La guerra se frena, la emergencia humanitaria se multiplica
Casi 600.000 personas resisten sin suministros básicos en Jersón y Chernígov, como ocurre en Mariúpol desde hace semanas. Mientras, Zelenski insiste en cerrar la puerta de Europa a Putin.
Diario de guerra, día 27. La ofensiva se frena, Rusia asume que el conflicto va para largo, mientras el mundo se prepara para una nueva ronda de reuniones clave. En la previa de la reunión de la OTAN con nuevas sanciones sobre la mesa y de un Consejo Europeo crucial para responder a la crisis energética, Zelenski ha vuelto a explotar su faceta más diplomática para pedir más ayuda, más sanciones y un encuentro personal con Putin.
Lo plantea como la única solución posible para una que, este lunes ha dicho la ONU, es “imposible de ganar”, tanto para Rusia como para Ucrania. Ni siquiera “aunque caiga Mariúpol”, ha espetado el mandatario de Naciones Unidas, en referencia al asedio sin fin, ni cambios recientes, en la ciudad del sureste del país. Tampoco en otros frentes, como Kiev o Járkov, aunque resulta imposible hablar de ‘estabilización’ dado lo inestable del conflicto.
¿Por qué insiste Zelenski en un ‘cara a cara’ con Putin?
Esta madrugada el líder ucraniano ha dado un paso más en su intento. Insiste en reunirse con Putin y le pone sobre la mesa hablar de los “territorios ocupados”, porque cree que la solución para por una reunión al más alto nivel sin importar el formato.
Moscú calla, Putin calla, pero Zelenski no deja de proponerlo, por mucho que ya dejó meridianamente claro que no es una opción de su agrado, sino “necesaria”. “Creo que, en este momento, sin una reunión con el presidente de la Federación Rusa en cualquier formato, y lo he estado repitiendo y proponiendo durante varios años, sin esta reunión no se puede entender realmente lo que están dispuestos a hacer para detener la guerra”, ha añadido.
Horas después de sus palabras, el presidente ucraniano ha intervenido ante el Parlamento italiano. Su gira telemática por diferentes parlamentos (ya ha pasado por EEUU, Reino Unido o Alemania, además de la Eurocámara) continúa, con un llamamiento común a endurecer las sanciones contra Rusia y a prepararse ante la amenaza.
Este martes, Zelenski ha advertido de que para Putin “su objetivo final no es Ucrania”. “Ucrania es una puerta a Europa para el Ejército ruso y quieren romperla. Pero la barbaridad no debe pasar”, ha añadido, entre fuertes ovaciones de los diputados transalpinos.
Esta vez, el líder ucraniano no ha evocado referencias históricas del país que le invita (como sí hizo en EEUU o Alemania) y ha apelado a los parlamentarios a imaginar una ciudad portuaria como Génova “arrasada completamente como Mariupol”.
La situación crítica ya conocida en Mariúpol, donde resisten sin suministros entre 100.000 y 200.000 personas se extiende a Jersón, más al sur, y Chernígov, al norte, sin comida, medicina o electricidad.
La situación en Jersón, ciudad tomada por las tropas rusas, ha llevado a una situación límite para sus cerca de 300.000 civiles, que según Exteriores ucraniano carecen de los suministros básicos. Una “catastrofe humanitaria por las tácticas bárbaras rusas”, como ha apuntado el portavoz del ministerio, Oleg Nikolenko.
Algo parecido ocurre en Chernígov, escenario de bombardeos y ataques rusos en las jornadas previas. De acuerdo con el Comité de Derechos Humanos del Parlamento de Ucrania, este municipio de también casi 300.000 habitantes, se encuentra “al límite de la supervivencia”, bajo cortes de luz y gas.
Todo, mientras más de 3,5 millones de refugiados ya han dejado el país, de acuerdo con ACNUR. De ellos, más de 2,1 millones han salido con dirección a Polonia.
En unos términos poco habituales, su secretario general, Antonio Guterres, le ha dejado claro a Rusia que no va a ganar esta guerra... porque no se puede ganar.
″“Incluso si cae Mariupol, Ucrania no puede ser conquistada ciudad por ciudad, calle por calle, casa por casa”, ha pronunciado Guterres este martes, emplazando a Moscú a pasar “tarde o temprano del campo de batalla a la mesa de paz”.
¿Nuevas sanciones contra Moscú?
Todo apunta a que sí. Según la Casa Blanca, Joe Biden y sus socios atlánticos podrían acordar un nuevo paquete contra el régimen de Putin este jueves, durante su encuentro.
Sin detallar mucho por dónde irán las medidas, el asesor de Seguridad Nacional de EEUU sí ha dejado caer que será “un esfuerzo conjunto para reprimir la evasión de sanciones por parte de cualquier país que ayude a Rusia a socavar, debilitar o esquivar las sanciones”... Hace poco, Washington lanzó un mensaje similar contra China ante su posible apoyo “militar, económico o retórico, incluso” a Rusia.
¿Y Putin, qué?
Él a lo suyo. Por si no tuviera bastante con Ucrania, sigue repartiendo amenazas por el mundo. Ahora le toca a Japón, país con el que ha suspendido las negociaciones de paz por las sanciones impuestas contra Rusia.
Sus conversaciones diplomáticas se remontan al final de la Segunda Guerra Mundial, 1945. Desde entonces tienen pendiente firmar el tratado de paz por la disputa de la soberanía de las islas Kuriles del Sur, en el Pacífico norte, que administraba Japón y que la Unión Soviética invadió nada más terminar la II Guerra Mundial.
La decisión la justifica Putin en que Tokio ha optado por “una deriva antirrusa en vez de por el desarrollo de una cooperación y vecindad mutuamente beneficiosa”. Al otro lado aseguran que el berrinche del Kremlin es “extremadamente irracional y totalmente inaceptable”.
¿Qué ocurre en España con el paro de los transportistas?
Los efectos de la guerra siguen notándose a miles de kilómetros de Kiev o Mariúpol y España no es ajena. El disparado precio de la energía a consecuencias, no exclusivamente, de la invasión rusa, dio pie a un paro de transportistas que va a más en su noveno día.
La huelga es ya una amenaza para el abastecimiento de numerosos productos, entre suspensión de actividades de grandes marcas y fuertes movilizaciones sociales. El Gobierno trabaja en un plan de ayudas de unos 500 millones para los transportistas, pero los convocantes de los paros y nuevos colectivos lo rechazan por insuficiente e inconcreto, mientras la patronal de la alimentación ya habla de un “problema de Estado” sin solución inminente.