El 8 de marzo puede ser un gran día, no lo dejes escapar
Para consolidar los derechos conseguidos, para seguir avanzando en los mismos, no basta con la gesta realizada, ni es suficiente el sacrificio, el esfuerzo de conocidos paladines de la historia, ni el empeño de muchas personas anónimas que lo continuaron a lo largo del tiempo.
No es suficiente, porque los derechos solo permanecen para siempre si se defienden. Y no puede haber defensa sin valoración y reconocimiento de lo que nos viene dado por nuestros antepasados.
Valorar y reconocer implica saber cómo y por qué se fraguaron los logros que disfrutamos; quiénes fueron sus protagonistas y cuáles fueron sus esfuerzos, en un contexto adverso a sus reivindicaciones.
Porque lo que se desconoce y no se visibiliza, no se enraíza, se hace inestable y corre el peligro de volatilizarse y también de despreciar la experiencia adquirida, indispensable para seguir progresando.
Las generaciones que se benefician de los avances democráticos pero que desconocen quién, por qué, cómo y cuándo se consiguieron, y que los van disfrutando como si de cosa natural y espontánea se tratase, corren el riesgo de perderlos o de retroceder en el ejercicio de los mismos. Además de cometer la injusticia de no reconocer, de no honrar a sus protagonistas.
Desde siempre, a las mujeres nos persigue la invisibilidad del sistema patriarcal. Somos invisibles, luego no existimos. Y así, no es extraño que la Historia poco o nada hable de nosotras, de nuestras proezas, y de nuestra participación en el mundo del arte, de la ciencia, del deporte, de la política...
Es por ello que la historia del parlamentarismo español se ha escrito con "V" de varón, pues las diputadas que contribuyeron a cambiar el rumbo de la historia de la democracia están prácticamente ausentes.
Es así que, en los edificios del Parlamento, esas figuras femeninas son casi invisibles, por lo que se puede decir que casi no existen: ni ellas, ni su acción parlamentaria, colectiva e individual, ni la importancia que tuvieron junto a los movimientos sociales que las precedieron. Un cuadro a la heroína María Pineda en la sala que lleva su nombre y una escultura de Clara Campoamor son las únicas iconografías existentes en sede parlamentaria.
No es casual que en el Congreso de los Diputados no encontremos rastro del acceso de quince mujeres a la Asamblea Nacional de 1927 durante el Directorio del General Primo de Rivera (entre ellas María de Maeztu, Micaela Díaz Rabaneda o Concepción Loring Heredia -que fue la primera mujer que habló en el hemiciclo -). No hay busto, cuadro, ni placa alguna que recuerde y rinda homenaje al hito histórico de la primera ocupación por parte de las mujeres de quince escaños en el Parlamento.
Y respecto al acontecimiento histórico que supuso para la ciudadanía y para la condición social de las mujeres españolas el logro del sufragio femenino, en diciembre de 1931, cuando las Cortes Constituyentes de la II República aprobaron la Constitución, ha de señalarse que son escasas y poco visibles las muestras permanentes de reconocimiento en el Parlamento a la diputada Clara Campoamor en su lucha acérrima y determinante por el derecho al voto de las mujeres y, en definitiva, por el sufragio universal efectivo por primera vez en España: un busto en lugar no relevante, su escritorio y enseres y una aséptica y apartada sala que lleva su nombre, pasando prácticamente desapercibida una placa conmemorativa del sufragio femenino en homenaje a quienes lo hicieron posible y de manera particular a la diputada Campoamor.
Salvo en el Archivo, web y Biblioteca del Congreso, parece que no hubiesen existido las parlamentarias Victoria Kent, Margarita Nelken (Legislatura Constituyente 1931/1933); Francisca Bohigas, Veneranda García-Blanco, María Lejárraga, Margarita Nelken, Matilde de La Torre (I Legislatura de 1933/35); Julia Álvarez, Dolores Ibárruri, Victoria Kent, Margarita Nelken y Matilde De la Torre (II Legislatura 1936/39).
El reconocimiento de las más nobles figuras parlamentarias queda reservado a los hombres. Las mujeres no estamos.
Esta ausencia femenina hace que la colección artística del Congreso de los Diputados no constituya un relato completo de la historia parlamentaria española; pues no refleja su participación en el sistema democrático y de las que lo han hecho posible, fundamentalmente de Clara Campoamor.
Resaltar la importancia de esa participación y del voto femenino en la representación iconográfica de las zonas más emblemáticas del Congreso completa, en buena medida, la narración de la historia de la democracia a través de su colección artística y resulta una cuestión de justicia, un resarcimiento hacia el esfuerzo y valentía de nuestras silenciadas diputadas.
Sin perjuicio de lo anterior, ese reconocimiento constituye un buen instrumento de pedagogía democrática sobre nuestra historia, para tener presente que el voto de las mujeres -a veces visto con indiferencia por las jóvenes- no fue una concesión, ni una casualidad, sino el resultado de una larga y dura lucha; respondiendo, además, a la necesidad de defender los derechos conquistados para que nadie nos los pueda quitar, pues sabemos que los retrocesos son posibles.
Queda mucho por hacer para conseguir la igualdad real y efectiva a la que hace mención el artículo 9.2 de la Constitución. Para lograrla es preciso conocer y considerar nuestro pasado, para tomar impulso y coger vuelo.
Con la mirada puesta en ese objetivo, entendemos conveniente que el Congreso de los Diputados realice una serie de actuaciones encaminadas a reconocer y difundir la importante labor realizada por todas esas mujeres a la transformación política y social de nuestro país, su aportación definitiva en el reconocimiento del sufragio universal efectivo y por tanto en la construcción de nuestra democracia.
Entre las muchas actuaciones que se pueden realizar a los fines indicados, entendemos idóneas la organización e institucionalización de una exposición permanente; la inclusión en las Visitas Guiadas que organiza el Congreso de una explicación sobre la relevancia que tuvo para la democracia la conquista del voto de las mujeres y quienes fueron sus protagonistas; el cambio de ubicación del busto de Clara Campoamor y de la placa conmemorativa del sufragio a lugares preeminentes del Congreso; el traslado de la Sala Clara Campoamor a otra Sala de más relevancia que la actual, dotándola de connotaciones alegóricas al voto femenino ; la recreación dramática en el hemiciclo del debate sobre el voto de la mujer en las Cortes Constituyentes de la II República; la reedición de la obra El debate sobre el voto femenino en la Constitución de 1931; la reanudación de las convocatorias anuales del premio Mujer y Parlamento Clara Campoamor y de una beca para realizar una tesis doctoral relacionada con la Participación de la Mujer en la Vida Política; y la inclusión en la página web del Congreso de los Diputados, en el apartado Papeles para la Historia, de la historia de la mencionada participación femenina.
Lola Galovart es portavoz socialista de Relaciones con el defensor del pueblo y Ángeles Álvarez es portavoz socialista de Igualdad.