Cordón sanitario a Vox: democrático, tardío y con muchas concesiones

Cordón sanitario a Vox: democrático, tardío y con muchas concesiones

La propuesta de Gabilondo de aislar a la ultraderecha necesita de una definición clara de principios, de una unidad que incluye al PP y de visión de futuro, no electoralista.

Rocío Monasterio y Santiago Abascal, el pasado 19 de abril en Fuenlabrada.Kiko Huesca / EFE

Acordonar: ceñir, sujetar, incomunicar, dice la RAE. Es lo que plantea el candidato del PSOE a la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, para Vox, una burbuja profiláctica que aísle a la ultraderecha y la aleje de las instituciones y de la toma de decisiones. Un cordón sanitario, que se dice. La propuesta necesita de un debate hondo, arduo y sin prisas, porque obliga a hilar muy fino, a matizar y definir bien por qué se cortan todos los lazos con una determinada formación política.

¿Es ético y democrático hacerlo? ¿Qué líneas rojas debe contener ese bloqueo común? ¿Y si un día se da la vuelta y se aplica también a formaciones de izquierda? Los expertos coinciden: es ético, porque es una estrategia política para proteger la democracia frente a los que emplean las instituciones para atacarla desde dentro, pero necesita de un elevadísimo nivel de consenso y de unos principios muy sólidos y claros sobre los que mantenerse. Otra coincidencia: en España hemos sido lentos al frenar a la ultraderecha y hoy, en Madrid, no se ve la generosidad y el desprendimiento necesarios para llevarlo a término.

Cuándo se aplica

La politóloga Eva Silván explica que un cordón de esta naturaleza se plantea para aislar a una formación “que no respeta los principios básicos de las democracias liberales”. No implica “de ninguna manera ilegalizar a Vox”, que seguiría “teniendo libertad absoluta para seguir expresándose y presentar iniciativas, acudir a elecciones y seguir dirigiéndose a sus votantes”.

El objetivo es “visibilizar la disconformidad con las maneras de hacer de una formación, en este caso, con los principios que defiende la ultraderecha; se busca defender la democracia de ataques que vienen de dentro, de partidos que, haciendo uso de las posibilidades que da la democracia, intentan menoscabarla y destruirla poco a poco desde el interior. Se intenta proteger al sistema de enemigos internos que se aprovechan de los cauces democráticos para socavar los principios esenciales, el suelo moral que nos hemos dado entre todos”, resume.

Joaquín Urías, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla, ahonda en esa idea, hablamos de iniciativas contra partidos que estén “claramente fuera del sistema”, y pone como ejemplo Amanecer Dorado, en Grecia, declarado incluso culpable de liderar una banda criminal. “Tiene sentido en partidos que son una barbaridad, claramente antisistema, cercanos a la violencia”, resume. En su caso, las línea rojas que no se pueden cruzar se reducen a una, sola pero esencial: “la única que yo pondría son los derechos humanos”. “En la medida en que un partido no se comprometa firmemente con su defensa, hay una línea roja”, repite. Y cita, como botón, la criminalización de los menores extranjeros no acompañados.

En la medida en que un partido no se comprometa firmemente con la defensa de los derechos humanos, hay una línea roja
Joaquín Urías

El profesor Francisco Collado, que imparte Ciencia Política en la Universidad de Málaga, insiste en que hacen falta “argumentos éticos” para fundamentar un paso de ese calado y, si los hay, estamos ante una estrategia plenamente democrática. Si tiene alguna duda es por los tiempos empleados. “El hecho de que el candidato socialista haya planteado esta búsqueda de un acuerdo en medio de la campaña, en términos éticos, deja algo que desear. Hubiera sido más adecuado que esta postura y este consenso lo hubiese buscado mucho antes o, al menos, antes de dar inicio a la campaña”, argumenta.

“Evidentemente, la propuesta de Gabilondo no sólo es ética sino que también hay un planteamiento de estrategia, porque hay que tener en cuenta el apoyo electoral que va a tener Vox, se entiende que trate de bloquear o recortar uno de los principales apoyos que la derecha va a tener para investir a Isabel Díaz Ayuso. Siempre hay dos tipos de argumentos: los éticos y los estratégicos, todos cuentan”, abunda.

Llega tarde

Collado, que también ejerce de tutor en la UNED, recuerda que no estamos ante una propuesta nueva, ya se estudió en Andalucía hace dos años largos, cuando Vox entró en el primer parlamento en su historia. Al final, dice, “la propia estrategia, la política maquiavélica, la realpolitik, se impuso frente a cualquier planteamiento ético o cualquier postura por parte de los principales partidos”.  Ha pasado el tiempo, los choques con los “principios y valores” democráticos se han ido sucediendo y abordamos al fin un 4-M a la desesperada. Ahora, los lamentos.

