¿Dónde están las mujeres en la alta cocina?
"Las mejores croquetas son las de mi padre". "Como mi abuelo no cocina nadie". "Esto sabe a la cocina de papá". ¿Alguna vez habéis escuchado estas expresiones? Yo tampoco. Pero ni rastro de chefs femeninas en la lista de los 50 mejores restaurantes del mundo. Algo ocurre en el camino de la cocina de casa a la del restaurante que perdemos al 90% de las mujeres ¿Se nos tragará la tierra cuando intentamos freír en sartén ajena? ¿Nos transformamos en gas nitrógeno imperceptible para el ojo humano cuando guisamos para un desconocido? ¿Dónde están nuestras grandes cocineras?
Resulta que la primera piedra del camino nos la encontramos en el propio término: cocinera. La palabra "chef", que es la abreviatura de la expresión 'chef de cuisine' (jefe de cocina), se refiere a la persona que está a cargo y da las órdenes, mientras que "cocinera" o "cocinero" se utiliza para alguien trabaja en la cocina, ya sea pelando ajos o desplumando pollos. Uno es un puesto de mando y el otro es de simple peón. Cuando decimos chef, nos referimos a una persona experta, con estudios y cualificada, pero un cocinero puede ser autodidacta. Los chefs lucen chaquetilla y quienes curran en la cocina llevan delantal. Jefes versus empleadas. Profesionales versus aficionadas. "Churros" versus merinas. Imposible competir con quien no juega en tu misma liga.
Aclarado el asunto de la terminología, el mayor hándicap que sufren las mujeres en el mundo gastronómico son los prejuicios de género. De ellas, eternas amas de casa aunque sean ejecutivas, médicas, economistas y abogadas también, se espera que sean maternales y alimenten a sus familias. De ellos, ávidos aventureros y conquistadores del espacio público, se espera el gen de la creación y de la innovación. Ellas deben ser las mejores estofando de puertas para adentro. Ellos salir al encuentro de grandes hallazgos. ¿Época de las cavernas? No: siglo XXI. Mientras las primeras tienen que abrir la nevera y pensar cómo administrarla para mantener las bocas cerradas, los segundos se marcarán un 'mise en place' con los ingredientes más exóticos para dejar a todos boquiabiertos. No lo olvidemos, los hombres cocinan para ganar (sí, muchos premios) porque son educados para competir desde que son pequeños de forma individual, mientras las mujeres deben negociar y llegar a acuerdos para conseguir el bienestar familiar. De nada sirve romper las normas y jugar a ser una chef individualista: la prensa se encargará enseguida de meterla dentro del redil con titulares que hagan referencia a su aspecto físico o a su instinto maternal.
También se dice, erróneamente, que la cocina de ellas es emocional e intuitiva, mientras la de ellos es más técnica y precisa. Normalmente la cocina femenina es calificada como "casera" y "hecha con amor" y la masculina como "provocadora" y "arriesgada". También dicen que si cierras fuerte los ojos mientras pruebas un plato elaborado por una mujer, ves una especie de caleidoscopio con formas de corazones. Si el plato es hecho por un varón, verás un ejército militar marchando a paso firme y silbando El puente sobre el río Kwai. Y es que las cocinas de los restaurantes serios tienen mucho de régimen militarizado: poseen una jerarquía claramente diferenciada, el mal carácter del jefe se permite porque es símbolo de poder y seguridad, y se respira siempre tensión y competitividad. Porque ellos no hacen el amor sino la guerra. Para muestra los famosos shows de cocina que ya colonizan todas la cadenas: sólo les falta atar a los concursantes desnudos boca abajo y meterlos en una olla caliente exigiéndoles que se cocinen a sí mismos en 30 minutos. ¿Imagináis a una estrella de la tele como Chicote pero en versión femenina? No es posible imaginarla, las críticas e insultos hacia su persona ya habrían hundido su carrera al segundo programa. Pero en los chefs masculinos las malas formas no sólo están permitidas, son un plus.
Entonces, ¿qué opciones tenemos las mujeres para llegar a ser consideradas las mejores chefs? ¿Cortarnos la melena y mascar tabaco con la boca abierta mientras miramos desafiantes a los comensales? Que el ranking de los 50 mejores restaurantes del mundo es sexista es un hecho. Alguien dirá que sí hay una mujer: Elena Arzak, lo cual confirma la regla de que el ranking es sexista. Primero, porque el porcentaje es absolutamente ridículo (por no decir insultante) y segundo porque el premio lo comparte con su padre, que es el chef mundialmente conocido. Que el concurso tenga una sección aparte para nombrar a "La mejor chef femenina" es toda una declaración de intenciones que sentencia que las mujeres no pueden competir al mismo nivel y en la misma liga que los hombres. No sólo el concurso es sexista sino que el mundo de la alta cocina lo es: es poco o nada inclusivo, tiene prejuicios, no es ecuánime y valora exclusivamente los atributos masculinos. De nada sirve que tengas años de experiencia, tres diplomas en Le Cordon Bleu y hagas el ratatouille más rico del mundo... para ser chef te hacen falta huevos.