Cuando las coleccionistas son ellas
Hay casos extraordinarios y muy interesantes de grandes mujeres coleccionistas que son ya parte de la historia del sistema del arte español.
Es habitual hablar sobre mujeres artistas o comisarias, gestoras, galeristas… pero en pocas ocasiones se habla de las mujeres coleccionistas. En general, el coleccionismo privado de arte ha sido un tema bastante silenciado en el caso español, algo que se explica por las circunstancias históricas de las últimas décadas: como señala la profesora de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, María Dolores Jiménez-Blanco, la tradición coleccionista en España, que se remonta al siglo XVI, se ve interrumpida hasta la Transición Democrática, y a partir de entonces se establece un mayor protagonismo del coleccionismo público de arte (ese que compran los museos e instituciones) frente a los coleccionistas privados (El coleccionismo de arte en España. Una aproximación desde su historia y su contexto, publicado por la Fundación Arte y Mecenazgo).
Además, pese a que desde los años cuarenta del siglo XX empiezan a conocerse algunos coleccionistas privados, lo cierto es que la dictadura influyó y apuntaló también este silencio ante la adquisición de arte.
En los últimos años han sido destacadas las ocasiones en que el coleccionismo privado ha ido ganando espacio público y dando a conocer no sólo los nombres de importantes coleccionistas sino de las obras de sus colecciones. Una de las labores fundamentales en este sentido la lleva a cabo la asociación 9915, Asociación de Coleccionistas Privados de Arte Contemporáneo que, tal y como recoge en sus fines y objetivos, busca “impulsar la figura del coleccionista privado como figura indispensable en el mercado de arte. La formación de los nuevos coleccionistas, fomentar y coordinar la puesta a disposición del mundo cultural: museos, galerías, artistas, comisarios, universidades, etc., el patrimonio artístico de los asociados para su exposición, estudio, catalogación e investigación”.
¿Ellas coleccionistas?
En este breve recorrido sobre la cuestión, la gran pregunta es: ¿cuál ha sido la labor de las mujeres coleccionistas?
Hace unos meses me contaba una destaca galerista de este país el cambio de paradigma que había podido ver en las mujeres que acudían a su galería: antes eran ellos los que compraban por los dos (en el caso de matrimonios) y desde hacía unos años eran ellas las que directamente gestionaban su economía, preguntaban por obras, compraban, coleccionaban.
En 2019 el Observatorio Social de la Caixa publicaba el estudio ¿Tienen las mujeres menos oportunidades de ser contratadas?, realizado por dos profesoras y un profesor de la Universidad Pompeu Fabra. Según los resultados, a igualdad de condiciones, las mujeres tenían en promedio un 30% menos de probabilidades de ser citadas para una entrevista de trabajo que los hombres con sus mismas características.
Esta brecha económica de género que ha existido siempre entre hombres y mujeres no es casualidad y forma parte de un sistema de desigualdad estructural que afecta a las mujeres en cualquier ámbito laboral y de la vida. No podía ser menos en el sistema del arte y especialmente en el mercado. Si para las mujeres era difícil hacerse un hueco en un mundo empresarial masculinizado y donde el techo de cristal sigue estando muy presente, ¿cómo dejar paso a un interés cultural por adquirir arte y aportar al patrimonio de todos gracias a las compras de arte actual?
Pilar Citoler
Sin embargo, hay casos extraordinarios y muy interesantes de grandes mujeres coleccionistas que son ya parte de la historia del sistema del arte español, y que han capitaneado una tendencia que era, cuando empezaron, minoritaria.
Una de las grandes coleccionistas de arte contemporáneo que tiene España es, sin duda, Pilar Citoler. Odontóloga de profesión y coleccionista con voz propia, su colección atesora más de 1.200 obras de arte entre pintura, escultura, obra gráfica y fotografía con obras de Grete Stern, Juana Francés, Andy Warhol, Begoña Zubero, Candida Höfer, Felicidad Moreno, o David Goldblatt, entre otros muchos.
Ella misma ha definido su labor como coleccionista “como una forma de concebir la vida”, y ha sido reconocida con la Presidencia del Patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura o el Premio de la Fundación Arte y Mecenazgo al coleccionismo privado en España.
En la actualidad es presidenta de honor de la asociación 9915 y continúa en activo, fomentando el coleccionismo de arte entre jóvenes coleccionistas otorgando un premio en la feria JUSTMAD, en la que concede un dinero a quien haya comprado alguna obra en la feria, para que pueda hacer otra compra, ayudando a que se inicie en el coleccionismo.
