Ni con el tabaco ni con el coronavirus: las fotos duras sirven, pero poco, para concienciar

Ni con el tabaco ni con el coronavirus: las fotos duras sirven, pero poco, para concienciar

Las imágenes que muestran los estragos de la pandemia pueden ser efectivas a corto plazo, pero no generan un efecto duradero.

Persona intubada en la UCI a causa de la covid-19 en Chile.Marcelo Hernandez via Getty Images

“Los que no se ponen la mascarilla tendrían que ir a una UCI”, “los rebrotes pasan porque la gente no ha visto las consecuencias del virus” o “no hemos visto muertos, hemos visto bailes en los hospitales”. Esas son algunas de las frases que se escuchan día tras día en España, especialmente después del alarmante repunte de casos de coronavirus y con los movimientos antimascarilla con cada vez más fuerza.

Muchas personas alegan que el derecho a la intimidad de los enfermos y sus familiares prima sobre la concienciación mientras que otros señalan que no es necesario mostrar la realidad tan cruda para que la gente se tome en serio la pandemia. Sin embargo, el mensaje ha calado y son cada vez más las comunidades autónomas que tratan de hacer campañas publicitarias de choque para concienciar a la población.

¿Realmente hay que mostrar los estragos del virus para mejorar el seguimiento de las recomendaciones sanitarias?

Con respecto al impacto que tienen este tipo de imágenes en las personas, los psicólogos son claros: no siempre tienen el efecto deseado. “Los mensajes muy agresivos funcionan sólo en un primer momento, sobre todo si no son muy realistas, pueden llegar a producir un efecto rebote”, explica el doctor en Psicología Social, Guillermo Fouce. “Pueden ser mensajes crudos, pero no enseñando directamente víctimas porque provocan rechazo”, apunta.

Del mismo modo, estudios basados en campañas de concienciación con imágenes impactantes como el caso del tabaco o los accidentes de tráfico demuestran que son efectivos a corto plazo, pero a la larga “se puede generar cierta insensibilidad”.

“Por ejemplo, hace unos años hubo una campaña antidroga en la que se veía cómo se introducía un gusano por la nariz cuando alguien consumía cocaína. Puede ser efectivo en determinadas personas en un momento, pero si ese alguien da el paso a probar la cocaína y ve que no se le introduce ningún gusano se da cuenta de que el mensaje no es creíble”, explica el psicólogo.

“Con la DGT pasó igual. Las imágenes muy crudas funcionaron un tiempo, pero después se vio que era mejor insinuar que mostrar directamente porque eso lleva a que se desconecte”, añade.

En este sentido, también influye mucho la sociedad en la que se viva y la edad del público que vea la imagen. “Funciona mejor en países donde no están expuestos a contenido sexual o gore como, por ejemplo, sucede en la India”, señala un estudio publicado en el International Journal of Sales And Marketing Management en 2011.

Los mensajes muy agresivos funcionan sólo en un primer momento"
Guillermo Fouce, psicólogo doctor en Psicología Social

Pero no es lo mismo publicar algo impactante en lo 90 o en los 80 que en pleno 2020 y más en una sociedad que vive rodeada de información sobre el coronavirus. Según un estudio publicado en 2014 en la Revista Mediterránea de Ciencias Sociales, “la publicidad impactante está dejando de ser efectiva en los últimos 10 años y algunos anuncios ni siquiera se recuerdan en unos meses”.

“Hemos tenido un problema de sobreinformación: ruedas de prensa todos los días, más información de la que se podía dar en un momento determinado y que no se podía adelantar o no se podía saber”, apunta Fouce.

El psicólogo señala que la comunicación en positivo con campañas como “este virus lo vencemos unidos” o “juntos vamos a poder” tienen mejor efecto que las campañas desde el mensaje negativo. “Les ha faltado una campaña específica para jóvenes y el mantenimiento en el tiempo porque, cuando pasa algo así, la gente se cansa y deja de cumplir las cosas”, explica.

Otro problema a la hora de mostrar el daño del coronavirus ha sido la instrumentalización de estas imágenes con intereses partidistas, principalmente por la extrema derecha, quien se ha apropiado de este discurso para culpar al Gobierno. Véase el fotomontaje de Vox colocando ataudes en la Gran Vía.

“Quienes buscan que aparezcan otras cosas, si son los de Vox, son los mismos que se manifiestan en Colón contra las mascarillas. No es muy creíble, buscan otra cosa, pero no concienciar”, explica Fouce.

En este sentido coincide con el fotoperiodista Manu Brabo, galardonado con el Premio Pulitzer en 2013, quien se queja de que los fotógrafos no hayan podido plasmar la crudeza de la pandemia. “Lo jodido es eso, que algunos medios lo han utilizado sólo para hacer crítica. Es algo que no debería ser un arma arrojadiza contra el Gobierno, pero no sería así si se hubiera dado acceso a la libre información”, denuncia.

