EE UU eligió las medallas por encima de la seguridad de las gimnastas
Imagina que Tom Brady, el quarterback de los Patriots, es abusado sexualmente durante 45 minutos en la sala de entrenamiento justo antes de llevar a la victoria a su equipo en la Super Bowl. Suena increíble y aborrecible, ¿verdad?
Ahora, imagina que tanto las fuerzas del orden como su entrenador, Bill Belichick, ya han sido advertidos de que su otro entrenador comete ese tipo de abusos, pero que nadie ha tomado medidas al respecto. Es más, imagina que Belichick ha amenazado a Brady, diciendo que si su familia o él denunciaban lo sucedido, perjudicarían la reputación del entrenador y que Brady debería disculparse. Imagina que también se hubiera advertido sobre los delitos sexuales a la NFL (Liga de Fútbol Estadounidense) y que esta institución le diga a Brady que está investigando el caso y que si dice algo públicamente, pondrá en riesgo la investigación; y, en realidad, la Liga está trabajando de forma encubierta para protegerse a sí misma, escondiendo información.
A continuación, imagina que solo unos pocos periodistas creen a Brady cuando, finalmente, opta por hacer públicas sus acusaciones. Y que la NFL no toma medidas ni obliga a renunciar a los trabajadores hasta que los compañeros de Brady no confirman en televisión el abuso que han recibido. De hecho, es incluso peor que eso. Imagina que la NFL le dice a Brady que el FBI está investigando el caso, pero, en realidad, los agentes federales no reciben una orden para registrar la casa del entrenador hasta pasado un año. Finalmente, el entrenador es condenado por otro delito sexual a una pena de 60 años de cárcel y, después, a otros 175 años por agresión sexual. Pero para que la NFL tome medidas han sido necesarios los testimonios de casi todos sus compañeros de equipo y otros equipos de la Super Bowl, y algunas versiones de otros jugadores que se remontan a 1997.
Y solo entonces, después de todo eso, las personas empiezan a exigir que se investigue la obstrucción de la NFL y los fallos jurídicos e institucionales. Es prácticamente imposible pensar que todo esto ocurra con la NFL, pero, de hecho, es exactamente lo que ha ocurrido con USA Gymnastics (USAG), la federación estadounidense de gimnasia.
Nadie creyó a las víctimas de Larry Nassar. No voy a llamarles supervivientes, porque no todas sobrevivieron. Nadie creyó a las mujeres y a las niñas que, durante décadas, estuvieron buscando ayuda en los adultos y las instituciones; y a excepción de tres periodistas de Indianapolis Star y otros pocos que sacaron a la luz los casos, la mayoría de los medios de comunicación ignoraron el aluvión de casos de abuso sexual. Fueron muchas las víctimas, y no podemos minimizar el trauma que sufrió cada una de ellas, pero los números sí se minimizaron en el caso de Jerry Sandusky, por ejemplo. Nassar pudo seguir abusando sexualmente de sus víctimas durante décadas por una serie de fallos que parecen casi inconcebibles: fallos por parte de entrenadores, de médicos, de USA Gymnastics, de las fuerzas del orden y del Comité Olímpico de Estados Unidos.
El caso Nassar no solo es la historia de un pederasta, también es la historia de toda persona e institución que no ha sabido pararle los pies.
Y es una historia que no puede ser contada sin mencionar a Bela y Martha Karolyi, que fueron coordinadores del equipo nacional durante varias décadas. Los Karolyi crearon un entorno que permitió actuar a un pedófilo en serie. Nassar hacía de "poli bueno" en un mundo de "polis malos", porque los Karolyi eran los malos de la película. Los Karolyi saltaron a la fama por ser los entrenadores de la rumana Nadia Comaneci en el campeonato olímpico de 1976, y rápidamente consiguieron el control espiritual de USAG.
Sus técnicas de entrenamiento crueles no eran un secreto por aquel entonces. Los entrenadores estadounidenses ya empleaban métodos de enteramiento abusivos físicamente y estaban deseosos de replicar el éxito de los programas de gimnasia que había tras el Telón de Acero. Esas técnicas les incentivaban. Y, en cierto modo, esos métodos surtían efecto: sus gimnastas seguían ganando medallas de oro. En 1984, fueron entrenadoras de Mary Lou Retton, la primera campeona olímpica de Estados Unidos. Martha fue la principal entrenadora de tres campeonatos olímpicos en 1996, 2012 y 2016. Aunque finalmente se puso fin a los abusos físicos, no pasó lo mismo con el abuso emocional.
