización de coordenadas; lo muestra sin desplazarse, siquiera en un "segway" o un "ZEM2ALL", "vehicle"; elementos que no hacen "noise" ni emiten "CO2", En las grandes ciudades, los drones se han convertido en "multitud", con ventajas y desventajas evidentes. Como todas las tecnologías que se vuelven masivas a toda prisa, sin ningún control, solo después se regulan sus efectos, ya cuando se hacen peligrosas, arriesgan el interés nacional, o el de las compañías suministradoras.
El individuo "monitorizado" es individuo en todas sus dimensiones: de frente, de costado, desde arriba y desde abajo, en todas sus facetas, pero predomina en la de "perfil". Gracias al entusiasmo de los alcaldes y políticos por toda la inteligencia "smart", nos aplicamos de lleno a las soluciones interactivas, concertadas por las corporaciones globales como IBM Indra, Telefónica, Apple o facebook, entre otras.
Ofrecemos nuestro perfil gratis a todo tipo de "internets", "platforms", "codes" y sistemas de información de TICs asociadas. Gracias a esos "gigantescos bancos de datos, para saberlo todo" del ser digital que luego respira en la ciudad, los Ayuntamientos están enloqueciendo por lo "smart". Igualmente, las empresas multinacionales lo saben todo de las ciudades. Saben que claman por tener multitudes de visitantes, turistas, compradores "consumers", que pujen en las subastas de precios, de "mobiles", de viajes, hoteles, o cruceros. Hay multitudes de individuos que se han digitalizado en poco tiempo. Las ciudades seducidas por la monitorización, fracasan porque no acaban con la brecha digital; retroceden las que no pueden aplicar las TICs al urbanismo con la misma información y la misma rapidez.
El ciudadano monitorizado es el de perfil digital consumista, orientado hacia los flujos señalados por las nuevas compañías de "logistics" que hacen desaparecer intermediarios, contribuyendo activamente a la distribución de poca riqueza y mucha desigualdad, según les conviene. Ni las ciudades ni los sujetos monitorizados están preparados para recibir las "tecnologías disruptivas", "disruptive tecnologies", que tanto furor levantan en la clase política neoliberal. Nuestro perfil es objeto de subasta por la vía de la sociedad digital de la información: ese proceso, de momento, no tiene límites.