Cuentos catalanes con Mossos
Cuentos chinos o cuentos catalanes son los que se están contando estos días de crisis política en España (incluida Cataluña) porque calificar como "violencia extrema" lo que ocurrió el día 1-O en Cataluña tiene su gracia –si es que tuviera alguna- cuando al día siguiente un hombre mata a cincuenta y ocho personas en Las Vegas durante un concierto o un islamista radical asesina a dos mujeres en Marsella. Eso sí es violencia extrema. Lo otro es violencia sí, también, pero una violencia que se usó contra unas personas que apoyaban un golpe de estado institucional, de una parte del Estado contra otra parte del Estado (la Generalitat contra el Gobierno central) y que a pesar de ser conscientes de que apoyaban un referéndum ilegal se dirigieron a votar y trataron de impedir la incautación de las urnas ilegales, también con resistencia y con la mucha o poca violencia de que fueron capaces aglomeraciones de cientos o de miles de personas decididas a no dejar actuar a la policía nacional o a la guardia civil.
Se trataba de personas felices y sonrientes por ir a votar como si fuera la primera vez en su vida que lo hacían, como zombis que sueñan con una república catalana que mágicamente va solucionar todos sus problemas derivados de los recortes, entre otros las carencias en sanidad o educación o el paro infinito que nunca se acaba. Eso sí una república gestionada por los mismos que han gestionado los duros recortes de los últimos años. Y es que hay una parte de Cataluña que se comporta como una eterna adolescente, que vive en la ilusión de independizarse de mamá España y poder volar sola, ahora además contando con la ayuda de los Mossos D'Esquadra, convertidos en ángeles guardianes de sus esencias independentistas, en beatíficos representantes del nuevo orden catalán, que se quedan inmóviles cuando de impedir actos ilegales de independentistas se trata.
Pero para desmontar esta falsa imagen vamos a hacer un breve ejercicio de memoria. Hace cinco años, al 14 de noviembre de 2012, Esther Quintana participaba en una manifestación no independentista, se manifestaba en Barcelona en el contexto de una huelga general y perdió un ojo por una pelota disparada por un mosso de escuadra. En Tarragona a un niño de trece año, ese mismo día, le abrieron la cabeza con una porra. En aquella ocasión nadie se rasgó las vestiduras y el conseller de Interior de la Generalitat, Felip Puig (de CiU), felicitó a los responsables de la policía catalana, porque según dijo los Mossos tenían órdenes de usar "la mínina fuerza indispensable" y al parecer eso fue lo que hicieron, según él.
Los Mossos, hasta el 1 de octubre, arrastraban una cierta mala fama por la realización de acciones como mínimo calificables de dudosas, en el uso de la fuerza frente a ciudadanos indefensos. Sólo hay que repasar las hemerotecas y el listado de heridos y fallecidos por culpa de sus acciones. Ahora de repente son unos ángeles, sobre todo desde que se han erigido en defensores del independentismo y fieles seguidores de las órdenes del señor Trapero, pacifista de pro cuando se trata de no reprimir a independentistas. También aconteció otro hecho destacable el día 27 de mayo de 2011. Ese día los Mossos irrumpieron en la acampada del 15-M en la plaza de Cataluña, en una acción que fue calificada por la prensa como "de gran violencia" contra los pacíficos acampados en la plaza. La acción dejó más de cien heridos entre los que allí se encontraban. Cien heridos en una sola plaza frente a seiscientos en toda Cataluña durante el 1-O. La comparación no parece favorable para los Mossos.
Sin duda también fue violencia lo que aconteció en las calles de Cataluña el día 1-O. Pero violencia por ambas partes, pero la ejercida por la guardia civil y la policía nacional era más vistosa. Mucho más comercial que la que ejercieron decenas de miles de personas que trataban de impedir el restablecimiento del orden constitucional roto por la Generalitat. También fue violencia política y de la dura, el pleno del Parlament que puso en marcha todo este proceso de secesión unilateral de España, de una parte de su territorio. Sólo que es una violencia sin sangre, poco mediática, pero eso no la hace menos dolorosa. Pero se trata de una violencia más dañina porque siembra odio y desconcierto en muchos catalanes y españoles que asistimos estupefactos a la destrucción del Estado español, por parte de una parte de la clase política catalana, con la ayuda de la parte del pueblo catalán que apoya a los golpistas, una ciudadanía cómplice y desnortada que no sabe a dónde la llevan ni para qué la llevan. Pero eso sí, se dirigen a ese lugar ignoto con una sonrisa en los labios y una felicidad tonta que les empuja a cortar carreteras, apoyar una "huelga de país", secundar el golpismo institucional de la Generalitat y otras "minucias" por el estilo.
Es cierto que ha habido violencia por parte de las fuerzas del orden. Pero ¿qué se puede esperar que ocurra cuando se envía a veinte o treinta agentes a parar a doscientas, trescientas o cuatrocientas personas que están decididas a impedirles la entrada a los colegios para evitar que se lleven las urnas? El guión estaba escrito de antemano por ambos bandos. Quizás sólo los Mossos se saltaron el guión inocentemente previsto por el Gobierno, un Gobierno que no parece enterarse de nada y que está desbordado por los acontecimientos, un Gobierno que en todo esto no hace sino retratar su mediocridad. Lo inaudito es que a estas alturas algo de todo esto siga sorprendiendo....
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