El Brexit, inalcanzable, inacabado, imposible
Llevamos 2 semanas, o quizás 2 meses, o mejor aún, casi 3 años de tensión continua con la irresponsable decisión de salir de la Unión Europea del Reino Unido.
Todas las encuestas de aquel referéndum del 23 de junio de 2016, aún siendo ajustadas, daban ganadora a la opción del sentido común frente a la del enfrentamiento. La consecuencia es romper una relación que les llevó de un país en estado de crisis económica perpetua, al éxito económico de los años 90 y que ha durado más de 40 años.
No solo en baremos económicos podemos valorar esta relación de décadas, sino también teniendo en cuenta el factor humano que ha sido positivo para ambas partes. La movilidad de trabajadores y de estudiantes a través del programa Erasmus es desde mi punto de vista uno de los activos más interesantes de esta Unión Europea.
Una Unión Europea que contó curiosamente con un británico como uno de sus creadores. El 19 de septiembre de 1946, Winston Churchill pidió la creación de unos Estados Unidos de Europa. Y es incluso más curioso que otro británico, también defensor de la Unión Europea, Lord Kerr, creó el Artículo 50 que Reino Unido ha usado para comenzar la salida, con el aislamiento internacional y pérdida de peso político en organismos internacionales, ante la falsa promesa de un revanchista “más tienen ellos que perder”.
Pero este portazo deja a Reino Unido como el quinceañero que tras una bronca por no poder jugar a la PlayStation hasta la 1 de la mañana, empieza a amenazar con escaparse de casa, y los padres ven como mete 4 camisetas en una mochila, y le abren la puerta con el conocimiento de que 15 minutos después volverá, ya que fuera hace frío, no tiene tarjeta de crédito, y en 1 semana tiene el viaje de fin de curso que han pagado sus padres.
Cuando la quinceañera es Theresa May al menos te esperas que en la teatralización de la huida, siendo precavida, meta en la mochila la ropa limpia y planchada, y se meta un libro, y el cargador del móvil, y la cartera… pero si este quinceañero es la Vicky Pollard de Little Britain de la maltrecha política británica, Boris Johnson, ya sabes de partida que muchos amigos que le hagan hueco en su casa no tiene. Ya sabes que si es Boris el que ha de prepararse la mochila se olvidará calcetines, y quizás en vez de meter ropa limpia, meta la ropa que está esparcida por el suelo de la habitación, que muy limpia no va a estar. Si es Boris el encargado de organizar la rebelión de los adolescentes, no hay plan B, pero es que tampoco había plan A.
Boris Johnson ya comparó a la Unión Europea con Adolf Hitler, escribiendo en su columna en The Telegraph, que la UE quería crear una superestado europeo como el líder nazi alemán, usando “métodos diferentes”, pero con el fin de unificar a Europa bajo la misma “autoridad”.
Las bravuconadas significan que los padres toman decisiones que no se van a revocar. La Unión Europea ya ha trasladado la Agencia Europea de Medicamentos, y la Autoridad Bancaria Europea. La Unión Europea, igualmente, ha accedido a dar más tiempo para llegar a una decisión definitiva y con poco margen de negociación.
Las empresas de diferentes sectores han seguido el sentido de este movimiento y Barclays ha trasladado 190 mil millones de euros (190 billones británicos) en activos desde Reino Unido a Irlanda.
El Think Tank New Financial publicó hace meses un estudio, en el que se especifica el traslado de 269 empresas de servicios financieros que decidieron salir de Reino Unido con dirección a Dublín.
En el sector industrial, la pasada semana conocíamos el futuro negro de lo poco que queda de las siderurgias británicas y cómo la ciudad de Scunthorpe seguirá el camino que Redcar marcó hace 3 años con el cierre de una planta, y esto conllevará al cierre de una ciudad construida por y para esta industria. El último clavo en el ataúd de una de las grandes industrias británicas y que fue orgullo del Imperio.
Esta industria exporta el 72% a Europa, pero curiosamente en esta región votaron casi el 70% por salir de esta unión económica que la mantenía a flote económicamente, como parece que demuestran los datos.
La bajada de negocio tras el Brexit, y la decisión a largo plazo de cambiar de proveedores por parte de sus clientes europeos ha provocado que no sea viable que sigan produciendo, ya que las empresas europeas comprarán a sus vecinos con los que comparte club, evitando aranceles.
Japón, a través de Toyota o Nissan, han congelado inversiones futuras, dejando en el aire la sostenibilidad y futuro de ciudades como Sunderland, y Jaguar, siendo el productor británico de coches más grande, pararó la producción una semana en abril para ajustarse a la bajada de demanda ante el Brexit.
Las vacaciones en Europa ya nos son tan baratas. El 3 de mayo de 2003, con 1.000 libras conseguías 1.752 Euros…ahora 1.136, y el poder adquisitivo de la libra, se nota en los bolsillos de las empresas y los trabajadores, y esa ventaja competitiva para exportar la han tirado a la basura con un Brexit improvisado, bajo un Gobierno en plena guerra interna (y van 3 años), y un Jeremy Corbyn liderando Labour que no sabido sacar ninguna ventaja de esta crisis de los Conservadores.
Vicky Pollard, o Boris Johnson en este caso, saca pecho en su chándal de tactel, diciendo “sí, pero no, pero sí, pero no...”, y su falta de planes y elocuencia, así como su falta de apoyos, le empujan solo a dos opciones: seguimos el plan, y a vivir a la calle de la Organización Mundial del Comercio, con posibles tratados que nunca serán tan beneficiosos como los que logra la Unión Europea y con un futuro para nada claro, o agacha la cabeza reconoce el error, y vuelve a esa casa en la no se vivía tan mal, con wifi, PlayStation, televisión en la habitación, comida caliente… la pelota está en el tejado de Boris Johnson, Nigel Farage, Michael Gove y los torpes bullies de la clase.