El otro debate que se ha abierto a raíz de los rebrotes, especialmente entre ciertos sectores de la derecha, ha sido la responsabilidad de concienciación de los medios de comunicación. Para algunos había que ver gente agonizando en hospitales y así ser conscientes de la dimensión de la pandemia.

“No era necesario en absoluto, es una de las bases de los códigos éticos que hay en emergencias: proteger la dignidad de las víctimas”, indica Fouce, quien admite que se alegra de que no se hayan difundido imágenes sangrientas como en el 11-M. “Principalmente porque no siempre se produce esa empatía. La persona que ve la imagen piensa ‘no es ese mi familiar’ o ’no me voy a ver en esta circunstancia”, recuerda el psicólogo.

Para Brabo, el haber mostrado de primera mano lo que sucedía en hospitales era fundamental. “Los rebrotes son las consecuencias de la ausencia de un imaginario traumático —que no digo gore, que nadie está diciendo que se ponga sangre— pero igual un médico haciendo una traqueotomía porque el enfermo no respira. Con ver la de cables y tubos que tiene un enfermo en la UCI ya impacta”, explica.

Un enfermo no tiene por qué salir ni ser identificable"
Manu Brabo, fotoperiodista

En el caso de la protección a la intimidad de las víctimas, Brabo apunta que en la mayoría de las fotos son irreconocibles. “Un enfermo no tiene por qué salir ni ser identificable, ten en cuenta que los más graves están pronados, de espaldas para que respiren mejor, con lo cual no se les identifica”, explica. 

“La gente defiende el derecho a la intimidad de personas que están dentro de cajas. Hasta donde yo sé, una caja de pino no tiene derecho a la intimidad y al honor. Precisamente existen para preservar lo desagradable que puede llegar a ser verlo”, señala.

Las imágenes de situaciones críticas han sido contadas y, por ejemplo, la publicada en la portada de El Mundo en la que aparecía un migrante que falleció minutos después hizo saltar la polémica. Para el fotoperiodista, el problema residió en la combinación foto-titular y no tanto en la imagen.

“La gente se quejó porque era un migrante y ¿qué pasa, que no pueden salir? o ¿si están muertos en la playa, sí? La polémica es que hay gente con determinadas filias políticas que pensó que era un ataque a la gestión del Gobierno. El problema fue el titular y la foto, la portada era matadora de propaganda total. Pero lo que no puedes hacer es decir que esa foto está anulada porque la portada tenga un ataque a un partido”, señala.

  Un trabajador revisa los ataúdes en Barcelona durante la crisis del coronavirus.NurPhoto via Getty Images

Para el fotógrafo, más que generar una campaña publicitaria artificial como las que se han lanzado en Canarias o la Comunidad de Madrid, lo ideal hubiera sido una mejor cobertura gráfica de la crisis. “Cómo puede ser que quieras construir una ficción de algo que ha sido real y, encima, con unas imágenes que no has dejado tomar?”, se queja.

“En cualquier medio internacional se buscaba poner caras a los números, rostros a la tragedia que se vivía en España. Lo que hace la fotografía es buscar la empatía del espectador con el sujeto de la imagen, conectarte con esa imagen. Ponerte por un momento en su pellejo”, apunta.

Uno de los públicos a los que se pide concienciar con estas imágenes es a los jóvenes, un grupo de población en el centro de las críticas en los rebrotes del coronavirus. Pero, ¿de verdad les va a servir un anuncio en el que le muestren a un enfermo intubado?

Para Brabo rotundamente, sí. “A los 18 o 20 años lo único que quiere la gente es pasarlo bien, más en verano. Más aún si no saben los riesgos que tiene ni las consecuencias porque no las han visto”, explica.

Por el contrario, Fouce recuerda que hay que adaptar los mensajes al público y que estos no siempre tienen que ser llamativos, pero sí apelar a la emoción. “Hay que llevar un mensaje creíble adaptado a cada público y con fuentes fiables”, señala y recuerda el llamamiento de Simón a los influencers. “En el caso de los jóvenes sucede, que no se han sentido parte de esto ni de las consecuencias que tiene, por eso hay que usar a sus líderes de opinión o a otros jóvenes que les hablen de igual a igual”, indica el psicólogo.

“Es una población difícil de contactar y de prevenir, los jóvenes se sienten marginados y se creen invulnerables, están en la plenitud de su capacidad física y no son conscientes de los riesgos, al igual que ocurre con otras conductas como la drogodependencia”, añade.

Para demostrar la efectividad de las campañas de publicidad a base de imágenes ficticias, basta con unos datos. En el caso del tabaco, las imágenes impactantes empezaron a colocarse en las cajetillas en 2011 y, entre 2017 y 2019, el número de fumadores creció un 3%, según datos de la Encuesta de Tabaquismo de la Sociedad Española de Médicos de Familia. ¿Los que más lo fumaban? Los jóvenes entre 20 y 29 años. Una imagen vale más que mil palabras, pero dura un rato.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es