Edurne Portela: "El maltrato de la mujer y el abuso sexual están tan normalizados que se aceptan como parte de la cotidianidad"
Me resisto a comparar Patria con Mejor la ausencia. No tienen nada que ver en mi opinión. Quien haya leído las dos entenderá a qué me refiero. Patria, el magnífico libro de Fernando Aramburu, aborda el conflicto vasco y el terrorismo etarra de forma directa, desde las partes implicadas, con una perspectiva multiforme que pretende explicar el fenómeno. Mejor la ausencia (Galaxia Gutenberg), de Edurne Portela (Santurce, 1974), tiene el conflicto vasco de fondo, pero es un telón en el decorado del drama familiar que nos cuenta, una historia de violencia doméstica y patriarcal, donde las relaciones familiares muestran toda su crudeza y toda la brutalidad de que es capaz la condición humana. Y todo ello narrado magistralmente desde el punto de vista de la protagonista, la niña Amaia, que escribe desde una primera persona inmadura, limitada, parcial, incapaz de comprender lo que sucede en su entorno inmediato. El gran acierto es cómo esa voz va madurando a medida que la protagonista alcanza las distintas etapas de su vida. Su voz nos va dejando una historia llena de huecos y vacíos que el propio lector tiene que ir completando. La novela de Edurne Portela es alta literatura, de la buena, de la que hace lectores, y debería figurar, con el permiso de los críticos, entre las mejores novelas del año.
Para mí tu novela no trata sobre ETA como muchos se han empeñado en decir. O al menos no es el tema central, está en un segundo o en un tercer nivel de lectura. El conflicto vasco está al fondo, como telón de una historia mucho más personal, la tragedia de una familia desestructurada que es incapaz de poner fin a sus miserias. Y creo que ese es el gran tema de tu novela: la dominación, en el sentido en que la contaba Pierre Bourdieu. La dominación masculina como paradigma de la dominación universal. No sé qué piensas tú a este respecto.
Me encanta que me hagas esta pregunta. Es cierto que muchos críticos y periodistas se empeñan en decir que ETA es el tema principal de la novela y no lo es. Sí es importante, pero como bien dices tú, hay otro que pesa mucho más y es el de esa familia desestructurada. Y sí es la dominación masculina la que de alguna manera articula todas las violencias que aparecen en la novela: la que tiene que ver con el "conflicto" vasco (que es ETA, los GAL, la violencia policial, la kale borroka) que podríamos llamar violencia política, otra violencia que tiene que ver con el desarraigo que crean el paro, la heroína y la gran crisis que se vivió en la margen izquierda en esos años, y muy importante, además, es esa otra violencia íntima, tanto en el hogar del padre contra la mujer y los hijos, como la que sufre Amaia fuera de casa, en su adolescencia. Esta violencia íntima es machista y se ejerce en una sociedad patriarcal en la que el maltrato de la mujer y el abuso sexual están tan normalizados que se aceptan como parte de la cotidianidad. El caso es que en mi novela estos tres tipos de violencia están intrínsecamente ligados a través de la figura de Amadeo, el padre de familia, un tipo que es capaz de cosas bastante aberrantes y que corrompe y destruye todo lo que le rodea.
Mejor la ausencia yo la veo también como una novela generacional, la de los niños nacidos en los 70, una generación a la que le ha tocado vivir todo lo que sale en tu libro: las drogas, la violencia, el paro, los barrios marginales que crecen en los márgenes de las grandes ciudades, la desindustrialización, las familias de clases humildes que salen adelante como pueden, el desarraigo... ¿Cuánto hay de trasunto personal tuyo en Mejor la ausencia? ¿Hay elementos biográficos en ella?
La vida de los personajes de la novela no es mi vida (y menos mal). Igual sí hay algún rasgo biográfico, detalles, pero yo he tenido una vida mucho más amable. Lo que sí hay es el reflejo de una memoria afectiva de aquellos años. He recordado mucho escribiendo esta novela: los olores del Nervión, los colores de nuestras fachadas, que iban del negro al gris marengo, la constante nube gris que nos cubría, los chavales del pueblo que iban cayendo en la heroína, las pintadas que cubrían nuestros pueblos, el olor de los autobuses al arder en las manifestaciones, el miedo, el silencio, los rumores. La novela es biográfica en cuanto al contexto y esa memoria generacional y afectiva, pero no en cuanto las vivencias privadas.
¿En qué medida influyó tu ensayo anterior, El eco de los disparos, en esta novela?
Influyó mucho. Nada más acabar El eco de los disparos sentí la necesidad de seguir escribiendo, de seguir reflexionando sobre el impulso que me llevó a escribir ese libro: entender, asumiéndola, qué significa crecer y vivir en un contexto como la Euskadi de mi niñez, mi adolescencia y mi juventud. Todo el conocimiento que adquirí escribiendo ese ensayo, lo volqué de alguna manera en la novela. Al fin y al cabo, la imaginación se nutre de nuestro conocimiento y yo sé que no hubiera escrito Mejor la ausencia sin haber escrito primero El eco de los disparos.
