Dolor y gloria de la política española
La radiografía del alma de España: una película de Almodóvar, una procesión de Semana Santa y una campaña electoral.
Hay pocas cosas que radiografíen mejor el alma española que una película de Pedro Almodóvar, una procesión de Semana Santa y una campaña electoral. Y las tres discurren estos días en paralelo, se mezclan a ratos y se convierten en un juego de espejos de lo que fuimos, somos y seremos.
Todo con ese carácter tan español, tan barroco, tan divino y humano, tan siglo siglo XVI como siglo XXI. Porque eso es España, que aparece a la vez en un holograma como Albert Rivera y que se viste de nazareno en Ávila como Pablo Casado; que está dispuesta a glorificar a Pedro Sánchez tras haberlo hundido durante años, que espía por la mañana a Pablo Iglesias y sueña por la noche con su chalé. Y que vuelve a despertar monstruos del pasado cuarenta años después de la mano de Santiago Abascal bajo la excusa de Don Pelayo.
“La noche que coinciden varios dolores, creo en Dios y le rezo: los días que solo padezco un dolor, soy ateo”, confiesa Salvador Mallo (Antonio Banderas) en la parte inicial de Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar. Todo bajo los acordes de Alberto Iglesias y con las ilustraciones de Juan Gatti. Parece que le hubiera puesto el nombre de una cofradía. Ajuste de cuentas, pedir perdón, lo más alto y lo más bajo. El sufrimiento tras los aplausos y al cerrar la puerta. La mente que esconde cada persona, cada candidato.
Y de eso saben mucho nuestros aspirantes. Sólo Sánchez creyó que llegaría a estar en esta situación. Su historia supera ya la de la resurrección. Está en la fase de la gloria, pero su trayectoria ha sido más de dolor. Ahora subirá definitivamente a los cielos al tercer día (léase la tercera elección).
Quedó devastado tras aquel Comité Federal, sin casi nadie alrededor. Y los que lo conocen hablan casi de depresión después de aquellos días, de tristeza absoluta. Pero también de una persistencia y de un convencimiento casi bíblico. Él tenía en mente que algún día sería presidente. El resto se reía y lo enterraba. Y si se cumplen las encuestas, volverá a esa tradición tan española de que a la tercera va la vencida: le pasó a Felipe González, a José María Aznar y a Mariano Rajoy. El país puede volver a reencontrase en las urnas con el socialismo once años después.
Más cerca del dolor que de la gloria está el que supuestamente es su gran rival: Pablo Casado. Un político con confianza ciega en sí mismo, que sorprendió a propios y extraños presentándose primero a las primarias del PP y venciendo finalmente. Y que ha decidido hacer la campaña más arriesgada, incomprensible a veces, lanzado a la derecha y con unas encuestas que le dan los peores resultados del Partido Popular. Los cirios del 28-A lo elevarán al cielo pactista o al infierno de los que olvidaron el centro.
Pero en su fuero interno tiene una idea: el pacto a la andaluza. Ha demostrado ya que no tienen ningún problema con la ultraderecha de Vox, algo poco entendible fuera de nuestras fronteras. Manos “manchadas de sangre”, bajada del salario mínimo, dudas sobre un corralito.... Es el que está llevando la campaña más al límite y afilando las espadas de las lanzas de El Prendimiento. No hay tiempo para la placidez, esto es un puro Vía Crucis.
Todo ello entre pasos, vírgenes y saetas. Nadie sabe cómo afectará la Semana Santa a este 28-A, con medio país de vacaciones en la playa y otro medio viendo procesiones. Parecía que el ritmo pararía en estos días ‘santos’, pero los partidos no bajan la intensidad. En los cuarteles generales saben que cada día es más importante la campaña, y que cada vez más gente elige su papeleta en el colegio electoral. Y una cifra: el 41,6% de los electores están indecisos.
Pero al final hasta los carteles y banderolas se van a dejar en mitad de las ciudades en pleno recorrido de las procesiones. Es muy caro retirarlos. Eso sí, algunas cofradías están más incómodas que otras. La del Cristo de la Buena Muerte de Málaga ha pedido expresamente a Rivera, Abascal y Casado que no vayan al traslado legionario. No van a poder patrimonializar esa imagen, pero no habían caído que en Andalucía hasta los ateos son cofrades.
