¿Dejar a los niños llorando en el colegio? Qué dicen los expertos a la polémica con Sara Sálamo
La actriz respondió a una publicación de la psicóloga Paola Roig, en la que reveló que su hijo sigue sin ir a la escuela por esa razón.
¿Dejar o no dejar a los niños en el colegio cuando se quedan llorando? Cada familia tiene sus propias circunstancias, pero el debate está más encendido que nunca tras la publicación de la psicóloga Paola Roig en Instagram, en la que asegura que dejarlos hechos un mar de lágrimas “no ayuda a las criaturas, más bien al contrario” y que el primer día de escuela “se vuelve a la mano dura”: “Ya no trago más. Dejar a una criatura de 1, 2 o 3 años en un lugar que no conoce, con personas a las que no conoce de nada, el primer día que pone un pie en ese espacio, es violento”.
Una opinión que ha apoyado la actriz Sara Sálamo, que reveló en respuesta al post que su hijo sigue sin ir a la escuela porque le resulta “insostenible” verlo en esa situación. Acto seguido, la polémica estaba servida entre sus detractores y quienes la apoyaban.
Sobre el término de “violencia” utilizado por Paola Roig, la psicóloga de Pell a Pell aclara que se refiere a “una violencia estructural, no de padres ni educadores”, porque se está ejerciendo una “fuerza moral “. La violencia es como un iceberg, está la que se ve y la que está por debajo, hay niños que llegan al vómito por el llanto”, explica en una conversación con El HuffPost.
Aunque ese llanto “es bastante habitual, y no es un camino de rosas. Hay que adaptarse a cada niño y cada familia, cada uno tiene ritmos diferentes y no hay que comparar: unos van supercontentos y otros no”, apunta por su parte Sonia Castro, del Instituto Europeo de Psicología Positiva.
¿Entonces? Según la experta, es aconsejable dejar que los niños normalicen la emoción, no bloquearla con un “no pasa nada, no llores”, que expresen la rabia o la tristeza. Después, es aconsejable preguntarles qué les entristece, para encontrar la causa y abordarla.
Roig es consciente de hay quien no tiene opción de quedarse con ellos en casa, y da la alternativa de que ese periodo de adaptación los pueda acometer otro familiar o, en caso de que tampoco sea posible, que se le explique al niño lo que va a suceder, suplir esa falta de compañía haciendo planes con él fuera del horario escolar. A partir de los 3 años, “sí que necesitan espacios de socialización”, aclara.
Hasta esa edad, según Antonio Labanda, psicólogo educativo y orientador de colegios, “están mejor con la figura de apego, padres o abuelos, en casa”, aunque hoy en día se hace más complicado porque hay a quien no le queda más remedio que buscar ayuda. “A veces psicologizamos muchísimo las cosas y rizamos el rizo”, agrega el especialista del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid: “Los profesores tienen un nivel profesional muy alto y saben atenderles emocionalmente, que es lo más importante”.
Reclamar permisos laborales
Una realidad, la de que hay familias que no tienen más remedio que recurrir a escuelas infantiles, que no niega Roig. De hecho, lo que pide es que “haya un periodo flexible para lo que necesite cada niño”. “Hay que reclamar permisos laborales, que los padres estuviesen todo el rato con ellos en el centro, al cabo de unos días, que los periodos de ausencia se vayan ampliando hasta poder dejarlos solos. Pero hay centros en los que no se permite hacer eso ni un día”, explica.
¿Es bueno o malo, entonces, no llevarlos a la escuela infantil? Ni una cosa ni la otra, se trata de una decisión “muy personal” y, al fin y al cabo, hasta los seis años no es obligatorio. Lo importante es “que tenga las necesidades cubiertas”, aunque llevarlo a la escuela “le puede aportar ciertas cosas buenas: si no tiene hermanos se relaciona con otros niños de su edad o adquiere rutinas”, añade Sonia Castro.
“No es psicológicamente mejor (ni peor) llevarlo a la guardería. Lo de hacerlo a los 3 años (en segundo ciclo de Educación Infantil) es casi una obligación social, porque luego es más complicado encontrar una plaza cuando ya es obligatoria la escolarización, a los seis. Pero en casa también juegas con el niño, lo estimulas, se comparten cosas”, aclara Labanda.
¿Pesa más la parte emocional de los padres?
Pero es inevitable que a veces pese más el sentimiento de los padres, a los que se les encoge el corazón al verlos llorar, y ven la situación desde su propia perspectiva. En ese caso, hay que confiar en los educadores, para eso están: “Ellos lo dicen, nosotros vemos lo que hacen al entrar y no el resto del día. No podemos anticiparnos a lo que no ha pasado, porque ese miedo se lo transmitimos a los más pequeños”, indica Sonia Castro. A lo que Antonio Labanda añade: “Los padres tienen que hacer un esfuerzo adaptativo de madurez. Cuanto más estable estén ellos, más estable estará el niño”.
“Un niño de tres años no entiende las cosas como nosotros, se mueven por la emoción y no por la razón. Sí que tendemos a poner esta mirada adulta”, reafirma Roig, que aprovecha para romper una lanza a favor de Sara Sálamo: “Nosotras tenemos unos privilegios que nos permiten elegir, pero ella se ha pronunciado y comprometido para visibilizar este asunto, y eso no es tarea fácil”.