Lo que hay detrás de la sanción de la Agencia Mundial Antidopaje a Rusia: mucho más que deporte
La expulsión de Rusia de los próximos Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol amenaza con desestabilizar la imagen de un país que sigue usando el deporte para afianzar su posición.
“La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) ha dicho que ya está bien la tomadura de pelo”. La frase, de la periodista Paloma del Río, resume en pocas palabras la noticia que ha sacudido el mundo del deporte esta semana. La AMA ha decidido excluir a Rusia de los próximos Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y Pekín 2022, del Mundial de fútbol de Catar 2022 y otros grandes eventos internacionales para los próximos cuatro años. “El dopaje ruso ha ultrajado el deporte durante demasiado tiempo”, señala en un duro comunicado que puede suponer un punto de no retorno para la cuestión olímpica.
El reconocimiento de la existencia de una red de dopaje de Estado sostenida por el régimen de Vladimir Putin ha llevado a la mayor entidad global contra el doping a tomar esta decisión. Moscú llevaba tiempo arriesgándose a recibirla y recientemente ya había sufrido prohibiciones parciales como en los Juegos de Rio 2016 o Pyeongchang 2018. Pero esta vez el golpe es un K.O. absoluto al país, que tiene 21 días para reclamar desde el anuncio y ha anunciado que lo hará.
Tal es la dimensión del escándalo que el primer ministro Dmitri Medvedev ha llegado a admitir un “significativo problema” con el dopaje. No es poca confesión para un Ejecutivo como el ruso. Eso sí, la culpa de lo ocurrido no es suya, sino del “cuadro crónico de histeria antirrusa” propagado más allá de sus fronteras. Que dice que el mundo les tiene ‘manía’.
Desde el Kremlin apuntan directamente a motivaciones políticas para justificar este “ataque” a uno de sus grandes ejes nacionales, el deporte. “Hay razones para pensar que esas decisiones no se basan en la pureza del deporte mundial sino en consideraciones de carácter político que no tienen nada que ver con los intereses del deporte y el movimiento olímpico. Las sanciones no pueden ser colectivas o aplicarse a las personas que no tienen nada que ver con ciertas violaciones”, ha confesado el propio Putin.
Pero en la sociedad se ha reavivado un debate que viene de lejos. ¿Culpar al ‘enemigo’ o reconocer una seria deficiencia en el control de las prácticas dopantes? Entre los primeros está la exestrella del salto con pértiga Yelena Isinbayeba, que resumió la decisión de la AMA en tres adjetivos: “Cruel, injusta, asesina para el deporte ruso”. Como ella, muchos se han levantado con rabia, pero contra sus palabras también ha surgido una corriente que acepta la culpa, encabezada por el extenista Yevgeny Kafelnikov o el cuádruple campeón olímpico en biatlón Alexander Tijonov. “Recibimos lo que merecemos”, apunta este último.
¿Por qué llega la sanción ahora?
Para Paloma del Río, una de las voces más reconocidas del periodismo deportivo, “era algo que se veía venir, algo tenían que hacer. De hecho la decisión de la AMA ha sido unánime y el Comité Olímpico Internacional (COI) y World Athletics están de acuerdo. Rusia siempre ha dicho que iba a vigilar, pero la realidad es que no lo ha hecho, se sigue encubriendo a deportistas y ayudando a cambiar el resultado de controles ya hechos. Después del escándalo de dopaje en los Juegos de Invierno de Sochi 2014 y las prohibiciones parciales en Rio 2016 han seguido haciéndolo. Estaban bajo el foco de todas las asociaciones. Después de que les suspendiesen su laboratorio antidoping de Moscú, presentaron 250 muestras reclamadas por la AMA y existe la sospecha de que 144 habían sido manipuladas. Ya está bien la tomadura de pelo”, insiste.
La narradora de TVE retrocede diez años para explicar el panorama actual. “Son reincidentes. Todo empezó en el camino hacia los Juegos de Invierno de Vancouver 2010, cuando comenzaron a hacerse exámenes más rigurosos y se detectaron nuevas técnicas dopantes. De ahí, hacia adelante, con el escándalo de Sochi, en su casa, en 2014. Lo recoge muy bien el documental ‘Icarus’: cómo aquella trama de dopaje de Estado encabezada por el director del laboratorio Grigory Rodchenkov (huido a EEUU) llevó a cambiar muestras de orina, a manipular frascos que se suponían imposibles de manipular...”.
Mucho más que deporte: ¿hasta dónde llegarán las consecuencias?
No se puede entender la sanción en clave meramente deportiva. Todos los analistas coinciden en que podrían estar en juego cuestiones transversales para el país, como su prestigio.
“La gran afectada va a ser la imagen del país en el mundo. Va a desprestigiar a un país con poder y cuyo objetivo es que lo vean como potencia global”, explica Carmen Claudín, investigadora del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB). “Esa imagen, que ellos creen que es blanca, va a quedar manchada”, complementa Paloma del Río.
La propia Claudín añade al factor de imagen las posibles consecuencias a nivel interno. “La mayor factura política podría llegar, y lo digo en condicional porque no estoy segura, a nivel interno”. “Putin sigue contando con un alto grado de apoyo popular, pero también está enfrentándose a un creciente descontento popular por temas más económico-sociales que puramente políticos. La anexión de Crimea había tapado este descontento social al devolver una luz especial al país. Ahora Crimea se ve como un pozo sin fondo de recursos económicos mientras baja el nivel de vida”, remata.