La campaña arrancó oficialmente el pasado viernes, pero fue mucho antes cuando se inició la batalla y produjo el gran punto de inflexión para muchos: cuando Ciudadanos decidió que no gobernaría con Pedro Sánchez y el PSOE. Esto derechizó aún más la guerra… y no sabemos si Rivera clavó ahí su propia cruz. No obstante, a los naranjas no se los termina de creer nadie. ¿Y si después del 28-A depende de ellos solamente que no haya repetición de elecciones? ¿Y si pueden convertirse en el partido que salve a un Gobierno de tener que depender de los independentistas? ¿Y si los llaman sus socios de ALDE a las puertas de las europeas advirtiéndoles de un pacto con Vox? El 29-A estar en la piel de Rivera va a ser muy difícil. Pero en la política actual vale casi solo una cosa: construir un buen relato.
¿Qué pasa por la mente de Rivera? Tras el giro de la asamblea de 2017, Ciudadanos tiene una meta siempre: entrar en los gobiernos. El naranja ya sufrió su eterno dolor durante su época en Cataluña, donde se le podía ver muchas veces solo en el Parlament, marginado, casi sin apenas atención y con un reducido grupo. Tocó la gloria demoscópica hace un año, parecía que La Moncloa era suya. Ahora, tras la moción y sus bandazos, está en un momento complicado. Ya no esta nuevo, será la tercera vez que va como ‘número uno’ en las generales y, por si acaso, Inés Arrimadas ya se prepara para lo que sea con su salto a Madrid. Al barcelonés solo le vale pisar ya moqueta.
Y es que Ciudadanos y Podemos llegaron como dos torpedos hace tres años a la Cámara Baja. Pero el tiempo ha pasado regular por ellos. A tenor de las encuestas se han convertido en muletas, o más bien costaleros, para llevar a los pasos principales. Iglesias ha vuelto, pero ya no tiene el brío y aquella fuerza que hizo temblar a todo el establishment. Y aunque todos defiendan su derecho y la intimidad, el chalé fue un antes y un después para su carrera política. Y haciendo un símil almodovariano: ha pasado de la frescura de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón a la melancolía enrevesada de Los abrazos rotos. A Iglesias solo le vale ya también poder ministerial para intentar hacer realidad lo que prometió. Y tras el 28-A se abrirá una nueva fase morada, con la posibilidad de empezar una transición en el hiperliderazgo. Un Vistalegre III. Su estrategia estos días pasa por volver a cargar contra los poderosos y presentarse como el único capaz de hacer que un Gobierno sea verdaderamente de izquierdas.
Antonio Banderas sumergido en una piscina. Sale a respirar. Y le viene a la mente aquel recuerdo: su madre lavando cincuenta años antes en el río. Una vecina (la omnipresente y omnitalentosa) Rosalía le dice a Penélope Cruz: “Me gustaría ser un hombre, para bañarme en el río desnuda”. Los pececillos jaboneros se acercan, y las sábanas blancas se cuelgan entre las cañas. Era una España pobre, subdesarrollada.
Y parece que tiene nostalgia de aquellos duros años en los que no había lavadoras Vox. Un partido ‘semanasantero’ pero en el sentido del orden de la “gente de bien”, del poder de la supuesta moralidad. Ese alma de España que había estado escondida en el Partido Popular durante estas décadas y que ahora ha perdido la vergüenza y se presenta como la esencia frente a lo políticamente correcto. Toros, pistolas, matrimonio entre hombre y mujer, reconquista. La vuelta de La mala educación. Pero que este 28-A va camino de su propia gloria. Todos los partidos empiezan a temer el voto oculto a Santiago Abascal y el problema que puede suponer que se convierta en el segundo partido de la derecha por delante de Ciudadanos. Abascal se siente llamado por Dios… en su concepto menos misericordioso. Y tiene como gran objetivo que su fe prensa ahora en las periferias, solo así podrá ser mayoritario. Ese país castigado por la crisis, que no ve salida, y que apostó por Podemos en su día.
España es dolor y gloria. Incienso del siglo XXI y el beso de reencuentro entre Banderas y Leonardo Sbaraglia. Procesiones, el estreno de Almodóvar y la campaña electoral. Abril de 2019, todas las almas a la vez.