Has sido profesora universitaria en distintas universidades de Estados Unidos. Desde 2016 te dedicas a la literatura. ¿Cómo has dado ese paso?
La decisión de volver de Estados Unidos a España tuvo que ver más con mi situación personal, privada, que profesional. Pero aproveché ese cambio radical para replantearme también cómo quería volver, a qué me quería dedicar. Hacía un tiempo que tenía la sensación de que todo lo que tenía que hacer en el mundo académico ya lo había hecho y me apetecía mucho dedicarme a escribir. Así que, bueno, ahí estoy, escribiendo.
¿Se puede vivir de la literatura hoy día en España?
No, salvo si eres un superventas. Hay que compaginarlo con otras cosas: escribir en medios, dar charlas, y otras actividades "paraliterarias" que no es que den mucho dinero, pero ayudan a completar lo poco que se gana con los libros.
En tu libro la protagonista deja un libro de Javier Marías por imposible y por pesado. ¿Compartes esa opinión o es solo de la protagonista?
Podría salir por la tangente y decirte que eso lo piensa una chica de 16 años y tal, pero la verdad es que no me gusta la literatura de Javier Marías. Hay gente que le gustan esos autores que escriben siempre la misma novela, que tienen un universo propio que se repite en cada obra. A mí no. Tampoco me gusta su estilo, esos anacolutos, las subordinadas eternas... En fin, que cada uno tiene derecho a sus gustos literarios, ¿no?
¿Qué autores son los que más te han marcado como escritora?
Hay autores y autoras que me han conmovido, que me han hecho reflexionar, que me han incomodado, que me han alucinado. Y supongo que son ellos y ellas los que han dejado un poso profundo que, de alguna manera, habrá nutrido mi forma de escribir. La lista sería interminable, pero así a bote pronto te diría que desde Dostoievski, García Márquez, Juan Rulfo, Ana María Matute o Alejo Carpentier (como lecturas de descubrimiento), a Juan Carlos Onetti, Rosario Castellanos, Simone de Beauvoir, Primo Levi, Franz Kafka, Agota Kristof, Philip Roth...
¿A quién destacarías de tu generación?
Qué difícil. Por "mi generación" diré escritores que están, más o menos, entre los 40 y los 50 años. Los primeros que me vienen a la cabeza y de los que creo que he leído casi toda su obra son Ricardo Menéndez Salmón, Marta Sanz, Sara Mesa, Sergio del Molino, e Iban Zaldua y Harkaitz Cano (en traducción). Acabo de descubrir a Iván Repila y me he quedado maravillada. También me ha gustado mucho la última obra de Cristina Cerrada, Europa. Y con la mala memoria que tengo, seguro que me dejo a otros en el tintero.
¿Qué papel puede desempeñar la literatura en una sociedad como la actual, donde predominan la imagen y los contenidos de consumo rápido, como el que se da por ejemplo en las redes sociales?
La literatura nos obliga a pausar. Mientras leemos entramos en un tiempo subjetivo en el que el frenesí de las redes y esa intromisión constante de información tóxica se suspende. Abrir un libro es como cerrar la puerta al ruido. Es un refugio. Además de darnos esa experiencia maravillosa de lectura, la literatura también sigue siendo ese espacio en el que la reflexión profunda es posible, en el que podemos desarrollar nuestra imaginación y nuestra empatía.
¿Cómo ha sido la concepción de esta novela? ¿Cuánto has tardado? ¿Cómo ha sido el proceso de su escritura? ¿Te ha costado? Formalmente tiene sus complejidades, sobre todo el tono de la escritura de la niña...
Empecé a escribirla en el verano de 2015 y se la entregué a mi editor en diciembre de 2016, así que más o menos tardé año y medio. Me costó mucho encontrar esa voz de Amaia. Pasé meses escribiendo la novela desde un punto de vista omnisciente hasta que me fijé en esa niña y me di cuenta que lo que realmente me interesaba era su punto de vista, su voz. Escribir desde el tono de la niña fue difícil, pero una vez que lo conseguí, me permitió entrar mucho en el personaje y crecer con ella, hasta convertirla en una mujer de 35 años. Ha sido un proceso de mucho trabajo, pero también muy gratificante porque me ha permitido aprender un montón.
Has participado en el documental Vida y ficción de José Ovejero. Me gusta que se haya titulado Vida y ficción, y no "Vida o ficción", que es como casi siempre se suelen plantear ambos conceptos, como cosas antagónicas. ¿Qué papel desempeña la ficción en tu vida?
Sí, el documental explora esa unión que para nosotros era indivisible. Y es que vivimos en la ficción. No sólo los escritores. Los seres humanos nos contamos ficciones constantemente para hacer la vida no ya más llevadera, sino comprensible: al enamorarnos, al plantearnos un cambio importante en la vida, al pensar en el futuro... Estamos constantemente imaginándonos como protagonistas de historias que se nutren de nuestro deseo y nuestra imaginación. Para mí son dos conceptos indivisibles.