Donald Trump, el supercontagiador
Como mínimo, Trump tenía serias razones para sospechar que había contraído el coronavirus y aun así siguió comportándose como si nada.
Donald Trump sabía que había estado expuesto al coronavirus, tenía síntomas leves y le hicieron la prueba el jueves 1, según declaró su médico este sábado.
Aun así, asistió a un evento de recaudación de fondos en Nueva Jersey, exponiendo a los asistentes y a los trabajadores a un virus que ya se ha cobrado 210.000 vidas estadounidenses.
La cronología expuesta por el médico Sean Conley evidencia que Trump tenía, como mínimo, serias razones para sospechar que había contraído el coronavirus, y aun así siguió comportándose como si nada.
Conley dijo que Trump se hizo la prueba el jueves por la tarde cuando uno de sus contactos cercanos dio positivo. No han dado más detalles, pero se sospecha que es Hope Hicks, una de sus asesoras más cercanas. Hicks recibió su resultado el jueves por la mañana, pero la Casa Blanca intentó que no trascendiera a los medios, según informa Bloomberg News.
Trump tuvo fiebre “la noche del jueves al viernes”, además de una “ligera tos, congestión nasal y fatiga”. El jueves por la noche le dieron los resultados, según Conley. El presidente atravesó unos momentos “muy preocupantes” el viernes, según dijo Mark Meadows, jefe de personal de la Casa Blanca.
Aun así, la cronología del equipo médico de Trump es muy difusa. Conley dijo en rueda de prensa que ya habían pasado 72 horas desde el diagnóstico de Trump, lo que significaría que ya lo sabía el miércoles, cuando viajó a otro evento de recaudación de fondos en Minnesota.
Según otro miembro del personal médico de Trump, el presidente empezó a recibir terapia de anticuerpos el jueves por la mañana, antes incluso de viajar al evento de Nueva Jersey y antes también de que supuestamente confirmaran su positivo.
Unas dos horas después, Conley publicó un comunicado diciendo que se habían equivocado con las fechas, que la terapia de anticuerpos había empezado el viernes.
Conley se negó a decirles a los medios cuándo y dónde cree que se contagió Trump. “No vamos a pensar en eso, es irrelevante”.
Pero no les parece irrelevante a las incontables personas que han podido estar expuestas gracias a él. La negligente respuesta de Trump a la pandemia, la politización de las mascarillas y la insistencia en reabrir los negocios y los espacios públicos han sido factores determinantes en la cifra de muertos por coronavirus en el país.
Las últimas noticias parecen indicar que Trump ha sido un supercontagiador de forma directa: al menos ocho personas de las que se reunieron en la Casablanca el 26 de septiembre para presenciar la nominación de Amy Coney Barrett para el Tribunal Supremo han dado positivo después de repartir abrazos y estrechar manos sin llevar puesta la mascarilla.
También han dado positivo esta semana muchos otros miembros del círculo de confianza de Trump, posiblemente durante los preparativos del debate o en otros eventos.
Y por cada uno de esos casos confirmados, hay que suponer que muchos otros han estado expuestos al virus en estos eventos: camareros, los trabajadores de la limpieza, organizadores, agentes del servicio secreto, personal militar y otras personas que no tenían otra posibilidad más que acudir. Y esas personas, por su parte, ahora corren el riesgo de infectar a sus familiares sin la garantía de una asistencia médica como la que sí tendrán el presidente, su familia y otros altos funcionarios.
La unidad médica de la Casa blanca y los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) se encuentran en plena labor de rastreo, ha asegurado Conley. Sin embargo, tal y como informó la edición estadounidense del HuffPost el viernes por la noche, los rastreadores de Nueva Jersey ni siquiera tienen todavía una lista completa de asistentes al evento de recaudación de fondos de Trump.
En el momento en que Trump dio positivo, habría sido determinante realizar un rastreo completo para informar a las personas con las que estuvo en contacto. Que su propio equipo médico se negara a dar una respuesta clara implica que nadie sabe con certeza a quién ha puesto en peligro conscientemente Donald Trump. Tampoco ha quedado claro cuándo empezó a tener síntomas la primera dama, Melania Trump.
No está claro quién inició los contagios en la cúpula del Partido Republicano. Ronna McDaniel, presidenta del Comité Nacional Republicano, descubrió el miércoles pasado que había dado positivo y lleva desde entonces aislada en su casa. Su último contacto con Trump data del 15 de septiembre, según el New York Times.
El martes, Trump se presentó al primer debate presidencial demasiado tarde como para que tuvieran tiempo de hacerle una prueba rápida, según el moderador Chris Wallace. El viernes, al menos 11 casos positivos fueron asociados a los preparativos del debate, en el que la familia Trump se negó a llevar mascarilla pese a la insistencia de los organizadores.
También ha dado positivo el exgobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, que ayudó a Trump con los preparativos del debate y asistió al evento en el que el presidente nominó a Amy Coney Barrett para el Tribunal Supremo.
Trump ha pasado meses minimizando la pandemia y desinformando a la población con afirmaciones como que el país ya se está recuperando. En el primer debate presidencial, se burló de Biden por llevar puesta la mascarilla a todas partes y aseguró que sus grandes eventos de campaña en recintos cerrados no suponían ningún riesgo.
Sin embargo, se sabe que un mitin de Trump en Tulsa “probablemente” fue el origen del brote en el estado de Oklahoma. Hermain Cain, candidato a la presidencia en 2012 y uno de los seis asesores de campaña de Trump, dio positivo tras el evento y falleció un mes después.
Pero esto no afectó a Trump: “Eso ya queda muy lejos y no estoy nada preocupado”, declaró Trump a mediados de septiembre para Las Vegas Review-Journal.
Al parecer, ni la Casa Blanca ni el Partido Republicano han aprendido la lección. Las mascarillas siguen sin ser obligatorias en la Casa Blanca y siguen siendo “una decisión personal”, ha explicado un alto funcionario de la Casa Blanca a The Associated Press.
El vicepresidente, Mike Pence, que ha dado negativo dos veces pero ha estado en contacto con varias personas que sí han dado positivo, va a celebrar un evento presencial el jueves en Arizona. En la descripción del evento no se mencionan las máscaras, pero sí que se dice, de forma muy general: “Cuando asista al evento, sus acompañantes y usted asumen todos los riesgos derivados de la exposición al coronavirus y eximen de toda responsabilidad a la campaña Donald J. Trump for President”.
El fiscal general, William Barr, que también ha dado negativo, se niega a aislarse pese a que ha estado en contacto con gente que ha dado positivo y los resultados a menudo cambian días después de la exposición.
Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana del estado de Kentucky, declaró el sábado que iba a retrasar la actividad parlamentaria hasta después del 19 de octubre, pero que la Comisión de Asuntos Judiciales iniciaría según lo programado el 12 de octubre las audiencias de confirmación de Amy Coney Barret para el Tribunal Supremo.
Tres senadores republicanos han dado positivo en los últimos días. Dos de ellos, Mike Lee (Utah) y Thom Tillis (Carolina del Norte) son miembros de la Comisión de Asuntos Judiciales y podrían haber infectado a los otros miembros del comité. A ambos se les ha exigido 10 días de aislamiento, que es menos de los 14 días que los CDC siguen recomendando, para que les dé tiempo a asistir a las audiencias.
Trump ha pasado meses minimizando el virus. Hace poco, un análisis de la Universidad Cornell ha concluido que Trump es el mayor impulsor de la desinformación sobre el coronavirus. Y no parece que después de su enfermedad vaya a cambiar la situación.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.