¿Cómo sobreviven las madres de alquiler en mitad de la guerra de Ucrania?

¿Cómo sobreviven las madres de alquiler en mitad de la guerra de Ucrania?

El país, antes de la invasión, era uno de los pocos países europeos donde la gestación subrogada es legal, con multitud de clínicas. El 'New York Times' desvela cómo están.

Una enfermera atiende a un bebé mientras otra prepara una cuna de emergencia para llevarlo de una clínica reproductiva de Kiev al tren, para sacarlo de Ucrania, el pasado marzo. Anastasia Vlasova via Getty Images

La maternidad subrogada de pago es legal en Ucrania, uno de los pocos países europeos que lo permiten. Por eso, en los últimos años se había convertido en uno de los destinos más asequibles y sin complicaciones para esta práctica en el continente. Formalmente, sólo las parejas heterosexuales que no logran quedarse embarazadas por razones médicas pueden optar a ella legalmente.

Con la invasión rusa en febrero, surgía una incertidumbre nueva, la de cómo podrían afrontar las madres de alquiler y sus bebés las bombas y los cercos. Aunque había quien ponía el foco sólo en los padres receptores, también. Cuando la contienda va camino de cumplir ocho meses, el diario norteamericano The New York Times ha seguido sobre el terreno a una docena de mujeres para conocer cómo esta práctica trata de sobrevivir en tiempos de conflicto. Las mujeres cuentan que han recibido dinero para salir de sus zonas de residencia si estaba siendo sitiadas, hasta llevarlas a zonas más seguras como Kiev, incluso con sus familias.

Sin embargo, la obligación de moverse para proteger al bebé por nacer también les ha causado “nuevos peligros”, como el paso por puestos de control rusos en zonas ya sometidas, donde esta práctica no se contempla. Las mujeres relatan escapadas desesperadas, “han dormido en automóviles en polvorientos bordes de caminos mientras escapaban del territorio ocupado, han sido interrogadas por soldados rusos y han vivido en viviendas subterráneas”, relata el texto.

Sostiene el reportaje que se han tenido que buscar salidas de todo tipo, como que dueños de clínicas se lleven niños a sus casas durante meses, dada la imposibilidad de que las familias que habían pagado por el vientre de alquiler llegasen a suelo ucraniano. Ya pasó también en plena pandemia de coronavirus, pero ahora los riesgos son muy diferentes.

“Los temores de que el negocio se desmoronara, especialmente cuando Rusia intentó y fracasó en apoderarse de Kiev en las primeras semanas de la guerra, han resultado ser exagerados”, indica la información. “No perdimos ni uno solo niño”, afirma Ihor Pechenoha, director médico de BioTexCom, la agencia y clínica de subrogación más grande de Ucrania. “Logramos sacar a todas nuestras madres sustitutas de zonas bajo ocupación y bombardeos”, sostiene.

En el primer mes de la guerra, 19 bebés nacidos de madres sustitutas para una agencia fueron abandonados en una guardería en el sótano de Kiev, era casi imposible encontrar vías de entrada al país, cuando todo el que podía se estaba marchando, pero en agosto ya todos los niños “se habían ido a casa”. Ni siquiera estas complicaciones han bajado las peticiones de vientres de alquiler que llegan a las mujeres ucranianas, concluye la investigación del NYT. Aún así, el ritmo ha bajado, de 50 embarazadas al mes a 15, dicen en BioTexCom.

 

El diario norteamericano recuerda el enorme debate ético que hay tras esta práctica, que se agudiza cuando la embarazada es una mujer civil que vive en un entorno en guerra. La razón económica es la que sigue primando entre las ucranianas que se ofrecen a las clínicas. Suelen ganar unos 20.000 euros por cada niño que dan a luz, indica el reportaje, un dinero que en tiempos de crisis se hace “más urgente”. “Con la ayuda de la subrogación salvé a mi familia”, afirma una de ellas.

Ahora las clínicas se centran en dar seguridad. Buscar sitios estables para que ellas pasen su gestación, trasladarlas con seguridad y evitar que estén en áreas sin servicios médicos o sometidas al invasor, lo que puede arruinar el proceso. Los testimonios dan cuenta de mujeres que pasan por traslados complejos para entregar sus bebés y no perder el dinero que tanto necesitan.

El NYT cierra con el testimonio de una familia china que ha pagado a una mujer de Ucrania para tener un hijo. Zhang Zong dice: “Cuando crezca, le podré contar esta historia”.