Algunas antiguas gimnastas alzaron la voz. Dominique Moceanu, quien formó parte del equipo que se hizo con la medalla de oro, entrenó con los Karolyi durante casi toda su carrera, y escribió un libro en el que relataba detalladamente los métodos de entrenamiento abusivos que ignoraba la USAG. Y lo mismo hizo la campeona estadounidense de 1986, Jennifer Sey. Las compañeras de Comaneci y su coreógrafa también alzaron la voz en 2002, alegando que los Karolyi obligaban a las gimnastas a pasar hambre y que las pegaban hasta sangrar. El miedo, la intimidación y los métodos abusivos empleados por los Karolyi y otros miembros importantes de USAG eran la norma. En 1995, el libro Niñas pequeñas en cajas bonitas (Little Girls In Pretty Boxes) de Joan Ryan describía el escenario perfecto para que tuvieran lugar casos como los de Larry Nassar.
Pero la USAG no paró los pies a Martha (Bela abandonó su trabajo de entrenador en el año 2000). Al contrario, en 2011, la federación convirtió el gimnasio Karolyi de Texas en el Centro de Entrenamiento del Equipo Olímpico. A partir de entonces, las principales gimnastas del país tenían que ir todos los meses al rancho de los Karolyi, donde Martha observaba su progreso y las mantenía aisladas. En ese lugar, como médico oficial del equipo, Nassar tenía vía libre para adoptar el papel de "bueno": llevaba comida a las atletas a escondidas, las escuchaba quejarse de Martha y después abusaba de ellas en sus camas y en la sala de entrenamiento, solo a unos pocos metros de Martha.
En mi entrevista con la campeona olímpica de 2012 McKayla Maroney, hablamos sobre ese "rancho". "No es un lugar seguro. No puedes decir lo que piensas", me contó Maroney. Aunque en ese momento aún no había confesado que Nassar había abusado sexualmente de ella, en la entrevista condenó el sistema que permite esos horribles abusos, que le hacían temer por su vida.
La directora de gimnasia de UCLA lo explicó muy bien hace poco en una entrevista de radio. Valorie Kondos Field es entrenadora de antiguas integrantes del equipo nacional, como las campeonas olímpicas Kyla Ross y Madison Kocian, y ha llevado al equipo de UCLA a seis campeonatos de la NCAA (La Asociación nacional de atletas colegiados). Kondos Field relató una conversación que tuvo en las Olimpiadas de Londres de 2012 con el por entonces Presidente de USAG, Steve Penny, en la que le preguntó por Martha:
El equipo estadounidense se hizo con el oro en Londres, y Gabby Douglas consiguió el título individual. Nassar abusó de cuatro de las cinco integrantes del equipo: Maroney, Wieber, Douglas y Aly Raisman.
Durante la audiencia de sentencia de Nassar salió a la luz que dos personas se han quitado la vida como consecuencia de los abusos de Nassar, y que ha habido muchos intentos de suicidio debido a los métodos de entrenamiento abusivos del entrenador John Geddert en 2012. Geddert llevó a sus gimnastas al rancho, donde entrenaros bajo la atenta mirada de Martha Karolyi en repetidas ocasiones.
El deporte puede ser peligroso. La gimnasia artística, al igual que el fútbol o el hockey sobre hielo, puede resultar peligrosa. Sin embargo, la pedofilia no es endémica en la gimnasia artística, al igual que no lo es en ningún deporte, en ninguna iglesia y en ningún campamento infantil. Los adultos responsables de la disciplina de la gimnasia artística estaban tan preocupados por ganar y por mantener su reputación, que crearon una institución en la que Nassar pudo actuar a su antojo. Como apunta Kondos Field: "Cuando te preocupas más por ganar que por las personas, estás promoviendo la cultura de la corrupción. Y eso es justo lo que ocurrió". Los Karolyi ayudaron a que las gimnastas estadounidenses ganaran muchas medallas a lo largo de las últimas tres décadas, pero esas medallas están manchadas y nada conseguirá hacerlas brillar. Ha llegado el momento de ser conscientes del motivo de esa mancha negra para que no olvidemos por qué están ahí.
Cuando pienso en esas medallas, veo a esas increíbles jóvenes que las han ganado pese a haber sido torturadas sexualmente. Veo a luchadoras que no han dejado que nada les impida alcanzar sus sueños y veo a las instituciones que estuvieron a punto de destrozarlas. Veo a niñas y a mujeres cuya seguridad pasó a segundo plano para los adultos en los que confiaban, que solo pensaban en las 28 medallas de oro que las "niñas de Karolyi" trajeron a Estados Unidos.
Rachael Denhollander, la primera en hablar en público sobre los delitos de Nassar, formuló una pregunta en su declaración: "¿Cuál es el valor de una niña?". Ahora debemos preguntárnoslo nosotros: ¿Mereció la pena ganar esas medallas a costa del sufrimiento de 256 víctimas?
Jessica O'Beirne es exgimnasta, entrenadora y fundadora del podcast 'GymCastic'.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.