Disidencias sexuales: el poder de la norma contra Petra de Sutter
¨Las disidencias sexuales son objeto de tanta violencia porque se escabullen de las dinámicas de poder que la norma pretende imponerles, disienten de los intentos de “normalización”.
La disidencia es un ejercicio consciente de la autonomía. Estamos rodeados de normas que nos dictan lo que es correcto y lo que no, lo que deberíamos ser y sentir y lo que no; normas que nos sugieren cuál debe ser el camino a seguir si queremos alcanzar el poder e incluso cuál debe ser el recorrido para que nuestros deseos se validen como correctos, como aceptables. Disentir es, en la mayoría de los casos, un acto consciente de libertad.
Las disidencias sexuales desafían precisamente a la lectura que la hegemonía androcéntrica hace de la sexualidad humana y cuestionan a la norma misma. Personalmente no comparto el término de “heterosexualidad obligatoria” que acuñó Rich en los años 80 del pasado siglo, sobre todo porque conduce a las personas a una minoría de edad imposible de superar incapacitándolas para elegir su propio deseo, obligándolas una vez más a hacer de su deseo un lugar para la sospecha. ¿Qué papel juega entonces la heterosexualidad en la conformación de los deseos y del poder? Diría que un papel protagónico y central en la conformación de la norma sexual, pero más que obligatoria la heteronormatividad es sugerida como el único camino hacia la felicidad y la seguridad. Y precisamente es esta sugerencia del “único camino” lo que hace que disentir de la norma heteronormativa sea un ejercicio consciente de libertad.
Ahora bien, la disidencia no se limita únicamente a lo que ocurre en los deseos o en los cuerpos; se puede ser heterosexual y ser profundamente disidente con respecto a la norma heteronormativa: lo que conforma la disidencia no es ni la práctica sexual ni el deseo, lo que la conforma es precisamente el cuestionamiento de la norma en sí, el reconocimiento de las identidades y la reivindicación de las expresiones sexogenéricas diversas, entre otras cuestiones. Por eso la disidencia sexual no se circunscribe únicamente a las corporalidades o a los deseos sino que va más allá hasta finalmente armar un discurso de cuestionamiento completo de la norma.
¿Por qué generan tanta tensión las corporalidades disidentes? El cuerpo siempre ha sido un campo de batalla predilecto para todas las hegemonías de ayer, de hoy y seguro que de mañana. Es en los cuerpos disidentes donde se hace más evidente el peaje que hay que pagar por situarse fuera de la norma heteronormativa y cisgénero: las personas trans saben muy bien qué conlleva el alejarse de la situación de hegemonía corporal que dicta el androcentrismo. En los últimos días he tenido que leer con total “normalidad” tanto en prensa como en redes sociales llamar “tío” a la actual y primera ministra trans de Europa, Petra de Sutter, por parte tanto de la prensa clásica conservadora española como de autoproclamadas feministas:
Ambas posiciones no hacen otra cosa que afianzar la idea patriarcal de que los cuerpos y las identidades son dicotómicas y mutuamente excluyentes y de que la biología es el único destino de las identidades. Y ambos sectores utilizan la misma estrategia patriarcal para intentar que las personas trans no puedan salir nunca del lugar de opresión en el que están: la ridiculización de las identidades y el determinismo de las corporalidades. Cuando insisten en que De Sutter es “un tío” lo señalan como el enemigo y apuntan como sospechosas directamente a su corporalidad y a su identidad, siendo plenamente conscientes de la violencia que va implícita en este señalamiento.
Cuando una persona que no entra exactamente en la norma que el patriarcado dicta sobre los cuerpos, las identidades y las orientaciones, llega a una posición de poder institucional o civil, la reacción de los guardianes de las normas heterosexual y corporal hegemónicas se vuelve más agresiva y más furibunda: no soportan que se cuestione la norma, que se validen los cuerpos como bellos y libres y, sobre todo, no toleran que les arrebaten su posición de hegemonía.
Casi todo tiene que ver con el poder, es decir, con las relaciones, con las expectativas y con los deseos de control sobre otras identidades, sobre otras personas. Por eso las disidencias sexuales son objeto de tanta violencia: se escurren del poder, se escabullen de las dinámicas de poder que la norma pretende imponerles, disienten de los intentos de “normalización”.
Me declaro profundamente disidente con respecto a la norma con la que a sociedad lee la sexualidad humana, los cuerpos y las orientaciones. Es un ejercicio plenamente consciente y deliberado al que todos estamos llamados: las personas trans, travestis, intersexuales, homosexuales, bisexuales, asexuales y no binarias están también llamadas a la conformación normativa de sus propios deseos e identidades, pero también las personas heterosexuales y/o cisgénero lo están. Todos podemos ponernos enfrente de los intentos de humillar lo que no encaja en la norma, sobre todo si la norma está conformada a base de violencia.