Cuando una pluma de lujo se convierte en un lápiz en Yibuti: así fue la puesta de largo entre Montblanc y Unicef
La marca de escritura y la organización presentaron una colección para ayudar a 1,5 millones de niños.
NUEVA YORK.-
La noche en Nueva York amenazaba tormenta. Pero la escalinata de la New York Public Library, la biblioteca más famosa de la ciudad situada en plena Quinta Avenida, parecía gritar exactamente lo contrario: cientos de velas iluminaban su acceso principal, una forma de dar luz a todo lo que sus muros guardan.
Por ella, a partir de las ocho de la tarde, subieron y posaron mecenas, actores, blogueros y famosos de toda condición en una fiesta que, además, tenía un mensaje solidario, algo que iba mucho más allá de la foto: ayudar a cinco millones de niños en todo el mundo gracias a la colaboración entre la firma Montblanc y la organización UNICEF. O, como decía el lema de la cena, compartir el don de la escritura.
Una causa solidaria que no dejó de estar llena de curiosidades y saludos entre unos y otros. Mientras un divertidísimo Miguel Ángel Silvestre le daba consejos a Hugh Jackman acerca de donde tomar la mejor paella en Barcelona y le iba apuntando direcciones y consejos al actor australiano en su propio móvil (antes de fundirse en un abrazo), Diane Kruger se fotografiaba, muy amable y sonriente, con todo aquel que se lo pedía.
Tampoco faltaron al evento blogueras como Miroslava Duma y Olivia Palermo, que pasaba de grupo en grupo como una exhalación con su sonrisa perenne acompañada de su inquieto marido, Johannes Huebl, que no dejaba de mirar y curiosear las exclusivas piezas que Montblanc había colocado en la Public Library entre mochilas de Unicef y lápices de colores.
Mientras tanto, la más cotizada y misteriosa de la fiesta era Carlota Casiraghi. La hija de la princesa Carolina de Mónaco, que parecía una ninfa vestida de blanco con sus largos pendientes de diamantes, sonreía y observaba a todo el que pasaba, pero siempre a una distancia prudencial en esta inmensa biblioteca en la que cada día más de 5.000 personas van a leer y estudiar y que acogió a más de 150 personas para la fiesta.
Era la segunda vez en su historia que esa biblioteca, mil veces escenario de series y películas, abría su sala principal para que una marca celebrara un evento en ella. Lo cierto es que la ocasión iba mucho más allá de la presentación de una cuidada colección de plumas, relojes, joyas y objetos de piel (mochilas, carteras, maletines): lo que esta marca alemana (aunque despiste por su nombre francés) busca con ella es ayudar a un mínimo de cinco millones de niños a mejorar su educación. Lo hará gracias a las ventas recaudadas en esta colección (cuyos precios van desde los 36 euros de un tintero, los alrededor de 200 de una pulsera a los aproximadamente 700 de una pluma o los más de 6.000 de un reloj), pero la cifra, en cualquier caso, será de al menos 1,5 millones de euros.
"Queremos que cuando la gente compre las piezas sepa que apoya a una causa muy concreta", explica a El Huffington Post en Nueva York el vicepresidente de comunicación de Montblanc, Jens Koch. Pero, ¿cómo se convierten una pluma o una cartera en algo mucho más tangible como un lápiz y una libreta para un crío en cualquier punto del planeta? "En algunos casos, para ayudar a los niños en su educación hay que darles agua, por ejemplo. Si ayudamos a crear proyectos de agua limpia o de agricultura en su zona, ese niño no tendrá que hacer 10 kilómetros cada día para recogerla y entonces podrá ir a la escuela. En otros puntos del planeta, por ejemplo, la importancia está en formar al profesorado. Esa es la forma de mejorar su educación", explica Koch. Así, aunque Montblanc ponga la intención (y el dinero), lógicamente es su socio en esta campaña, Unicef, quien decide y sabe cómo dar una mejor salida a esa ingente cantidad de dinero.
De hecho, Unicef lleva más de una década gestionando esas aportaciones: "Llevamos 13 años, desde 2004, colaborando con Unicef. Mediante distintos proyectos y en distintas oleadas hemos donado más de 10 millones de dólares (9,4 millones de euros) a la organización", explica Koch, que asegura: "Intentamos dar el mejor apoyo que podemos e implicarnos lo máximo, va más allá de la foto".
Jo Bourne, responsable de los programas de educación de Unicef, quiso dar las gracias en la gala a la marca por su apoyo, pero sobre todo "por reconocer que la educación es la base". "La historia de nuestra educación modela aquello en lo que nos convertimos, aunque sea en un centro de refugiados sirios. Toda educación es una inversión en el futuro".
"La educación nos hace sociedades más sanas y fuertes", afirmó, "y el primer paso para ello es aprender a leer y a escribir". Entre otros datos, Bourne explicó que desde 2010 Unicef ha logrado que el acceso a la educación en China de los niños entre 3 y 6 años aumente en un 70%; o que se hayan repartido más de 2,5 millones de libros y de objetos de material escolar entre niños sirios refugiados.
Tal y como explicó Nicolas Baretzki, flamante consejero delegado de Montblanc (tomó el relevo del cargo apenas dos días atrás de la fiesta), "a lo largo de estos años hemos ayudado a continuar su educación a más de 50 millones de niños". Con esta nueva colaboración se centrarán en tres países muy diversos de tres continentes distintos: China, Brasil y Yibuti, en el cuerno de África. El objetivo es que todas las culturas estén implicadas en este proyecto; de ahí que las 40 piezas estén decoradas con las seis primeras letras de seis alfabetos claves: el latino, el árabe, el chino, el coreano, el indio y el japonés.
Pero, ¿por qué esta curiosa unión entre una marca del más alto lujo y un organismo que se dedica a ayudar a quienes no tienen nada? El vínculo en común es la escritura, el aprendizaje: "El origen de nuestra marca es la escritura y sus instrumentos, aunque hoy tengamos piel y relojes esa es nuestra base, de donde parte nuestra experiencia. La escritura implica expresarte, decir algo de ti mismo, y desafortunadamente es algo que muchos no pueden llegar a hacer. Así que como una firma clave en escritura sentimos una cierta obligación de compartirlo, de hacer que todo el mundo experimente la oportunidad de la escritura", explica Koch. "Vemos estas piezas, preciosas, fabricadas artesanalmente, y creemos que todo el mundo tiene que tener la oportunidad de escribir y expresarse".
La noche, finalmente, acabó en lluvia. Las velas de fuera y las luces de dentro se apagaron en la biblioteca, pero eso no pareció importar a los invitados, que corrían para no mojar sus vestidos largos a la salida de la misma. Porque, como todos sabían desde el principio, era un evento que iba mucho más allá de la foto.