Defender la ética en 4º de la ESO
Esta asignatura tiene que estar ahí para que los médicos puedan ser médicos y también para que los políticos puedan ser políticos.
Todo médico, además de estudiar fisiología, biología molecular o histología, trabaja y opera guiado bajo una extraña palabra: la palabra “juramento”. Esa palabra, que antecede al adjetivo “hipocrático”, no forma parte del propio saber científico; no aparece en los libros que analizan tejidos óseos o tejidos musculares, tampoco en los libros que dicen cómo se extirpa un tumor o cómo se realiza una cirugía. No aparece, no, en los libros de medicina, pero esa extraña palabra guía el trabajo de todo médico. Es la palabra que se invoca en los momentos más difíciles, es la palabra que orienta el trabajo cuando reina la desorientación. Es la palabra que, a lo mejor, impide que una Consejería de Sanidad envíe correos diciendo a qué pacientes se atiende de COVID y a qué pacientes no dependiendo de su edad. ¿Qué es esa extraña palabra y a qué saber concreto corresponde? Veamos cómo responder a esto y qué está pasando en el mundo de la enseñanza secundaria.
Fue el 20 de octubre cuando, de una manera desapercibida, ocultada bajo los fuegos artificiales de una moción de censura fallida, se votaba en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados la tramitación de la Ley de Educación de la ministra Celaá, que deja fuera a la Ética de cuarto de la ESO. Después de que incluso Pedro Sánchez criticara al antiguo ministro de Educación Wert por dejar fuera a la Ética de cuarto de la ESO, la ministra Celáa pasa un anteproyecto que la hermana con el exministro del Partido Popular. Se hace, además, sin las comparecencias de la sociedad civil y de la comunidad educativa, que históricamente siempre habían sido invitadas al Congreso a debatir y a participar en las tramitaciones de las leyes educativas. Hasta para la LOMCE comparecieron más de cincuenta expertos. En cambio, la ministra Celaá pretende pasar esta ley sin debate en la comunidad educativa.
La Red española de Filosofía se ha hecho eco de este hecho catastrófico en un comunicado. No es para menos, pues muchos pensamos que es ahora, precisamente ahora, cuando más falta hace una formación en Ética y en Filosofía en cuarto de la ESO y en primero y segundo de Bachillerato. Uno podría preguntarse por qué, uno podría decir que, precisamente, cuando más tiene todo el mundo que arrimar el hombro, cuando la sociedad pasa por sus peores momentos, por qué, en ese momento, todavía hay que tener al alumnado estudiando Ética. Por qué no una hora más de matemáticas o de biología. Por qué no una hora más de esas enseñanzas normalmente consideras prácticas. Pues bien, la Ética tiene que estar ahí para que los médicos puedan ser médicos y para que los científicos puedan ser científicos; también para que los políticos puedan ser políticos.
El juramento hipocrático no es histórico, ese juramento no es una anécdota, ese juramento es el que viola la Consejería de Sanidad cuando excluye de los hospitales a los ancianos de las residencias. Si se escriben noticias sobre el envío de esos correos es porque, precisamente, un juramento ha sido violado; porque algo muy propio y muy íntimo de la medicina, casi oculto, ha sido tergiversado; si se escriben noticias sobre la vejación de un juramento es porque se identifica que sobre él se sostiene una cosa milagrosa llamada sociedad, civilización y Estado de derecho; si se escriben noticias es porque los médicos saben que sin eso que no aparece en los libros de medicina pero que les guía, por no ser no son ni médicos. Es decir, que aquello que hace al médico médico no reside en la medicina misma, si no que reside en un saber metapositivo, un saber que le constituye como tal y que le dice, de manera imperativa, “que no puede llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”. Es tarea de la Ética mostrar cómo ahí se funda un saber que está más allá de los saberes, un saber que constituye sociedad y civilización, un saber sin el que los médicos que ahora sostienen el Estado estarían perdidos.
Son varias las versiones que exoneran a Einstein de la construcción de la bomba atómica que el 6 de agosto de 1945 arrasó Hiroshima y tres días después Nagasaki. Son varias las versiones que le exoneran pero bien es cierto que Einstein no se exoneró a sí mismo. Varias historias hay sobre la firma de Einstein en la carta que en 1939 se envió al presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt y que impulsaba la idea de construir la bomba atómica para adelantarse a los alemanes. De eso se encarga, efectivamente, la historia. Ahora bien, que al final de su vida Einstein dijera “cometí un gran error en mi vida” o un “quizás puedan perdonarme” es también un hecho histórico, sí, pero su importancia no es solo ni científica ni histórica. A la ética le importa ese “no solo ni científica ni histórica”; le importa, precisamente, la distancia entre el Einstein que hay en el laboratorio y el Einstein que sabe que lo que ocurría en el laboratorio tiene significado fuera de él, un significado tal que acredita la petición de un “perdón”. A la ética le importa ese hecho −la petición absoluta de perdón− que se funda en la distancia con el laboratorio y del que depende la civilización. Que haya energía atómica es un avance civilizatorio, que haya una civilización que merezca la pena depende, en cambio, de esa petición de “perdón” antes de morir.
Sin la luz crítica que guía y orienta de manera imperativa a los médicos y que guio al Einstein que pedía perdón la sociedad deja de comprenderse a sí misma como tal. La ley tiene que pasar todavía por el Senado, esa ley puede, todavía, ser enmendada, esa ley puede, todavía, incluir una enmienda sobre una asignatura de la que depende, además, la comprensión de la ley en cuanto tal. La fundación de semejante espacio público, la luz que hace que toda ley pueda ser sometida a la crítica y a la revisión, ese espacio depende, ni más ni menos, que de la ética. La propia actividad de enmendar una ley es lo que está en juego en ese espacio de cuarto de la ESO llamado Ética. Defiéndalo ministra, porque defenderlo es defender que siga habiendo gobiernos; esto es, que los gobiernos puedan seguir siendo criticados, y esto es algo que todo demócrata debe querer.