Corto plazo, alto precio
Sin puertas legales y ordenadas para entrar en la UE, somos esclavos de nuestras vulnerabilidades.
La diplomacia española debería acertar siempre en la gestión de los asuntos que incumben a Marruecos, porque nuestros elementos de disputa tienen que ver con materias realmente delicadas. Con Rabat compartimos ámbitos de interés común tan serios —materia comercial, consular o antiterrorista, por ejemplo— que el retorno a una buena cooperación resulta urgente.
El Gobierno ha sido torpe con Marruecos, porque una vez detrás otra su agenda ideológica le ha generado una distorsión cognitiva sobre los problemas reales que debe solucionar, y sobre los que debe evitar. La retórica ocupa la agenda de palabras y discursos. Ahora bien, eso no exime la crítica absoluta a la desmesura en la actuación de estos días contra nuestro país.
Marruecos ha jugado con España, y con los 27. Y no ha tenido escrúpulos en usar como peones de ese juego a menores engañados: por ejemplo, a niños de Castillejos, bajo el engaño de que era una fiesta, de que Cristiano Ronaldo y Messi jugaban en Ceuta… para alejarlos de sus familias y lanzarlos a Ceuta, y generar una bomba social. Es tan inadmisible como que las autoridades marroquíes hayan puesto en peligro de muerte a esos menores y a mujeres con bebés como elemento de presión política. Por suerte, la Guardia Civil y el Ejército en Ceuta, que fueron fundamentales en la defensa de la ciudad, también lo fueron —hemos visto las fotos: muchas gracias— para salvar tantas vidas.
Afortunadamente, formamos parte de la Unión Europea, que ha reaccionado de inmediato para que Marruecos y todos los países de nuestra vecindad sepan que la colaboración se basa en trabajar a favor, no en contra, de la Unión; y que ha reiterado que es preciso que los 27 alcancen un modelo de asilo y refugio común.
Sin un modelo de migración legal y un modelo de asilo y refugio de la UE seremos cada vez más vulnerables y multiplicaremos los problemas de nuestras sociedades, en lugar de generar prosperidad para la mayoría.
El vacío de la migración legal se ocupa rápidamente. Ahí están las mafias que trafican con seres humanos; la presión social, que es una bomba de relojería, en los lugares de llegada; el tapón al asilo y las demoras en la gestión de los expedientes, y la debilidad creciente ante terceros países que nos quieran desestabilizar con mensajes tóxicos.
La ausencia de una política de migración legal europea oscurece nuestro futuro. Necesitamos un procedimiento de solicitud armonizado, no burocrático, para trabajadores de baja, media y alta cualificación, basado en un sistema de puntos, donde los Estados miembros puedan seleccionar competencias y sectores específicos.
Y es que la migración laboral legal puede ser una fuente de prosperidad para todos, países emisores y receptores, con instrumentos eficaces, respetuosos y bien gestionados a largo plazo. Lo que tenemos ahora en la UE, un mosaico asimétrico de normativas nacionales, no es ni lo más eficiente ni lo más cohesionador. Nos hace mucho daño el corto plazo en la evaluación de esta realidad que no va a desaparecer y que debemos canalizar y ordenar; no nos hace bien esperar.
La acción común no debe ser por capricho, sino porque estamos ante un desafío común. Los países del sur necesitamos el respaldo de las instituciones, y de todos los socios comunitarios, para resolver un reto pendiente y evitar que se repitan los chantajes migratorios. Necesitamos desbloquear en el Consejo de ministros de los 27 la propuesta de Pacto Europeo de Migración y Asilo como base para desarrollar tanto esta política como el respaldo a los Estados bajo presión extrema. Sin esta política, sin puertas legales y ordenadas para entrar en la Unión, somos esclavos de nuestras vulnerabilidades.
Todavía no han pasado cinco meses de 2021 y ya han llegado más de 10.000 personas desde el norte de África a las costas europeas, un 10% más en comparación con 2020, según Acnur. La letalidad crece. Se calcula que solo en este año se han perdido más de 700 vidas en estas aguas. Unas 130, no hace ni siquiera un mes; iban en dos barcazas y se ahogaron. Pudo haberse evitado; se sabía que estaban a la deriva.
Hace falta repetirlo en voz alta: se sabía que estaban a la deriva.