Por contra, no ve opciones de que se genere un cambio significativo a nivel internacional porque “la cuestión deportiva no está en las grandes negociaciones internacionales”. Tampoco lo prevé Mira Milosevich, investigadora del Real Instituto Elcano: “No creo que haya consecuencias geopolíticas graves salvo en el endurecimiento del discurso nacionalista. Y tampoco creo que vaya a haber ninguna reacción política en contra del Kremlin por la sanción o porque el Gobierno haya apadrinado un sistema de dopaje. Si los rusos no han protestado por temas más serios no lo harán por esto”.
“Más madera” para el discurso de la ‘rusofobia’
Lo alertaba Medvedev, el problema es la “histeria antirrusa”. Gasolina a las retóricas más nacionalistas, como explica la propia Milosevich: “Putin lo va a usar como un argumento de odio al país para fortalecer su discurso antioccidental, cada vez más extendido”.
“Lo que no va a decir nunca es que la medida va contra él, porque esto le consolida; todo sentimiento antioccidental consolida el poder de su régimen. Para ello se nutre de dos narrativas: la gran potencia que quiere recuperar su lugar y que la causa, justa, está impedida por EEUU y todo Occidente. El deporte no es tan importante; son más relevantes las sanciones económicas o la ruptura de cooperación internacional, pero sí es un elemento más en su retórica”, añade la analista del Real Instituto Elcano.
Paloma del Río es de la misma opinión: “Siempre terminan diciendo que es ‘rusofobia’. Lo quieren llevar por el lado político y solo tiene que ver con que han mirado y miran para otro lado cuando los atletas se dopan”.
La analista del CIDOB, Carmen Claudín, sí concede ciertos efectos propagandísticos a la prohibición de competir bajo bandera rusa: “La mayor consecuencia es que contribuye a reforzar la narrativa de enfrentamiento; el propio Medvedev reconoce el dopaje como problema pero denuncia el linchamiento del resto del mundo”. “Ellos mismos se contradicen, se nos ve el plumero pero vamos a hacernos los patriotas”, añade Del Río.
“Putin lleva años usando el discurso victimista de la ‘rusofobia’, todo lo explica por esa vía, y la gente no es tonta”, prosigue Claudín. “Seguro que mucha gente comprará esta idea de la sanción como gesto de odio de Occidente, pero la mayoría pensará algo estaremos haciendo mal para que llegue una sanción tan fuerte. A Rusia no la aíslan por enfrentamientos, sino por la existencia de un extenso dossier con las infracciones del deporte nacional”.
Para Mira Milosevich “este escándalo puede ser una metáfora de lo falsa que es la “gran potencia” que quiere ser Rusia. Todo para aparentar y ganar cuando solo es potencia en lo militar”.
La fuerza del deporte en la Rusia de 2019
“El deporte sigue siendo una puerta por la que Rusia se vende al mundo y esto hará mucho daño a su imagen nacional”, confiesa Claudín, que mira al pasado soviético para establecer cierto paralelismo en la utilización de este ámbito por el Gobierno. “Con la URSS era la gran tarjeta de presentación al mundo, junto al ballet Bolshoi y aunque hoy el panorama sea algo diferente, tampoco puede decirse que sea una actividad en segundo plano, porque mantiene su importancia social”.
Asume, la experta del CIDOB, que el golpe no afecta a un órgano vital de la Federación Rusa, pero doler, le va a doler mucho. “Piensa que es un campo del que todo el mundo opina y que alcanza a todo el país, más de lo que lo han hecho leyes cruciales”, añade.
En cambio, Mira Milosevich considera que “la visión del deporte como representación de la superioridad del sistema comunista sobre el capitalista ha desaparecido porque ya no hay una guerra ideológica. El deporte sigue siendo importante pero ha perdido gran parte de su importancia política”.
Los atletas bajo bandera neutral: una elección personal
El sentimiento nacionalista imperante en la población podría chocar con la participación de atletas bajo bandera neutral. Muchos ya han aceptado este ‘plan b’ para no quedarse sin competir; otros se han negado a participar si no es bajo la tricolor nacional. ¿Qué opina la sociedad de los que se acogen a la ‘apatridia deportiva’?
“No les va a pasar nada, no les van a ver como traidores ni nada de eso”, puntualiza la periodista de Televisión Española. Eso sí, matiza, “a los que sí se trata como apestados son a los atletas que han hablado de la trama dopante”.
Mira Milosevich es de la misma opinión: “Nadie les va a presionar ni les ha presionado a elegir. De hecho ya ha habido más de un centenar que participaron bajo bandera internacional. La sociedad los verá con comprensión, no como traidores, porque entienden que sus carreras no pueden depender de esta decisión”.
“Lo que opine la sociedad de unos y otros no tendrá que ver más que con la opinión que cada cual tenga del Gobierno de Putin. Algunos considerarán a los que acepten la bandera neutral poco menos que contrarios a la nación; para otros, menos nacionalistas, la elección de cada competidor se verá con normalidad”, reconoce Carmen Claudín.
¿Y ahora qué?
El futuro dirá qué significó la sanción anunciada por la AMA, pero Paloma del Río le quiere quitar hierro al asunto: “Unos Juegos sin Rusia sí sería una competición ‘coja’, pero sus deportistas limpios sí van a estar, con lo que no se va a notar tanto”. También Mira Milosevich, para quien “al participar muchos de sus atletas, la ausencia de Rusia como país no va a afectar tanto. Y en otras competiciones donde cuentan con menos relevancia la falta de Rusia no va a ser llamativa”.
A poco más de 200 días para el comienzo de los Juegos de Tokio el mundo está donde siempre ha querido Putin: mirando a Rusia. Solo que de un modo muy diferente al que él quisiera. ¿Será por ‘rusofobia’?