Egipto se pone en pie: las claves de las insólitas protestas contra Al Sisi
400 personas han sido arrestadas por participar en manifestaciones en El Cairo, Suez o Alejandría, vetadas desde el golpe del mariscal, en 2013
Egipto vive, febril, una situación insólita. Desde que el pasado viernes se produjera una manifestación no menor en la plaza Tahrir de El Cairo -epicentro de la Primavera que sacudió al país en 2011-, las protestas se multiplican por el resto del país, en el que es el mayor levantamiento conocido contra el actual presidente, el mariscal Abdelfatah Al Sisi. Llegó al cargo gracias a un golpe de estado, en 2013, y desde entonces ha pilotado el poder con mano férrea, recordando los aires de Hosni Mubarak. Ahora la crítica salta a la calle, dejando una represión de aproximadamente 400 arrestados.
“¡El pueblo quiere la caída del régimen!, ¡Fuera Sisi!”, gritaban los ahora detenidos y los que aún quedan libres, consignas de la revolución a las que sólo había que cambia el nombre, Sisi, por el de Mubarak para recordar tiempos pasados.
La Comisión Egipcia de los Derechos y las Libertades ha asegurado este lunes que las autoridades egipcias han detenido al menos a 373 personas por haber participado el fin de semana pasado en las protestas de El Cairo, Suez o Alejandría, pero la Red Árabe para los Derechos Humanos eleva el dato por encima de los 400, todos de edades comprendidas entre los 18 y los 41 años de edad. “Nuestros abogados no pueden seguir el ritmo”, dice Gamal Eid, el director de este último organismo.
Manifestarse en Egipto no es un derecho que se ejerza alegremente. El Gobierno prohibió la participación en las protestas hace cinco años, tras el golpe militar que acabó con el Ejecutivo de los Hermanos Musulmanes y su líder, el recientemente fallecido Mohamed Morsi, de ahí que se considere un delito esta concurrencia. La orden sigue vigente, por lo que cada vez que hay protestas, hay detenciones, que luego van acompañadas de oscurantismo: dificultad para prestar a los arrestados asistencia letrada, falta de información sobre su lugar de encierro o el proceso judicial que afronta... Las denuncias al respecto de organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights Watch son incontables. Esta represión, que abarca a activistas políticos e intelectuales, pasando por periodistas, ha sido “necesaria” para “estabilizar” al país, según los partidarios del que fuera jefe del ejército.
Este lunes, las fuerzas de seguridad han reforzado su presencia en las calles de las principales urbes, intentando evitar nuevas concentraciones. Varios testigos han asegurado a que funcionarios de seguridad vestidos de civil han estado revisando el contenido de las redes sociales en sus teléfonos móviles. El grupo de monitoreo de internet Netblocks ha informado de que que hubo una interrupción en la operación de las redes sociales y algunos sitios de noticias a partir de este domingo. Por ejemplo, el servicio en árabe de la BBC.
La prensa extranjera ha sido “advertida” de que debe ajustarse a los estándares periodísticos del Gobierno, que su trabajo está siendo monitoreado y que solo se debe recurrir a fuentes oficiales o contar lo que el informador ha visto con sus propios ojos, no lo que aparece en las redes sociales, que promueven noticias falsas, a su entender. Los medios egipcios han pasado de ignorar las protestas, de negar que existían incluso, a amenazar con que aquellos que participaran serían arrestados.
Desde España
Las protestas nos tocan de cerca en España, porque es desde aquí desde donde, aunque parezca extraño, fueron convocadas. Su instigador se llama Mohammed Ali, un multimillonario empresario y actor de 45 años que, aunque ahora no quiera al Gobierno, viene de trabajar durante 15 años para su ejército. Desde su residencia en Barcelona, ha ido publicado una serie de vídeos denunciando la supuesta corrupción del Ejecutivo, como en sus grandes proyectos de obras públicas o en los fondos que acaban levantando instalaciones presidenciales.
Esas inversiones saben a cuerno quemado cuando un tercio de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, con menos de un dólar al día, y el 60% de los ciudadanos son pobres, según el Banco Mundial. Pero Al Sisi cuenta con el respaldo callado de Europa, que lo usa para hacer negocios, y, sobre todo, el respaldo declarado del presidente de EEUU, Donald Trump, quien lo usa para el comercio y, también, como tapón geoestratégico, entre Libia e Israel y Palestina.
El Gobierno se aferra a su estampa de estabilidad y eso transmite fuera de Egipto. Pero las redes sociales bullen, también las universidades, los partidos islamistas perseguidos... Estas protestas han alimentado de nuevo el debate sobre si se viene una primavera o no. Los expertos sostienen que ni todo es una balsa de aceite ni una bomba a punto de estallar. El malestar es visible, contundente como los 60.000 prisioneros políticos que están entre rejas hoy. Eso es innegable. ¿Pero capaz de destronar a otro presidente? Por el momento, el próximo viernes Ali ha convocado una marcha del millón de personas para exigir el fin del mandato de Sisi.