Coronavirus en tiempos de la literatura
La existencia se parece a una gran biblioteca que alberga entre sus estanterías diferentes tramas. Las vidas en la pandemia son algunas de ellas.
Hay una realidad incuestionable que nos conecta: el coronavirus. Alguien está en Colombia, tiene amigos en Estados Unidos, Canadá, Alemania, Italia… Familia en España. La pandemia nos ha trastornado, sin importar la geografía. Lo primero que hacemos al despertar es escribirnos para saber si seguimos ahí, cómo vamos enfrentando el día a día entre el pánico, el aislamiento y la vida interior.
Hay un número alarmante de muertos y más de 180.000 casos confirmados. Se trata de una tragedia que nos enluta. Muchos de los que leen esto pueden haber perdido a alguien. Sin embargo, esta pandemia también nos ha planteado un reto: redescubrirnos como sociedad. Aunque es un cliché, se cumple el adagio de que todo problema nos conduce a una enseñanza.
El coronavirus nos pone en el mismo sartén. Nos obliga a mirar a los otros, calzándonos con sus zapatos y nos ofrece una oportunidad para pensar las migraciones y las guerras, el temor a la muerte y el afán de supervivencia. Además, nos permite volver a lo básico: al encuentro prolongado con nuestra subjetividad. Nos contemplamos como algo finito y vivimos temiendo la peor suerte. Al mismo tiempo, abrazamos la esperanza y encontramos en la vida un milagro que crece en el interior.
Como este artículo debe tratar de literatura, no podemos evitar desembocar en ella. Y es que la existencia se parece a una gran biblioteca que alberga entre sus estanterías diferentes tramas. Las vidas en la pandemia son algunas de ellas. Esto explica que volvamos a los libros para explicarnos la realidad.
¿No son acaso receptáculos de nuestro inconsciente colectivo y de la historia de nuestra especie? Es inevitable no regresar al enunciado de que la literatura y la vida son la misma cosa, y que leemos para vivir y conocer aquello que estamos intentando experimentar. Por eso no resulta extraño que varios diarios informen que el coronavirus dispara la venta de La peste de Albert Camus. Tampoco es raro que tengamos deseos de saber qué ocurre y qué nos espera en esta trama. Orán, la ciudad donde se desarrolla la novela, es China. Orán es España e Italia. Orán es el mundo.
Se regresa al libro del autor argelino con la misma curiosidad de la primera vez, pero con una preocupación adicional: entender nuestro contexto inmediato. También a Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Revisitamos los lugares del arte para entender los espacios que habitamos. Estos libros son un reflejo del miedo que nos invade; reconocemos en ellos el afán de la huida, las reservas y los odios.
Otro ejemplo notable podemos encontrarlo en el artículo publicado el 16 de marzo en El País de España, Guía para superar el impacto emocional del coronavirus. Pilar Jericó, autora del texto, nos ofrece seis pasos para afrontar de manera positiva la situación que vivimos y se asemejan al viaje del héroe planteado por Joseph Campbell.
Campbell describe un patrón narrativo que muestra las etapas vividas por el héroe dentro de la novela. En la propuesta de Jericó se puede rastrear este viaje realizado por el personaje a lo largo del mecanismo narrativo, con la diferencia de que ella no se refiere a una obra de ficción, sino a una herramienta que podemos aplicar a nuestras vidas. De nuevo regresamos a la idea de que la literatura y la vida se corresponden.
Asimismo, usamos sus recursos. El humor es uno de los elementos presente en la crisis del coronavirus y en la literatura. Es reconocido su uso a la hora de bajar la tensión de una escena. Shakespeare lo aplicó con maestría. Las redes sociales están llenas de vídeos e imágenes que satirizan la pandemia. Pisamos el borde del abismo sin dejar de reír, el humor continúa siendo un salvavidas.