Es mucho más sencillo y cabal aplicar un cordón, completa Joaquín Urías, cuando el partido que se comporta como no debe “no es de Gobierno o de las instituciones”. “El problema de hacer un cordón a Vox es que a estas alturas hay mucha gente que lo vota que no son fascistas ni gente agresiva, ahora es la parte más extrema de la derecha, pero hasta cierto punto integrada en el sistema político. En este momento, aunque a mí personalmente las ideas de Vox me repugnan, es cierto que es muy difícil decir que sea un partido que defiende la violencia, ha entrado en algunos Ejecutivos, está colaborando con Gobiernos, pactando... Empieza a ser complicado”, reconoce.

Se podría hacer el cordón, matiza, “pero pedirlo en este momento no tiene mucho sentido”, porque además de la entrada en las instituciones, “a estas alturas, ya no hay tanta diferencia entre el PP y Vox”, tras los trasvases de dirigentes de uno y otro partido. “No es realista pensar que Vox es un partido extraño al sistema (...). Otra cosa es que políticamente no puedes pactar nada con ellos. Por eso hablar de cordón puede ser positivo, pero es retórica”, zanja.

“Hemos sido muy lentos”, afirma, directa, Eva Silván. Y eso que había ejemplos cerca, en Europa, para verlas venir. “Hemos tardado en ser conscientes de lo que significaba dejar entrar a la ultraderecha o a partidos que vienen a socavar la democracia. Ya están en la cocina, en este momento la reacción es más complicada”. También echa la mirada atrás a la oportunidad perdida en Andalucía e, incluso, al procés catalán, “las brasas que encendieron el nacionalismo español” y dieron alas a Vox. Hubiera hecho falta “más claridad” en el análisis de lo que se venía.

Tiene que haber dos gestos que se produzcan: un rechazo del PP a los apoyos de Vox a la mañana siguiente de las elecciones y una cesión de la izquierda, con una apuesta a largo plazo
Eva Silván

O todos a una, o nada

La fundadora de la consultora Silván y Miracle enfatiza la necesidad de que un cordón sanitario, además de unos sólidos principios democráticos, cuente con un apoyo realmente unitario. “Requiere de un acto de generosidad y compromiso por parte de los partidos de la derecha de no utilizar los votos de Vox para formar Gobierno y también de la izquierda, que sepan que favorecen un Gobierno de derechas en contra de sus intereses electorales y cortoplacistas pero por un bien mayor”, indica.

Repite insistente palabras como “altura de miras”, “mirada a largo plazo”, “fuera estrategias”... porque para “proteger la democracia” se pueden aparcar planes propios y, luego, recuperar la confrontación de ideas o las apuestas programáticas durante el resto de la legislatura. Eso viene más tarde, tras facilitar una investidura del adversario. Lo intentó, con la mano tendida, Íñigo Errejón (Más País-Más Madrid), hace dos años en la Asamblea de Madrid, pero sin éxito.

“Tiene que haber dos gestos: un rechazo del PP a los apoyos de Vox, sin duda, a la mañana siguiente de las elecciones, y una cesión de la izquierda, con una apuesta a largo plazo”, dice. Le “preocupa”, además, cuán dañado está el diálogo hoy, y “hasta qué punto Vox ha contribuido a romperlo”, al no rechazar la violencia de forma explícita en estos días. Difícil promover en entendimiento con este clima.

Urías, exletrado del Tribunal Constitucional, también entiende que “lo fundamental para un cordón sanitario es que sea de todos, incluidos los partidos de derecha”. Para que funcione “tiene que entrar el PP”. “Y para que entre, los demás partidos deben ayudar a que apoyar el cordón no tenga consecuencias negativas para nadie. Ni siquiera para el PP”, asevera.

  Rocío Monasterio e Isabel Díaz Ayuso, en junio de 2020, en la Asamblea de Madrid. Europa Press News via Getty Images

“El problema en España -cuando aún se podía frenar a Vox- es que nunca se le ha propuesto al PP una alternativa para suplir el apoyo de Vox. Un auténtico cordón sanitario implica que todos los partidos ayudan a ignorar a los fascistas: si hace falta, para frenar al fascismo se tiene que apoyar al PP y permitirle formar Gobierno. Aquí, ni los partidos de izquierda están dispuestos a apoyar al PP para que no necesite los votos de Vox, ni el PP está dispuesto a renunciar a desarrollar políticas con Vox”, señala.

