(Des)información sexual: el gran 'cate' de la educación española
La ausencia de contenidos en el currículo convierte Internet en docente y consultorio sobre sexualidad y con él, la pornografía.
Un 15% del alumnado en España asegura no haber recibido ni una hora de educación sexual en su historia escolar. El porcentaje asciende a más de la mitad para los que han asistido a un total de cuatro (como mucho), mientras que el 48% recurre a la pornografía como fuente válida de información para resolver sus dudas. Son las conclusiones de un informe publicado por Save the Children y del que se desprende una conclusión clara: la educación sexual sigue siendo la gran asignatura pendiente.
Su enseñanza en las aulas lleva años brillando por su ausencia, a pesar de que existe una ley orgánica de salud sexual y reproductiva que insta a los poderes públicos a “garantizar la información y la educación afectivo-sexual en los contenidos formales del sistema educativo”. Ahora, una nueva reforma en la legislación introduce algunos aspectos en el currículo, con un enfoque más amplio, y en distintas etapas.
“Creemos que será una buena oportunidad”, señala Cristina Sanjuán, responsable de prevención de la violencia hacia la infancia de Save the Children. “Ahora sí se integra en varios puntos del plan de estudios. Por ejemplo, aunque no se menciona como tal en la etapa infantil, se hace referencia al apego, que es relevante”. Una de las cuestiones más criticadas por los expertos es que estos contenidos vayan enfocados a la adolescencia y no se impartan desde la infancia.
“También se incluye en los principios básicos del sistema educativo, los objetivos de primaria, ESO (donde aparece como transversal) y bachillerato; además de una formación permanente del profesorado en temas de prevención de la violencia”, añade.
Educación integral
Hasta el momento, la gran mayoría de las iniciativas en este sentido han dependido de la voluntad de los gobiernos autonómicos y de su coordinación con los centros y ONG. Una falta de regularización que ha derivado en una formación heterogénea, aleatoria, escasa y poco continuada.
Educar en sexualidad a niños y adolescentes es, para profesores y sexólogos, hablar de órganos reproductivos, prácticas, métodos anticonceptivos, infecciones de transmisión sexual (ITS) o embarazos. Pero también de placer, atracción, consentimiento o violencia sexual.
“Es cierto que el principal papel en este sentido lo juegan las familias, pero desde el Gobierno deben ofrecerse las herramientas suficientes para proporcionar un enfoque integral sobre esta materia, haciendo que sea accesible para cualquier alumno, al margen de si sus padres pueden o quieren dedicar el tiempo pertinente a sus hijos a resolver sus dudas al respecto”, sostiene Berta, educadora en el ámbito sexual.
Según la ‘Encuesta sobre Salud Sexual de la Mujer’, un trabajo elaborado por HRA Pharma en colaboración con la empresa demoscópica 40dB, solo 4 de cada 10 mujeres (43,1%) recibieron algún tipo de información antes de mantener su primera relación. Además, de las que por el contrario sí atendieron a alguna formación, tres cuartas partes consideran que fue sólo científica/biológica y no les ayudó a tomar decisiones informadas (46,6%) y casi 4 de cada 10 (38,4%) creen que la recibida en el colegio es inútil o está desactualizada.
El estudio releva al mismo tiempo un escaso uso de soluciones anticonceptivas por puro desconocimiento. Un 41,4% de las españolas acuden a sus amigos/as para informarse sobre la píldora del día después, mientras que sólo un 8,6% lo ha hecho directamente a través de personal médico, sanitario o farmacéutico. “Esto pone de relieve los mitos que aún persisten sobre algunos métodos. La carencia de educación sexual y la circulación de ‘fake news’ han logrado consolidar en el imaginario femenino una serie de conclusiones falsas y erróneas”, destaca el informe.
Internet como consultorio y docente
La ausencia de información práctica en el plano educativo, tanto para ellas como para ellos, es precisamente lo que ha impulsado que gran parte de los jóvenes busquen respuestas a través de internet. “En un mundo completamente tecnológico, marcado por la desigualdad, la violencia de género y en el que este tipo de educación no siempre está a la orden del día dentro del hogar ni se incluye en las aulas, internet se convierte en docente y consultorio sobre sexualidad, y con él, la pornografía”, añaden desde Save the Children.
Las cifras lo corroboran. Según su informe, el 68,2% de adolescentes había visto pornografía en los últimos 30 días previos a su publicación, consumiendo ellos el doble que ellas (81,6 % y 40,4 % respectivamente). El 52,1% de quienes reconocen hacerlo frecuentemente confirma que esto ha influido mucho o bastante en sus relaciones sexuales, mientras que un 36,8% no es capaz de distinguir la ficción en lo que ve.
Para Berta, el visionado continuado de ciertas escenas puede suponer un riesgo e incidir tanto en el comportamiento de los jóvenes a la hora de relacionarse, como en su propio desarrollo personal. “Es un hecho que habitualmente este tipo de producciones reproducen estereotipos de género y patrones de desigualdad”, destaca. “Mientras que los chicos consumen una pornografía que está diseñada mayoritariamente para ellos, a través de la que satisfacen ‘necesidades instintivas’, las chicas se adentran en la pornografía como método para ‘aprender a hacer lo que se espera de ellas’”, subraya el informe.
Desde el Instituto de Sexología (Incisex), no obstante, cuestionan esta capacidad predictiva de su visionado sobre las conductas personales y ponen el foco en el planteamiento de la educación sexual como “cortafuegos de la alarma social”, en vez de como disciplina de conocimiento.
“Cuando hay un estado de alteración por una alarma social, todo el mundo se echa las manos a la cabeza, pero cuando ésta se reduce y la gente se serena parece que ya no es tan importante”, expone Almudena Herranz, profesional de Incisex. “Así, hemos pasado de una insistencia total en la cuestión de la salud, prevención de infecciones y embarazos no deseados, a preocuparnos sobre todo por el consumo de la pornografía y la violencia”, señala.
Infecciones disparadas
Sin embargo, las elevadas tasas de infecciones de transmisión sexual —la OMS propuso llamarlas ITS y no ETS para tener en consideración las patologías asintomáticas—, tampoco son cosa del pasado. En los últimos años se han disparado a un ritmo alarmante. Según el Estudio sobre las Conductas Saludables de Jóvenes Escolarizados que el Ministerio de Sanidad publica cada cuatro años —y cuya última actualización fue en 2018— la sífilis, la gonorrea o la clamidia han aumentado un 54%, 160% y 243% respectivamente.
Cada día, un millón de personas en el mundo contrae una infección de transmisión sexual, según la organización sanitaria.
“La única prevención se conseguirá mediante educación”, remarca Berta. “Tomemos conciencia de que la sexualidad es una parte integral de la vida y, como tal, su enfoque debe ser precisamente éste. Enseñar a distinguir e identificar la información fiable de la que no lo es, proporcionando a su vez herramientas digitales para un uso de internet seguro, será la única manera de proteger a los más jóvenes en su crecimiento personal y en sus relaciones afectivas”.