¿Dónde reside la buena suerte?
Hay individuos señalados que acaban siendo la envidia de los demás sin hacer aparentemente nada diferente al resto... ¿Nada diferente al resto?
El premio Nobel español Jacinto Benavente decía que el talento no es cosa de suerte, sino que la suerte es cosa de talento.
Hablar de suerte es hablar de magia, de superstición, de ungimiento. Es un término muy presente en nuestro vocabulario y, lo que es peor, en nuestros modelos de razonamiento cotidiano.
Una persona con suerte sería aquella que consigue lo que se propone, y lo que no, que alcanza resultados superiores y de manera contante a lo que cabría esperar lógicamente. Podríamos decir, por tanto, que la suerte es aquello que va desde el resultado merecido hasta el obtenido. Por ejemplo, si yo estudio para sacar un 6 en un examen y finalmente saco un 8, esos dos puntos habrán llegado porque la suerte estaba de mi lado.
¿Qué es la suerte? ¿Dónde reside? ¿Cómo se la llama? Es innegable que hay personas más afortunadas que otras, cuya dicha no se puede explicar solo desde el esfuerzo o la dedicación. Hay individuos señalados que acaban siendo la envidia de los demás sin hacer aparentemente nada diferente al resto.
¿Nada diferente al resto? El psicólogo británico y profesor en Hertfordshire Richard Wiseman se hizo un día esa misma pregunta y ha dedicado una parte importante de su vida científica a investigar qué hace a unos más suertudos que a otros.
Wiseman, como buen científico, huye de los axiomas líquidos que justifican el golpe de suerte como una alineación caprichosa de un sistema planetario que conspiró para que tú fueras afortunado. Por el contrario, este psicólogo concluye que no hay que salir del planeta azul, que todo es más sencillo pues la suerte está compuesta de dos elementos muy humanos: pensamiento y comportamiento. Sí, dime cómo reflexionas y qué haces y te diré tu potencial de suerte.
Wiseman, en su libro The luck factor, comparte un experimento muy significativo a la hora de refrendar su teoría. Hizo lo siguiente: pidió a un grupo amplio y diverso de personas que autoevaluaran su grado de fortuna, de suerte; desde el 0, soy una persona muy desafortunada hasta el 10, soy extremadamente afortunada.
Hecho esto, entregó un periódico a cada uno de ellos y les pidió que contaran cuántas fotos aparecían en sus páginas. Bien, todos empezaron a contar, pero, aquellos que se definieron como suertudos fueron capaces de reparar en un módulo que había en la página 3 y que decía: “No cuentes más, hay 43 fotos en total”. ¿Casualidad? No, actitud frente a la tarea.
La gente con suerte está más abierta a nuevas experiencias y a conocer a otras personas. Más concretamente, la gente afortunada cuenta con estos cuatro elementos distintivos:
- Identifican buenas oportunidades. Es decir, llevan los ojos bien abiertos y saben aprovechar situaciones en su propio beneficio.
- Hacen caso a su intuición. Sin duda, la persona que se considera afortunada lleva a sus espaldas una historia de éxitos que le han conformado una sólida confianza en sí misma. Dan por bueno su criterio y lo aplican con bastante seguridad.
- Aplican el principio de Pigmalión, de la “profecía autocumplida”. Se crean expectativas que hacen que ocurran.
- Ante la adversidad, que a veces también la padecen, son resilientes. Analizan qué ha podido fallar y sacan un aprendizaje que transforma la desdicha en una oportunidad de fortuna.
Aunque usted sea un tipo con suerte, no podrá evitar nunca que esa maceta que cae desde un balcón aterrice en su cabeza si pasaba por allí. “¡Qué mala suerte!”, dirán. Del mismo modo, por muy afortunado que se sienta no estará más cerca que los demás de que le toque la lotería, y su organismo será igual de susceptible a ponerse enfermo que cualquier otro; pero sí es posible que sepa elegir mejor sus estudios, su pareja y su modo de vida, y todo ello en conjunto le haga sentir la persona más afortunada del mundo.