Coronalotería
¿Qué tienen en común el sorteo de Navidad y la pandemia? Pues que en ambos casos valoramos nuestras probabilidades por encima de nuestras posibilidades.
Es la primera norma de la publicidad: niega el principal inconveniente de tu producto, preséntalo como su principal ventaja. Si resulta que es especialmente caro, destaca lo barato que es. Si su manejo es complicado, centra toda la campaña en resaltar lo sencillísimo de su uso. Si se rompe al segundo día, que su eslogan sea “resiste para siempre”. Y si -atención que ahora llegamos al tema de hoy- el producto viene a satisfacer los deseos egoístas de codicia, las ganas nada espirituales de volverse asquerosamente rico, entonces graba spots llenos de viejitos encantadores y humildes, mercados de barrio frecuentados por buena y sencilla gente que sólo se mueve por la generosidad y el desprendimiento, familias que se reconcilian, desconocidos que se sacrifican por el prójimo, gente que se desvive por los más necesitados. Sí, amigos, estamos a mitad de noviembre y ha llegado la campaña publicitaria de la lotería del 22 de diciembre. El primer cabreo navideño de la temporada.
Y trata, of course, sobre la covid. Dos loterías, una, monetaria, y otra, vírica. ¿Qué tienen en común el sorteo de Navidad y la pandemia? Pues que en ambos casos valoramos nuestras probabilidades por encima de nuestras posibilidades. Los anuncios de la lotería no sólo nos piden suspender la incredulidad: también nos piden suspender las matemáticas de tercero de la ESO. ¿Y qué tiene de diferente la compra de un décimo y la asistencia a una fiesta sin mascarilla? Pues que aquello lo hacemos creyendo que nos tocará el premio y esto lo hacemos creyendo que no nos tocará el virus. En ambos casos, jugamos y nos equivocamos. Es el miedo envidioso a que le toque los millones a todo nuestro grupo menos a nosotros lo que motiva la compra de buena parte de la lotería; y es la inconsciencia egoísta de que le puede tocar la covid a todo nuestro grupo a partir de nosotros lo que motiva buena parte de nuestros errores. Se comparte la lotería. Se comparte el virus.
Hubo un tiempo en el que los anuncios de la lotería de Navidad estaban protagonizados por la diosa Fortuna, el calvo o Montserrat Caballé. Pero desde hace diez años, tras la implantación de la cursicracia como régimen político, todas las campañas tiran de historias efectistas que barajan los clichés más vulgares. Este año, la pandemia como recurso publicitario. Cuanto más noble y emocional se presenta un producto en su propaganda, más prosaicas y disimuladas son las verdaderas razones de su uso. Hagamos una prueba para el sorteo de 2021: sustituyamos el premio económico por millones de abrazos y mimos, ya que éstos parecen ser la motivación para jugar según la campaña que se presentó esta semana. A ver si la venta de décimos se incrementa. Sabíamos que el coronavirus puede flotar en forma de aerosol y terminar posándose en cualquier objeto, pero no sabíamos que también puede posarse en campañas publicitarias en forma de reclamo ñoño para la codicia calvinista.