No ayuda que la izquierda esté entrando en lo que considera “batallas perdidas”, como la famosa de comunismo y libertad o fascismo y democracia de estos días, porque funcionaría mejor, defiende, “reivindicar los derechos humanos y denunciar lo que sea denunciable”. “Cada vez que discriminen a un menor, por ejemplo, se inicia un proceso, a ver si se consigue que un juez, alguna vez, diga que esto que se ha hecho es una barbaridad, pero no se puede ir tanto contra Vox entero como contra los pronunciamientos de Vox que son contrarios a los derechos humanos. Porque si se va contra Vox en estos momentos, al final, queda todo escondido en la batalla izquierda-derecha y parece que se va contra Vox porque no son de los nuestros. Y ahí nunca te va a apoyar el PP”.

Qué se puede hacer

“Lo que habría que hacer, lo que habría que exigir a todos los partidos, es un compromiso con los derechos humanos. Que en ningún momento fomenten la discriminación de nadie por razón de raza o de su país de origen o de su orientación sexual. Y cuando empecemos a pedir que no se discrimine a nadie, pues habrá gente que se quede fuera”, resume Urías, por más que asuma la complejidad de abordar semejante comunión en un momento de inmensa polarización, especialmente marcada en la Comunidad de Madrid.

A su juicio, hay que buscar líneas rojas contra Vox pero que no se puedan aplicar a otros partidos, porque de lo contrario puede darse un efecto bumerán que acabe con una propuesta de cordón desde la derecha contra Unidas Podemos u otras formaciones de izquierda o nacionalistas. “Tienen que ser ideas muy claras. ¿No condenar la violencia entra en eso? Bueno, durante años la izquierda ha defendido que, aunque no se condenara la violencia, como hacía Bildu, eso no quería decir que no se pudiera negociar con ellos... Luego tenemos que intentar ser coherentes, definir qué es violencia, qué es justificar o no, y eso cuesta”, reconoce Urías.

Collado incide en que tampoco hay que olvidar que estamos ante una “nueva lógica de coaliciones”, aparcado ya el “bipartidismo clásico”, pero es necesario pese a ello hablar de lo “negativo” o “nocivo”, que debe definirse entre los cuatro o cinco principales actores políticos y, sobre esa base, “trazar un cordón que responda no sólo a la mera estrategia sino a un compromiso con la ciudadanía y su futuro”. Algunos electores, lamenta, están tan poco dispuestos “a la búsqueda del consenso y a la reducción de la crispación” como los partidos, a tenor de las amenazas enviadas estos días a diversos cargos de PSOE, PP y Unidas Podemos. La tensión se ha contagiado a la calle.

No obstante, hay un ejemplo imperfecto ya en marcha: en el País Vasco, los grupos, con excepción de PP y Cs, se aliaron para que la única diputada que logró Vox (por Álava) tuviese el mínimo de asesores, de tiempos y de iniciativas parlamentarias. Todo dentro de la legalidad y de los estatutos de la cámara.

Hay que trazar un cordón que responda no sólo a la mera estrategia sino a un compromiso con la ciudadanía y su futuro
Francisco Collado

Mirando al futuro

El profesor incide en que más allá del bloqueo puntual, es esencial mirar al futuro, porque no estamos ante un problema “meramente electoral o una batalla de campaña”, sino que hay que revisar el “modelo de democracia” por el que se apuesta. Ya que se han internado formaciones como Vox en las instituciones, está también el reto de revertir lo que se hace en políticas públicas con sus votos y su visión.

Silván asume que “con un cordón sanitario no es suficiente” y que un rechazo a una fuerza concreta, “tiene que estar dotado de un discurso político, de acciones y propuestas que buceen además en las causas que provocan el crecimiento de un partido como Vox, en qué es lo que está sucediendo”. Si no se hace ese examen, de poco valdrá un bloqueo concreto, puntual, en un momento de populismos, nacionalismos y proteccionismos al alza. “Mirada larga”, recomienda.

Deja un mensaje relativamente esperanzador: “Hemos ido tarde y no hemos sido suficientemente hábiles para aprender de lo que había pasado en otros países, se les ha dado un aliento y una cobertura a estos partidos que ahora estamos sufriendo y viviendo con preocupación. Pero, no obstante, la evidencia también nos dice que cuando llegan a las instituciones y a las responsabilidades de Gobierno, luego las cuentas le salen con resultado negativo, en las siguientes elecciones obtienen un peor resultado electoral”. Ya no pueden estar a la contra, en la oposición.

Está por ver dónde dejan los ciudadanos a Vox el próximo martes.

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.