Alejandra Castro Rioseco
El suyo es un caso paradigmático. La coleccionista chilena Alejandra Castro Rioseco comenzó hace más de doce años a comprar arte y a interesarse por la formación y creación de los y las artistas. Formada como ingeniera y enamorada del arte, Rioseco impulsa la MIA Art Collection, una colección privada de arte enfocada en destacar artistas mujeres y su trabajo en al arte latinoamericano.
Rioseco es filántropa y forma parte del directorio del Museo del Barrio y está integrada en el comité latino de adquisiciones de arte del Museo Guggenheim en Nueva York.
Además, como feminista ha mostrado su activismo en los debates sociales que han aflorado en Chile en los últimos años, especialmente en los que atañen a las mujeres; así, fundó la ONG ‘Mujer Opina’ para apoyar la ley de aborto en tres causales y reivindicó la igualdad económica entre hombres y mujeres participando de la creación de la Mesa de Equidad de Género en el Senado chileno.
Desde su colección, que presenta en todo el mundo gracias a una agenda de presencia constante en las grandes citas del mercado del arte (Frieze, Londres; Artissima, Turín;
Art Abu Dhabi; Art Basel Miami…) MIA quiere poner sobre la mesa la problemática de desigualdad y discriminación que sufren las mujeres a diario.
La colección está integrada únicamente por obras de mujeres artistas; además, las colaboradoras del proyecto son siempre mujeres comisarias y críticas de arte.
Entre las artistas que están en MIA no faltan Martha Boto, Agustina Woodgate, Christel Vega Miranda, o Carmen Argonte, además de una apuesta fuerte por las artistas emergentes más jóvenes, a las que apoya con proyectos diversos.
De la palabra a la obra plástica: Alicia Aza
En el caso español también es muy interesante la labor de mujeres coleccionistas como Alicia Aza, abogada experta en derecho mercantil y reconocida poeta, con varios libros publicados. A principios de los noventa comienza a comprar fotografía aunque desde los 2.000 su interés se centrará, sobre todo, en el vídeo. Las cuestiones de género han sido la temática que ha movido muchas de sus compras y, además, es una de las fundadoras de la asociación 9915.
Su colección se ha expuesto en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid o en la Academia de Bellas Artes de Pekin (CAFA), entre otros. Entre las artistas de su colección están Ruth Gómez, Cristina Mejías, Sergio Prego, Manu Arregui, o Kaoru Katayama.
Un estudio renacentista plagado de arte contemporáneo
La gijonesa Candela Álvarez Soldevilla posee uno de los estudios más especiales para mostrar arte. Su pasión le ha llevado no sólo a convertirse en coleccionista y apoyar a artistas a través del mecenazgo, sino a mostrar parte de sus obras en un estudio al modo renacentista, con artistas contemporáneos. Su espacio Studiolo, en Madrid, recoge algunas de las obras que ha ido adquiriendo desde que comenzara a coleccionar con dieciocho años. Con más de 350 obras en su colección, atesora, entre otros, a Carmen Calvo, Anish Kapoor, Eugenio Ampudia…
Lo cierto es que las mujeres están cada vez más presentes, más visibles en el sistema del arte, no sólo desde la creación sino desde el mecenazgo y el coleccionismo, apoyando a otras mujeres artistas, curadoras o críticas. Grandes nombres como Ella Fontanals-Cisneros o Patricia Phelps de Cisneros han impulsado la presencia de arte latinoamericano en las grandes instituciones estadounidenses, como el MOMA, sin olvidar a la italiana Patrizia Sandretto Re Rebaudengo cuya fundación parece que se instalará en Madrid.
Habría muchos nombres más por incluir en esta nómina, como Sisita Soldevila, Rebecca Russo, Estefanía Meana, Natalia Yera, Bárbara de Rueda, Rosa Clemente, Alicia Ventura…
Otras coleccionistas, a menos escala en lo económico pero no por ello menos importantes en el contenido, continúan aún en el anonimato, prefiriendo guardar un silencio que las proteja públicamente pero llevando a cabo una labor de apoyo a mujeres artistas de incuestionable valor.
Además, otra generación de jóvenes coleccionistas mujeres se da paso en los últimos años, con profesionales medias que, interesadas por la creación artística, dan sus primeros pasos para formar su propia colección.
Al final, en el mercado del arte, como en cualquier sistema, las mujeres tienen que enfrentarse a un espacio que no las tiene en cuenta si no es a base de denunciar su no presencia, de poner el grito en el cielo porque no se cuenta con ellas en las exposiciones, o que las aparta a partir de los 35 años. Sin embargo, hay también una generación más veterana y otra más joven de mujeres coleccionistas que también están acabando con esto precisamente por su interés en que el sistema sea más equilibrado, más justo y de mayor calidad, esto es, un sistema donde las mujeres artistas estén presentes y en igualdad de condiciones.